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Rinde Conaculta homenaje a Diego Rivera

Por domingo 28 de noviembre de 2010 Sin Comentarios

Tomado de El Financiero

El artista plástico es considerado como uno de los máximos exponentes del arte mexicano

México.- Por su destacado conocimiento del dibujo, sus infinitos recursos y su sensibilidad, conjuntados con una mezcla de gracia, humor y placer por pin­tar, el artista plástico Diego Rivera es considerado como uno de los máximos exponentes del arte mexicano.

Este 24 de noviembre se conmemoró el 53 aniversario luc­tuoso del artista que mejor plasmó el colorido y la temática de lo mexicano con el lenguaje de las vanguardias, por lo que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) le rinde un merecido homenaje.

Pocos saben que Diego Rivera (1886-1957) tuvo un herma­no gemelo: Carlos, quien falleció a la edad de un año y medio, en la ciudad de Guanajuato.

Tras esa tragedia, la familia Rivera Barrientos se trasladó a la Ciudad de México, donde Diego, a la edad de 10 años, comenzó a tomar clases nocturnas en la Academia de San Carlos, bajo la tutela de Santiago Rebull y José María Velasco, entre otros maestros.

En 1907 se trasladó a España, donde continuó con sus es­tudios en la Academia de San Fernando, de Madrid, y asistió al estudio de Eduardo Chicharro.

En aquél país conoció y convivió con el círculo intelectual, conformado por escritores, artistas plásticos, músicos, mu­chos de los cuales después llegaron a México a causa de la Guerra Civil Española (1936-39) .

Permaneció en Europa de 1907 a 1910, lapso en el que via­jó a Francia, Bélgica y Holanda. En 1910 participó en la XVI Ex­posición de la Sociedad de Artistas Independientes de París, con la obra ‘La casa sobre el puente’, la cual le dio entrada a la Sociedad de Artistas Franceses.

A su regreso a México, en 1910, participó en las Fiestas del Centenario de la Independencia, con su primera exposición individual en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

En 1911 regresó a Francia y se estableció en París, en el fa­moso barrio de los artistas, Montparnasse, donde se proyectó como uno de los pintores más importantes del siglo XX, junto con Pablo Picasso, Amadeo Modigliani, Wassily Kandinsky y Georges Braque, entre otros.

Diego Rivera volvió a México y se integró al movimiento nacionalista, en el que se incluían los nuevos movimientos ar­tísticos y políticos, como el Estridentismo y el surgimiento de la Escuela Mexicana de Pintura.

Rivera aportó con la creación de su obra mural su caracterís­tico contenido histórico, social y político, que lo identifica hasta hoy como uno de los artistas más polémicos de su tiempo.

Realizó una gran labor como muralista desde 1922 y has­ta poco antes de su muerte. Entre los más destacados se en­cuentran los del Palacio de Bellas Artes, Palacio Nacional, la Escuela Nacional Preparatoria, la Universidad Autónoma de Chapingo, el Teatro de los Insurgentes, Ciudad Universitaria y en la Secretaría de Educación Pública.

También pintó murales en San Francisco, Detroit y Nueva York, donde plasmó el fresco ‘El hombre en la encrucijada del Universo’, en el Rokefeller Center, el cual fue destruido y pos­teriormente vuelto a pintar en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México.

Además, es ampliamente reconocida su obra de caballete, en gran formato, dibujos y ensayos.

Rivera es bien conocido porque siempre fue polémico den­tro de la construcción de su obra plástica. En junio de 1955 se le detectó cáncer y en agosto de ese mismo año viajó a Rusia para someterse a radiaciones con bomba de cobalto para su control y erradicación.

Murió a la medianoche del 24 de noviembre de 1957 en su estudio de San Ángel. Al día siguiente se le tomaron las impresiones para realizar la máscara mortuoria por Federico Canessi, y por su parte Ignacio Asúnsolo (ambos destacados escultores) tomó las impresiones para realizar un molde de la mano derecha.

El cuerpo de Diego Rivera fue trasladado al vestíbulo del Palacio de Bellas Artes en un féretro de metal color caoba, donde se realizarían los servicios funerarios y un homenaje póstumo.

Miles de personas acompañaron el cadáver rumbo al ce­menterio. En su testamento, Diego pidió que sus cenizas fue­ran colocadas junto a las de su esposa Frida Kahlo en su lecho de Coyoacán, pero el entonces presidente Adolfo Ruiz Corti­nes (1952-58) ordenó que la urna fuera instalada en la Roton­da de las Personas Ilustres, donde todavía se encuentra.

Se estima que a lo largo de su carrera, Rivera plasmó su ta­lento en más de siete mil metros cuadrados de murales, tanto en México como en Estados Unidos.

En cada uno de sus obras existe una visión del mundo que se va transformando con el paso de los años, porque detrás de la gran capacidad creativa de este artista había un proyec­to cultural, una política educativa y una ideología.

A la par de creadores como José Clemente Orozco y Da­vid Alfaro Siqueiros, Diego Rivera hizo de los muros no sólo testimonios elocuentes de una gran época de transformacio­nes políticas, sociales, económicas y culturales, sino también creaciones que se convirtieron en pilares del patrimonio artís­tico mexicano. (Con información de Agencias/JJJ)

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