Por Adrián García Cortés*
Con frecuencia, un grupo de veteranos del futbol se reúne los sábados a desayunar y convivir bajo el cobijo de Señorial Otoño. No es que se estén preparando para anticipar alojamiento, pero la verdad es que ahí los alimentos son muy sanos y muy seleccionados para la población residente.
Se reúne formando parte de una IAP (Institución de Asistencia Privada), en este caso como una remembranza de “patadas” idas, las del futbol, por supuesto, para reunir fondos y apoyar la afición del deporte entre los jóvenes, particularmente de la enseñanza primaria. Los balones, las camisetas, las redes no faltan, y si faltan, buscan la forma de proporcionarlos. Lo importante es que practiquen deportes, y si es futbol mejor.
Fue el sexto mundial que no ha faltado
Tesorero de este grupo lo es Jorge Hernández Rodríguez, quien a sus setenta años aún se atreve ir al África para darle patadas al pesebre, con la remota idea de que algún día, como lo intentó el entonces Presidente Echeverría, traer elefantes para ayudar a los campesinos que no alcanzaban a tener trilladoras. Lo malo es que a Jorge nunca le permitieron subir un elefante al avión, porque aun siendo de dos pisos, no cabía. Y esto que el regreso fue en una nave espacial islandesa para meter en ella a todo la selección mexicana con parientes y amigos.
Jorge, empresario del ramo de la construcción y la industria automotriz (vende materiales, gasolinas y aceites), hizo pacto consigo mismo para cumplir el ritual de su vida: nunca faltar a un campeonato mundial de futbol. Este reciente de Sudáfrica es el sexto de su afición mundialista. Y no faltó.
Cada campeonato ofrece atractivos diferentes; éste de Sudáfrica tenía sorpresas inesperadas, incluso de hasta ver a Nelson Mandela presidir el acto inaugural. Se trata de un país joven, al que disputaron holandeses e ingleses por dos razones: la vuelta y control de los océanos –Atlántico e Índico– por Cabo de Buena Esperanza para ir al oriente, y los yacimientos de diamantes, que aun hoy día, son un producto de exportación muy importante en la economía sudafricana.
Quienes ahora se atreven a hacer el viaje, no son reacios a prejuzgar las condiciones de vida, selladas por una política discriminatoria desde 1911 y años después magnificadas en la Constitución de 1948. El “apartheid” se practicó legalmente por 46 años.
Llegó y venció como Escipión el Africano
El viajero culiacanense, como un aguerrido Escipión el Africano (vencedor de Aníbal el cartaginés), llegó a Ciudad del Cabo en un vuelo “charter” de Aeroméxico, confiado en que a las puertas del aeropuerto lo estaría esperando, al menos, un enviado de Mandela. Pero este honor no lo tuvo siquiera nuestro Presidente Felipe Calderón, porque Mandela no apareció en el acto inaugural del campeonato.
De llegada, Jorge halló una superestructura de comunicaciones para impactar a cualquiera –un aeropuerto colosal y una red de vialidades que ni en sueño aún tenemos en Sinaloa–, pero atrás de todo ello, como en toda metrópolis cosmopolita, apareció la pobreza envuelta en viviendas que no merecían este nombre.
¿Qué fue lo que más le impactó? En su recuerdo quedan tres imágenes inolvidables. Los centros comerciales fabulosos, donde los jefes eran blancos y los operarios de color; en algunos de éstos, o calles muy concurridas, una que otra damita de color iba con los pechos descubiertos –¿como en sus tribus, quizás?– para la foto del turista y una paga por “derecho de autor”.
Una trompeta burla un desnivel inconcluso
Allí mismo, en Ciudad de Cabo, bastante moderna, urbe financiera, autobuses de estreno apoyados por la FIFA, el nuevo estadio para el campeonato no se alcanzó a terminar y un monumental paso a desnivel estaba inconcluso, por mal cálculo de proyectista, se dijo. Allí estaba una “vuvusela” gigante (especie de trompeta) que la gente colocó como una burla contra el gobierno. Lo más sorprendente fue que en el casco antiguo de Johannesburgo, toda la población es de color y ahí –¿acaso un desquite?– ningún blanco puede entrar
Nuestro viajero, tras haberse alojado en un lujoso departamento de un barrio residencial de blancos, sin calefacción alguna, con un frío de menos cinco grados, prefirió irse de safari. Por lo menos ahí podría hacer ejercicio y calentarse un poco corriendo detrás de las jirafas y adelante de los impalas.
Un compañero de viaje nunca halló la combinación para el agua fría y caliente por lo que optó por bañarse con fría, y estuvo a punto de congelarse. Entonces, Jorge aprendió que debía haber llevado abrigo y para consolarse, se fue a ver pingüinos y a pedirles prestado sus chaqués.
Tres capitales, nueve estadios y 11 idiomas
En Sudáfrica hay tres capitales: la de Pretoria, como administrativa; Bloenfontein, judicial; y Ciudad del Cabo, legislativa. Ahora con el campeonato mundial, Johannesburgo se convierte en la capital deportiva, teniendo, sobre todo, el Soccer City, o sea el estadio más grande del mundo, con capacidad de 94 mil 500 asistentes, al que la FIFA lo redujo a 87 mil. Como todo en Sudáfrica es grandioso, se dispusieron nueve estadios para la contienda futbolera. Y para no quedarse corto, en este país ya multiracial, se hablan 11 lenguas oficiales.
A su regreso, nuestro Escipión ha prometido hacer un safari en el zoológico de Culiacán. Lo malo es que ahí no habrá pingüinos.