Nacional

¡Pamplona, suena a México..!

Por domingo 8 de agosto de 2010 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel «El Cuervo«

Pamplona… Pamplona… Y al fin aparece en las pantallas del aeropuerto de Barajas, el vuelo a Pamplona con un retraso de media hora. Con el cambio de horario a cuestas, intento caminar para mantenerme alerta de cualquier cambio… Por fin, después de casi cuarenta minutos, la empleada de Iberia anuncia que comenzaremos a abordar en breve… Sorprendentemente para mí, en el avión hay muchos lugares disponibles… Pensaría que en estos días de fiesta pamplonesa, de los tradicionales “sanfermines” los vuelos a esa pequeña ciudad de Navarra, España, irían completamente llenos… Termino de abrochar mi cinturón, cierro los ojos y la voz de la sobrecargo se va haciendo más lejana cada vez… La ensoñación se convierte en un sueño franco… Llega Pamplona, los toros, y desde luego, también es visitante distinguido de mis sueños, Ernest Hemingway… Finalmente fue el afamado escritor estadounidense, quien puso en la escena internacional con gran éxito a Pamplona… El vuelo breve, impide que el cansancio amaine. Al llegar a Pamplona, una nueva espera. Por fin el hotel y luego una comida donde se me recibe nombrándome constantemente como “el mejor cantante de música ranchera”… Yo sonrío intentando aclararles que la música ranchera es una pequeña parte de ese abanico inmenso que resulta nuestra música tradicional, pero el torbellino de la amistad pamplonés, me arrastra sin darme oportunidad de decir nada. Comida típica… Espárragos, orgullo de Navarra… Me explican por qué los espárragos son tan caros dado el proceso tan complicado de cultivo de modo manual. Vienen las viandas: pulpos, gambas, cordero y un platillo que en Pamplona no puede faltar jamás: rabo de toro… Entra cantando un grupo de jóvenes… Lo hacen por gusto, me aclara Fernando… Y la tradición musical española se deja sentir para mi envidia… ¿por qué no gustamos de lo nuestro? Me pregunto y mi respuesta gira en torno a la penetración cultural, a la irresponsabilidad de la célula social primaria, a la educación, etc… Y de pronto, en el repertorio brota un ramillete de canciones mexicanas… El rabo de toro exquisitamente guisado, se adereza con Cielito Lindo, Cucurrucucú y El Rey… Admiran a mi tierra, me dicen los jóvenes, “su música tiene un encanto y una calidad que nos cautiva”… Y remata ese torbellino de sabores y emociones que van del paladar al oído, con una invitación a los toros… La Plaza de Pamplona, es famosa no precisamente por su público conocedor sino por su fiesta interminable en donde muchas veces debido a la euforia, no se concentra el público, ni el torero, ni el mismo toro que se distrae con “Las Peñas” que compiten una tras otra en sus cantos y danzas en los tendidos de sol. Y aquí, vuelve a mí con más fuerza, el orgullo por mi música al mismo tiempo que la envidia porque esto no sucede en mi México. En vez de cantos navarros o pasodobles, abre la corrida un canto al unísono en toda la plaza… Las peñas juntas, se unen para acompañar con todos los instrumentos propios de una banda sinaloense o una tambora zacatecana, lo que en los sanfermines se considera infaltable. Nada menos que José Alfredo Jiménez con “El Rey”… Inmediatamente después, se hace presente Fernando Z. Maldonado (alguna vez Fred MacDonald) con Volver volver. Y a lo largo de la corrida, Cielito Lindo de Quirino Mendoza, Ella de José Alfredo Jiménez y junto con todo ello, cantos de festejo a coro que se han ahora universalizado tales como el: “Olé olé olé”.

Al día siguiente: “El que se levante para las seis/ delante los toros correrá/ San Fermín que todo lo ve/ los protegerá, los protegerá…” Alrededor de las siete de la mañana ya estoy instalado en el balcón de la calle de Estafeta al que fui invitado para ver pasar el encierro con los mozos corriendo delante de los toros que se lidiarán esa tarde. Y vuelve Pamplona a sonar a México cuando los jóvenes corredores, después del canto-oración a San Fermín, entonan un poco para “sacar” el miedo, el Cielito lindo que enchina la piel y hace que se humedezca el alma.

Así los días subsecuentes, México y sus canciones se de­jan sentir a cada paso entre las calles de Pamplona… La gente de Navarra, los pamploneses en general, al enterarse de mi origen, me dejan sentir su cariño y admiración por nuestra cultura, nuestra música. Ataviado con el traje de charro, en un breve recital me acompaña un grupo de jóvenes músicos y cantantes pamploneses: Ángel, Eduardo, Miguel y Toño co­nocidos como “Los Compadres”. Por supuesto, su repertorio, basado en autores mexicanos: Consuelo Velázquez, Agustín Lara, María Grever, José Alfredo Jiménez, etc. La gente, en una entrega que me emociona al máximo, se brinda conmigo. Días más tarde, tendría oportunidad de cantar un par de cosas acompaña­do por ese maravilloso grupo de profe­sionistas egresados de la Universidad Complutense: “Acontraluz” que alguna vez se conocieran como el coro de la Universidad Complutense, en el que vi­ven y conviven con la música, médicos, abogados, ingenieros, farmacéuticos etc. Y al escuchar a Lara, Grever, Tata Nacho, Tomás Méndez y José Alfredo en las magníficas voces de esos enor­mes tenores: Rafael y Antonio, junto con la voz maravillosa de Milagros, la soprano y la estupenda guitarra de Ra­fael bajo la dirección todos ellos de Je­sús, me convenzo de manera definitiva que ¡Pamplona… Suena a México!

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