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SEMBRADÍO DE RENCORES

Por sábado 15 de agosto de 2015 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

Aunque el verbo transitivo sembrar (del latín, seminare) es “esparcir semilla en tierra para que germine”, con su sinónimo sementar, la sabiduría popular ha acuñado dichos o frases poéticas de incalculable valor, a partir de tal verbo.

Una muy usada como advertencia, dice: “Quien siembra vientos cosecha tempestades”, lo que obliga a pensar que mientras que hay seres humanos que toda su vida la pasan dispersando bien, otros, sus opuestos, no hacen más cosa que diseminar encono, odio, envidia, engaño, venganza, calumnia y mentira, que nutren ni más ni menos que el rencor (“resentimiento tenaz que se conserva de una ofensa”).

Si lo segundo es malo en sí mismo, resulta peor cuando se utiliza perversamente en la convivencia social (sicológica, religiosa, racial o políticamente). Como si fuera un estigma de la naturaleza humana, desde la más antigua antigüedad hasta el presente, se puede rastrear su persistencia en todos los pueblos de la tierra.

El bárbaro crimen de Herodes mandando asesinar a todos los recién nacidos es una prueba de ello. Lo mismo sucedió en Bulgaria cuando, después de siglos de ocupación turca, para sofocar la insurgencia en los Balcanes, los turcos decidieron acuchillar a todas las mujeres búlgaras embarazadas. Crímenes de esa bajeza no pueden generar sino rencor y odio.

Como si no se supiera que desde que el hombre primitivo en su ignorancia inventó cientos de dioses (politeísmo) y que continuó haciendo lo mismo a partir de la era actual (monoteísmo), con todo y lo avanzado de declaraciones de derechos de la Organización de las Naciones Unidas, a nadie (que no fuera un loco) se le ocurriría percibir como cierta especie de siembra de rencor la designación bíblica del “pueblo elegido de Dios”, más cuando éste agrede o somete a otros.

Tal fue el caso del abominable exterminio de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial, pues el pueblo de la raza aria también se consideró elegido. Muchísimo antes del holocausto (no nos cansaremos de repetirlo), nadie se atreve a considerar como fuente de rencor en los pueblos árabes de hoy los trescientos años en que Occidente los asesinó durante las Cruzadas militares religiosas hace casi mil años de nuestra era.

Cómo explicar democráticamente a los jóvenes y niños de nuestros días, que los judíos, por intolerancia, fueron expulsados de España, después de vivir sin violencia durante siglos en la tierra del Quijote de la Mancha, porque, de acuerdo a su religión, siguen esperando al Mesías, sin pensar que procediendo como procedió la Corona española sembró una invisible semilla de rencor en el pueblo hoy israelita. Y, todavía más contra ellos: que los judíos fueron los que crucificaron al Redentor. Infamia de espantosas consecuencias milenarias. Otro tanto ocurrió con los árabes españoles, también por su religión no cristiana.

Las terribles invasiones de naciones poderosas a naciones débiles motivadas por la brutal codicia territorial (remember USA versus México) y las guerras de agresión (USA-Vietnam), produjeron
en los pueblos invadidos y agredidos infinito sufrimiento y un perpetuo resentimiento, cuyas heridas no cicatrizan en su conciencia. Y qué decir de lo que otro cosechero de tempestades, el racista Donald Trump, viene sembrando actualmente en su nauseabundo discurso republicano.

Así, podríamos continuar extrayendo las miasmas (del griego miasma, mancha, o “emanación perniciosa que se desprende de las substancias animales o vegetales en descomposición”) del tufo maloliente del tema que nos ocupa, pero mantenemos nuestros ideales inspirados en la cultura universal de todos los pueblos del planeta.

Hasta aquí intentamos explicar que el origen de muchos rencores se encuentra, según el dicho, en los sembradores de vientos. Pero también existen en nuestros lares adictos a rencores de por vida (inventando auto ofensas para justificarse), pobres engendros de la mediocridad, la mezquindad y la cobardía, quienes por sí y ante sí crean capillas para la adoración de sus personas, asignándose dietas a perpetuidad provenientes del erario público (al que no rinden cuentas públicas) y con el derecho ilegítimo de elegir arbitraria y desvergonzadamente a quienes integren su cofradía cuyo aporte a la sociedad no pasa del culto a su personalidad.

A modo de colofón. Nadie cree que se puede hacer nada contra los vientos desencadenados por la Naturaleza. Sin embargo, en una nota sorprendente aparecida en El Sol de Hidalgo, se lee: “Coordinan acciones contra las lluvias en la Huasteca”, pretendiendo, quizá, someterlas.

Tomen nota los que cosechan tempestades, cuyos vientos son podados como renadío. (Renadío: sembrado que retoña después de haber sido segado).

* Economista y compositor

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