Nacional

“Mi primer periódico y mi primer libro” 4ta. Parte

Por domingo 25 de mayo de 2014 Sin Comentarios

A partir del número 205 “La Voz del Norte” ha venido publicando “Mi primer Periódico y mi primer Libro” narración que refiere la prosperidad de la hacienda llamada “Los Pozos” que se localizó en el área del rio Piaxtla, San Ignacio, Sinaloa; de la influencia benefactora del Doctor Nafarrate hijo, su propietario, respecto de la atención y la implementación de sistemas preventivos en el área de salud para los habitantes de la región. En este número consigno una historia que no termina, es probable, más adelante, mencione otros personajes que han surgido de las sombras de ese pasado de la hacienda que de repente exigen presencia en la narración… EL AUTOR.

Por Salvador Echeagaray*

Cuento que de ese “W. C”, salí llevando en mis manos, el periódico que había empezado a leer y que formada parte de la “pila”, “in situ”,  de la prensa nacional que desde el puerto de Mazatlán, se enviaba por correo a San Ignacio, el que era recogido cada tercer día, y me fui directamente con mi maestro de tauromaquia a preguntar si era posible me prestara el periódico para leerlo todito- le dije-.

Su  respuesta fue inolvidable. “Si te gusta leer, me contestó, vamos a la casa”. Me llevó a una amplia sala interior  la cual tenía vista al jardín y a la alberca de la hacienda, sitio en el que se ubicaba  impresionante biblioteca y captando mi admiración e ignorancia, ya que jamás  había estado frente a una,  me explicó las raíces latinas del concepto,  procediendo de inmediato a buscar de entre la enorme cantidad de libros perfectamente  ordenados en estantes hechos  de maderas preciosas de la región – caoba y cedro – colocados de piso a techo, seleccionando un libro que limpió delicadamente con una fina tela y el cual puso en mis manos diciendo  “no sólo te regalo el periódico, te entrego también este libro que te llevarás en préstamo, lo cuidarás como lo que es, un tesoro de las letras españolas; es uno de las obras más leídas en la historia  de la literatura mundial, después de la Biblia” concluyó.

Don Federico, envolvió el preciado libro en una tela gruesa de color blanco, Lo puso sobre un “morral” de ixtle, y mirándome fijamente a los ojos, me pidió que lo devolviera – sólo a él – en las mismas condiciones en las que yo lo recibía; y para tener derecho al préstamo de otro,  que me seleccionaría de acuerdo a mi edad, “para que transites, no por las veredas intrincadas que proporciona la lectura desordenada, sino por sendero luminoso de los clásicos que te guiarán hacia la  formación intelectual que todo hombre de bien debe procurar” – afirmó –, con la emoción que sólo se advierte en un ser sensible, generoso, comprensivo y condescendiente, frente a un muchacho humilde, como yo, que le transmitió,  de alguna manera, su deseo de cultivarse a través de la lectura.

En esa inolvidable y feliz ocasión, al pardear la tarde, con el sol tímidamente, escondiéndose entre los cerros del poniente, emprendí en compañía de mis amigos y compañeros en las prácticas de  tauromaquia, el regreso a San Javier, llevando en el “morral” el periódico regalado y  el libro prestado y cuya tapa, – a través de la tela que lo envolvía – acariciaba, mientras caminaba. En cuanto traspasamos la cerca de madera que circundaba el primer perímetro de la hacienda, bajo la fronda de un enorme “Huanacaxtle”, a la orilla del camino de tierra suelta, leí para mis amigos, el título de la obra: El ingenioso Hidalgo, “Don Quijote de la Mancha”.

*Notario publico y autor

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