Estatal

Dra. Rosa de Lourdes Camelo Arredondo

Por domingo 25 de marzo de 2012 Sin Comentarios

Por Gilberto J. López Alanis*

Sinaloa es espacio social que se ha nutrido de migraciones que han definido su rostro cultural. Son de larga tradición las historias contadas de las incursiones norteñas en los tiempos prehispánicos; todavía se piensa y se afirma que el mítico Aztlán tuvo sus asientos en las islas aledañas al valle del Évora, en la agropecuaria Angostura que ha tomado el nombre de municipio.

También nos emparentamos con los puntos de contacto cultural llamados Chicomoztoc; Culiacán sería uno de ellos, para afiliarnos a los diseminados en las tierras norteñas hasta las entrañas de la actual Zacatecas.

Ni que decir de las mezclas del primer y relativo mestizaje cultural con los grupos de tlaxcaltecas, tarascos, coras, huicholes, xiximes, acaxes, nahoas, culuas, mocoritos, guasaves, sinaloas, tehuecos, chicoratos, muchos más, aparte de los españoles que poblaron las iniciales villas y pueblos de la ampliación espacial propiciada por Nuño Beltrán de Guzmán y Francisco de Ibarra, los cuales lograron darle sentido institucional en los parámetros de una monarquía que habilidosamente consintió los violentos mecanismos de invasión y conquista desde el siglo XVI en el noroeste novohispano.

Vendrían después migraciones motivadas por la expansión mercantil y capitalista de los siglos XVII, XVIII y XIX con chinos, japoneses, italianos, filipinos, holandeses, prusianos, ingleses, franceses, norteamericanos, griegos, dando lugar a un mestizaje nuevo de grandes posibilidades interpretativas en la esfera cultural.

Ya entrado el siglo XX, con el reparto agrario, la inversiones del Estado en obras de infraestructura hidráulica y el desarrollo comercial, los migrantes de otros estados del país se integraron a las labores productivas bajo el amparo de un nacionalismo revolucionario, que amplio el mercado interno y un patrón de cultivos que cambió en función de las necesidades del mercado.

Quizás por ello, no nos parece raro encontrar cruces de apellidos de tan diverso origen, nacional e internacional con las cálidas y hermosas expresiones familiares de mujeres y hombres de Sinaloa.

Así el apellido Camelo se unió al de Arredondo para resultar en una pléyade de mujeres importantes para Sinaloa, como Inés Amelia, Rosa de Lourdes y Mariza Camelo Arredondo de las cuales nos enorgullecemos.

Con respecto a Rosa de Lourdes Camelo Arredondo, nacida en Culiacán en 1933, hija del médico militar Mario Camelo y Vega e Inés Arredondo Ceballos, vivió lucidamente el Culiacán que definió su estilo decimonónico bajo las ambiciones políticas, el teodolito y cálculo de estructuras del ingeniero y arquitecto Luis F. Molina.

Compartió su vida en la antigua villa de San Miguel de Culiacán junto a ocho hermanos, entre las que figura la escritora Inés Arredondo. La familia frecuentó el reducido círculo social de Culiacán, siendo muy estimada en una ciudad que se aprontaba al cambio posrevolucionario.

Un comentario de Vita Podesta, amiga de la familia refleja mejor el ambiente

de esos años: “…la casa de los Camelo era como un centro de reunión, como casino, porque como eran la Inés, el Pancho, la Rosa, la Techi, la Amparo, el Pin, la Marisa, había de todas las edades. Y como vivían enfrente de la plazuela, todo el mundo concurría allí…” (Entrevista a Vita Podesta en Luna menguante. Vida y obra de Inés Arredondo. Claudia Albarrán, Edit. Casa Juan Pablos, México, 2000).

Alcanzó a ver entera la ciudad porfirista que ya sentía el escozor constructivo de las modernidades revolucionarias de expansión apertura de nuevas avenidas para una mercadería agrícola que necesitaba otras edificaciones y escaparates.

Rosa disfruta el imaginario del Culiacán de su infancia y hasta que leí a Claudia Albarrán descubrí la reminiscencia de Rosa por los arrayanes, que busca con avidez cuando viaja a su ciudad natal.

El centro histórico de Culiacán fue su espacio lúdico infantil con la plazuela Álvaro Obregón, antes Constitución, con su kiosco manufacturado en la Fundición de Sinaloa, ubicada en Mazatlán, propiedad de la familia Redo; kiosco del cual ya no queda rastro alguno, porque algún osado presidente municipal lo consideró que no se avenía a las nuevas expresiones arquitectónicas de la ciudad, por eso lo encontramos frente al templo de la virgen de la Candelaria en la ciudad de Quilá, sindicatura muy cercana a Culiacán. Todo esto frente a la casa de los Camelo Arredondo a un lado de Catedral y los portales del Culiacán, que albergaron las huestes revolucionarias en 1911, 12 y 13.

Pupila de colegios privados y católicos supo romper el cascarón provinciano para salir al mundo de las humanidades académicas instalándose en las sutiles redes de la historia, llegando a contemporizar con lo mejor de esta disciplina en México y Francia.

Alumna de Edmundo O’Gorman en la UNAM, al que mostró sincera admiración; escogió el sendero de la historiografía novohispana, con la consulta permanente de los archivos. Por cierto en el XI Congreso de Historia Regional, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en 1996 en homenaje a don Edmundo O’Gorman, cumplió brillantemente con la conferencia magistral sobre este auténtico maestro de la historia mexicana. En las instancias del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y en la Facultad de Filosofía e Historia se le mantiene un aprecio y respeto. En Sinaloa se le reconoce por su alta calidad humana y académica, también por las asesorías a investigadores sinaloenses en sus tesis de licenciatura, maestría y doctorado.

Es una de las pioneras sinaloenses en la producción historiográfica y auténtica maestra en el género; alumna de Marcel Batallón, Fernand Braudel y Ernest Labrouse, desde 1965 hizo presencia en las aulas de la Universidad de Sinaloa, con un ciclo de conferencias sobre historiografía mexicana. Para entonces ya se había publicado su traducción de “El libro secreto de Maximiliano”, entre otros trabajos.

Profesora de la asignatura Historiografía de México, licenciatura de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Tutora del posgrado en Historia, UNAM, también tutora del Posgrado en Restauración, UNAM.

Ha publicado en Históricas, boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM en los volúmenes 4 y 7 e hizo la presentación del recuento de su contenido. Recientemente publicó, La experiencia historiográfica. VIII Coloquio de Análisis Historiográfico, edición de Rosa Camelo y Miguel Pastrana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2009. (Serie Teoría e Historia de la Historiografía, 7).

Historiografía mexicana I. Historiografía novohispana de tradición indígena, coordinación general de Juan A. Ortega y Medina y Rosa Camelo, coordinación de este volumen de José Rubén Romero Galván, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003.

Tiene publicados capítulos de libros, tales como: “Los primeros documentos y las historias de las Indias”, Homenaje a Álvaro Matute Aguirre, coordinación de José Ortiz Monasterio, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Biblioteca Nacional, Hemeroteca Nacional, 2009. “La totalidad del texto”, en La experiencia historiográfica. VIII Coloquio de Análisis Historiográfico, edición de Rosa Camelo y Miguel Pastrana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2009. (Serie Teoría e Historia de la Historiografía, 7). “Dos tipos de crónica: La crónica provincial y la crónica de evangelización”, en El Historiador frente a la Historia. Historia e historiografía comparadas, coordinación de Alicia Mayer, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2009. (Serie Divulgación, 11).

Las líneas de trabajo de sus proyectos de investigación son: Crónica provincial de órdenes religiosas; Memorias de conquistadores; Historiografía contemporánea.

Con Maestría en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Profesora del Colegio de Historia y de la División de Estudios de Posgrado de la misma Facultad. Autora de “La idea de la historia en Baltasar de Obregón”, “El cura y el alcalde mayor” “Jorge Gurria y la investigación historiográfica”. Investigadora permanente del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 1990, publicó el artículo “Carlos Pereyra y Ramón Iglesias. Dos visiones de la historiografía colombina”, en Históricas N º 30. Septiembre-diciembre. Boletín del IIH de la UNAM. Históricas Nº 21, boletín del IIH (UNAM) le publicó en 1988 el discurso a nombre del IIH para premiar a Carlos Martínez Marín por el Comité Mexicano de Ciencias Históricas, por su artículo “Los orígenes del Lienzo de Tlaxcala. Fechas y fuentes”. En el Nº 64 de Históricas, del año 2002, le publicó el ensayo “La historiografía sobre la Colonia y el Instituto de Investigaciones Históricas”, en este trabajo la autora revalora la investigación de la historiografía mexicana como una alternativa que superó las propuestas teóricas del historicismo que en su momento se impuso en Europa y México.

En el año 2003, se publicó el resultado del proyecto Historiografía Mexicana, iniciado en 1991, en cuatro volúmenes los cuales coordinó junto con Juan A. Ortega y Medina, editados por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ella coordino de manera especial el volumen II, denominado “La creación de una imagen propia. La tradición española”. El proyecto en general trata de mostrar “…como se ha concebido la historia de México…La serie de estudios reunidos en ella recoge las reflexiones sobre la historia, el trabajo del historiador y el sentido que tiene conocer y preservar la memoria del pasado…” (Solapa del Volumen I). Activa colaboradora de los sinaloenses radicados en la ciudad de México, ha participado en conferencias y presentaciones de libros, dando realce a esas jornadas de identidad regional.

En el día internacional de la mujer reciba Rosa el afecto de quienes la queremos y admiramos, por su trabajo discreto, honesto y limpio de cualquier bandería.

*Director del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa.

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