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QUISIERA SER COMO EL RIO

Por domingo 24 de noviembre de 2013 Sin Comentarios

Por Jaime Irizar Lopez*

Quiciera-Ser-Como-El-Rio1No lo digo con frecuencia en virtud de mi proclividad a ser poco expresivo o a mi carácter introvertido, pero dentro de mi larga lista de cosas que me hacen feliz, es poder tomarme un café y participar en una charla amena con alguno de mis grandes amigos. No hace mucho tuve la fortuna de que uno de ellos me regalara su tiempo, atención, compañía y unas anécdotas de su vida personal, que es casi igual a regalarme una parte de su vida misma. Sin decir nombres porque no pedí permiso para ello, comparto con ustedes unos fragmentos de alguna de esas charlas, de las que al margen de las frivolidades y chusquerías que encierran, en lo personal me han dado -sin ellos saberlo-, unas lecciones muy oportunas para aceptar con serenidad el paso de los años.

Quisiera ser como el rio, conocedor con certeza absoluta, de su destino final; amante orgulloso de su trayecto, un Dios efímero dador de vida a su paso; caudaloso y fuerte en desniveles marcados, tranquilo en los gratos remanso; sereno y filosófico al llegar a su encuentro terminal con las grandes aguas, cierto de que ahí encontrará el permiso para el eterno reciclaje”.

Fíjate Jaime, me dijo de inicio, hace unos días conducía por las calles del centro de la ciudad, más o menos a la hora en que suelen salir los empleados del comercio, pues es de sobra conocido que me gusta echarme un taco de ojo con las bellísimas muchachas que laboran en los diversos establecimientos de la ciudad, quienes, dicho sea de paso y tan sólo para resaltar su orgullo, coquetería y vanidad, hacen su mayor esfuerzo y sacrificio económico para maquillarse, vestirse y lucir no como unas sencillas empleadas, sino como las mas absolutas dueñas y señoras del mundo, lo cual de siempre les he reconocido y admirado por el empeño y la dedicación que le tienen a su imagen personal.

Quisiera ser como el rio, sin miedos ni ansiedades, sin culpas o vergüenzas, no parar por temor en nimiedades, al reconocer que la brevedad de la vida y los tiempos tormentosos a veces nos inducen a hacer a otros daño, sin mas intención que darle curso al espíritu tumultuoso de sus aguas”.

Quiciera-Ser-Como-El-Rio2En una de las esquinas, justo donde está una parada de autobús urbano, me tope con el sueño hecho realidad de todo hombre mujeriego/ enamorado de la vida. Era una chica de unos dieciocho años de edad, de fino porte, de tez morena clara, con cuerpazo escultural, y piernas de concurso, de quien lo que más me llamó la atención fue la fuerza de su mirada retadora, que reflejaba seguridad en sí misma y de que se sabía conocedora de la gran influencia y atracción que ejercía en todos los hombres con orientación francamente heterosexual. El cruce de miradas que nos dimos, le mandó una señal intensa a mi ego y éste, me ordeno inmediatamente que la abordara para seducirla. Obediente como siempre lo he sido en todo lo que me conviene, emparejé mi carro último modelo hacia el lugar donde ella estaba, bajé el vidrio de la ventanilla del copiloto y con la mejor de mis sonrisas y poses, le dije seguro de que las palabras que saldrían de mi boca, modestia aparte, pertenecían a un hombre exitoso en todos los sentidos y de que le tendrían que impactar favorablemente con seguridad: ¿te llevo mijita, le dije entusiasmado? Ella en calidad de respuesta, con unos pasos felinos, se aproximó a la ventanilla, provocando con tan sólo ese movimiento, que mi corazón se soltara galopando a punto de infarto por la emoción sentida, y con la serenidad y el aplomo que muestran los jueces al dar un veredicto final, me dijo con una sonrisita que más bien me parecía una mueca burlona: ¡ sí, pero como con 50 años!; se lo digo así de cerquita y con voz baja para no avergonzarlo más; ya es muy tarde para usted para estas andanzas, mejor váyase a acostar, a ver las noticias y a quejarse de sus males y del país con su esposa que si le hará caso.

Quisiera ser como el rio, a veces fuerte de carácter, otras tranquilo, siempre sencillo en virtud de su clara consciencia de finitud, pero en todo momento generador de vida y felicidad al acariciar con sus aguas y contagiar su entusiasmo a niños, mujeres, hombres, jóvenes y enamorados que se quieren integrar con él a la vida cuando pasa por sus tierras”.

Quiciera-Ser-Como-El-Rio3De verás quise morirme, los colores desfilaron por mi cara, tanto el blanco que dibujó la vergüenza inicial, como el rojo que pintó muy bien mi coraje. Esos sentimientos no eran en contra de esa joven que parecía comportarse como la hija de la diosa de la sabiduría, sino en contra mía, por resistirme a vivir a tiempo mis tiempos, como dijo Renato Leduc en su poema, y aceptarme como soy con entereza y madurez. Te platico esto porque de un tiempo a la fecha la vida me ha estado mandando señales para que me prepare para la etapa que sigue. No le he querido hacer caso. Me he hecho el disimulado. Pero te confieso que hoy con más frecuencia se me olvida donde dejo mis cosas. He escuchado que con gran tacto y discreción, a veces con cierta secrecía, mis hijos le recomiendan a mi esposa que no me permitan que le eche llave a la puerta del baño cuando lo use y que tampoco me deje que cene pesado. Admito que ya no puedo como antes ponerme las trusas estando parado sin correr el riesgo de perder el equilibrio o caerme. Soy cada día más torpe y lento. Con frecuencia me caigo en las escaleras o en pisos disparejos, sólo puedo tener relaciones sexuales con la ayuda de fármacos y de mucha comprensión y tolerancia de mi pareja. Hijos y nietos me llenan siempre de consideraciones y afectos, pero ya no entablan charlas serias conmigo sobre los planes familiares. En fin, muchas han sido los signos de los tiempos que no había querido ver hasta que una bella mocosa me los restregó todos en la cara en una sola emisión. Hoy lo admito, le doy la razón a tu hermano Jorge (qepd) quien frecuentemente decía con gran sentido del humor, que no hay mayor ruina que la vejez, mismo que también señaló en repetidas ocasiones que todo hombre enamorado y añoso habría de sufrir dos muertes, pero que tan sólo a una le podría llorar. Ahora lo voy entendiendo todo.

Quisiera ser como el rio, amante del camino y sin temerle nunca a su destino, siempre dispuesto a seguir su curso y a ser creyente fiel en el volver a vivir “

Mejor me río me dijo por último mi estimado amigo, no puedo quejarme de la vida, doy gracias a Dios que me dio la oportunidad de vivir bien todas las etapas de la vida a las que puede aspirar un humano. Hoy acepto que a la vuelta de la esquina tan sólo está mi final, tal vez por ésta razón, al empezar el día, cuando abro los ojos por primera vez, alzo los brazos al cielo, pero no para desperezarme, sino en clara señal de triunfo, y me digo entusiasmado para mis adentros: ¡ya chingué!, otro día mas que veré la luz, ¡Gracias Dios mío! ¡A mi edad, qué más puedo pedir!

Tras esta especie de oración matutina y breve dialogo personal con mi Dios, lleno de fe mi tanque emocional y me dispongo a vivir el nuevo día, pero ahora sí, (que otra me queda diría mi esposa) acorde con mi etapa actual, pero antes de reencontrarme con la vida, justo en esos momentos que dedico a Él y a mí, repito cual si fuera el mejor de los rezos, que yo también: “Quisiera ser como el rio, entender y aceptar sin remilgos mi naturaleza, amar la vida intensamente al no olvidar que la muerte existe”

*Doctor y escritor.

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