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VISITA A LOS POZOS

Por lunes 15 de febrero de 2016 Sin Comentarios

“Ni preguntes lo que pasó después de que aquella mujer, bella ilusión de mi juventud, me recordó la “cita” que tuvimos en su casa veinte años atrás, ventana con rejas de fierro de por medio, según te platiqué…, jamás me imaginé que ella considerara tal encuentro como amoroso, y Yo no, por pendejo…, y de ese “amorío”, mi chava, sólo conservo el puñito de “Tierra Santa” que puso en mis manos ese atardecer”.
Alejandro, “El Pelón” Barraza.

Por: Salvador Antonio Echeagaray

…_Y en relación a don Federico, personaje principal en la trama de la novela que escribes, puedes agregar que este señorón, además de ser auténtica promesa del toreo, era doctor, y de los buenos…titulado en España, ejercía la medicina como un apostolado en beneficio de la gente de escasos recursos que representaba la mayoría de los campesinos de los pueblos y rancherías aledañas a la hacienda de “Los Pozos”.

_En cierta ocasión, el médico recibió a un anciano enfermo que llevaron en “andas” al rancho en una silla, a causa de que no podía caminar.

_Sucedió que después de examinar al paciente, reunió a sus hijos y demás parientes que lo habían trasladado desde la costa de Dimas; les informó que el ancianito padecía una enfermedad “terminal”…que de ese día “no pasaba”.., por lo que debían regresarlo a su hogar para que muriera en su casa, en paz, con el resto de su familia_.

_y en este hecho que efectivamente sucedió, tal y como te lo cuento, sobrevino lo increíble respecto a las reacciones que pueden desprenderse de la naturaleza humana…

_Ocurrió que aquel infortunado enfermo que respondía al nombre de “Nicho” fue inhumanamente abandonado bajo la sombra de un inmenso “Capule”, ubicado a la orilla del camino de tierra suelta que pasa cercano al rancho que conduce a la carretera internacional, hacia el rumbo de “Barras de Piaxtla” en la zona costera del municipio. ¿Lo dejaron muerto…o vivo aún? …Nunca se supo.

_El centenario árbol que había echado infinidad de raíces de las llamadas “aéreas” alrededor del grueso tronco, sirvió de “tumba” al desdichado anciano que fue amarrado entre las raíces y ramas tratando de impedir que los animales del monte se llevaran el cuerpo_.

_Fue encontrado días más tarde destrozado por las bestias que en las noches rondan en los montes aledaños. Por cierto, la silla en la que lo llevaron al rancho, no la dejaron… se la llevaron…, “livianita”, comentó sarcástico, don Alejandro_.

_Además de lo antes dicho, lo que resulta aún más interesante para tu novela es lo siguiente, me dijo dibujando misteriosa sonrisa sobre su rostro que mostraba incipiente barba entrecana:

_Está confirmado por los habitantes de los alrededores de este rancho, que jinetes y caminantes que acostumbran transitar por este camino carretero, usado por los rancheros que van rumbo a los pueblos de la costa, o a tomar en la carretera Internacional autobuses hacia Culiacán o Mazatlán…, han “avistado o vislumbrado”, sobre todo en los atardeceres, a cierta distancia, la figura de un hombre recostado entre las raíces del Capule, donde fue abandonado el cadáver del difunto “Nicho”_.

_Prosigue emocionado el relator…, Dicen, mi Chava, que conforme se aproximaban al gigantesco árbol, el espejismo o la visión del muerto desaparecía…_

_Aquellos valientes viajeros que se atrevían a pasar por el lugar, ya por muy “machos”, por ignorar el hecho o por necesidad, empezaron a dejar piedras sobre el pié del tronco que sirvió de tumba al muertito, piedras que recogían “desde antes de llegar”, por lo que aún al día de hoy se puede ver un gran promontorio formado con las piedras “bola” que los piadosos viajeros aventaban al pasar por el lugar, en recuerdo del llamado “muerto del capule”.

Al terminar el relato, pregunté a don Alejandro, el “Pelón Barraza” de mi novela, en relación al abandono del cuerpo de don “Nicho” por parte de sus familiares, ¿y tú cuando regresaste a la hacienda, después de los viajes por las islas griegas y Jerusalém, acaso colocaste alguna cruz sobre su tumba de piedras?

Me contestó: _ coloqué no una, sino tres cruces de madera de roble que es un árbol que según las creencias de las gentes de la región es sagrado, una cruz apuntando al este, otra, hacia el poniente y la tercera rumbo a la hacienda, por aquello de “no te entumas”.

_Don Alejandro, después de aspirar profundamente y retener por unos segundos el humo del cigarro de hoja que había liado y encendido, y que dejaba escapar lentamente, mientras hablaba, continuó…pero aquí viene lo bueno, Salvador. Escucha: A partir de que murió don Federico, el doctor que lo desahucio, se hicieron más frecuentes y con tanta regularidad las “apariciones” del ánima de don “Nicho”, que un buen día, se presentó de repente en el rancho, un gringo anciano de quien las gentes que sabían de él, aseguraban era un científico jubilado de prestigiada universidad californiana, invitado de un San javiereño, ex alumno suyo, disfrutando el supuesto académico, de la tranquilidad y belleza que el pueblo le ofrecía, eso sí, siempre con una cerveza en la mano.

los pozos_Con la cortesía de las personas educadas, solicitó y obtuvo, el permiso correspondiente para hacer una “investigación de campo”, así lo mencionó, en las instalaciones de la hacienda y sus alrededores, interesado en las inexplicables apariciones del difunto.

_A los días llegó el profesor universitario, trayendo consigo un arsenal en su camioneta 4×4, que incluía diversos aparatos de todos tamaños que utilizaría en sus trabajos de reconocimiento científico, sin faltar desde luego, enorme “hielera” repleta de “ambarinas” que compensarían en el investigador, lo cálido del ambiente, en la búsqueda que iniciaba tratando de encontrar respuesta a las “peregrinas” apariciones del “muerto del capule”.

_El anciano científico presumía y exhibía a todo mundo, una cámara de avanzada tecnología que emplearía para tomar impresiones de la imagen que supuestamente proyectaría el ya famoso para entonces, don “Nicho”, al momento de “aparecer” con su espíritu a cuesta, en este mundo de los vivos y tontos que pululan por todos lados y latitudes.

_Juraba el alcoholizado maestro jubilado, que la hacienda de “Los Pozos”, el pueblo de San Javier, el Municipio de San Ignacio, y por supuesto el estado de Sinaloa, se harían famosos con motivo de que, aseguraba, él lograría captar el ánima del infeliz don “Nicho”, en cuanto se apareciera, ya de frente o de perfil ante su prodigioso instrumento fotográfico.

_Te preguntarás ya a estas alturas del relato, que resultado tuvo la investigación del anciano que se aseguró, por el testimonio que rindieron trabajadores del rancho, que sí llevó a cabo entre borrachera y borrachera, en su afanosa, búsqueda, del huidizo espíritu del muertito “Nicho”, que de repente y para congoja del científico gringo, no aparecía por ningún lado.

_Debido a un compromiso de trabajo en el Puerto de Mazatlán, me ausenté durante dos semanas. Al regresar al rancho, me encontré con la nueva de que el “borrachito” como ya se le conocía al investigador, después de realizar largas caminatas por distintos sitios de la heredad, incluyendo el cementerio privado de los hacendados, fue encontrado al atardecer de un día cualquiera, “botado” debido a tremenda borrachera que traía entre pecho y espalda, ahí…, a la orilla de la tumba del muertito “Nicho”, en puros calzones…y lo peor…, había desaparecido su disque prodigiosa cámara fotográfica y lo más probable, sin registro alguno del evasivo difunto que se negaba a posar para la “ciencia del más allá”.

Los “beatos” que nunca faltan en ningún pueblo rural, así como los gnósticos y ciertos estudiosos de los designios Isotéricos que rodean e influyen en ciertas personas y que conscientemente o no, ignoramos como ciencia de lo misterioso y de lo ignoto, y que por cierto según se afirmó por gente seria, se interesaron todos ellos en las “apariciones” del “muerto del capule”, y es más, aseguran que ellos juraron por “esta cruz bendita”, en cuanto lo que tiene que ver con el valioso aparato fotográfico del investigador, nada tuvo que ver el elusivo espíritu de don “Nicho”, a quién achacaron por un tiempo, la desaparición de la citada cámara que por cierto, un buen día, fue localizada en una vil cantina de un pueblo sierreño, y la cual era utilizada para retratar a los embriagados parroquianos que en su “atarantado” espíritu, en su borrachera, repetidamente, brindaban ¡salud!., disfrutando de su crápula vida al posar ante la mencionada cámara.

Con esto que al día de hoy aclaro ante ti Chava, dijo con gesto adusto mi amigo Alejandro, te pido escribas la verdad sobre el pobrecito “muerto del capule”…, deseo digas y anotes que la gente, sobre todo, la que vive en condiciones precarias y a punto de la “extrema miseria” en pueblos y ranchos de los altos de nuestro Estado, necesitan creer, que requieren reafirmarse en algo más allá de su comprensión y la “realidad” que padecen, y considerando que si después del infame e inhumano proceder de quienes dejaron morir a don “Nicho”, como lo hicieron…, la gente buena y los afligidos de los pueblos han decidido honrar y pedir al muertito, por su necesidades espirituales o materiales, pues confiemos en que ellos se las arreglarán directamente con don “Nicho” en la creencia de que pueda resolver lo que le piden.

_”Ponle en tu relato, mi Chava, que los dos, Tú y Yo, cuando menos, deseamos fervorosamente que el Ánima de nuestro muertito, don “Nicho”…, Descanse en Paz, aunque no se haya dejado retratar”.

* Notario público y autor.

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