Nacional

Un Cuento de Otoño

Por domingo 2 de noviembre de 2014 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel “El Cuervo”*

pag 8 el cuervo1

Sabía que ella iba a estar ahí… Desde muy temprano comen     zó, lo que nunca, a preparar su arreglo con un entusiasmo especial… Era otoño… Desde un mes atrás era otoño, pero las hojas no caían aún… ¿sería esa una señal…? No, seguramente sólo se trataba de su deseo de anclarse o clavarse como un garfio a lo bellamente vivido junto a ella y el hecho de que las hojas permanecieran neciamente pegadas a su árbol no significaba nada más que los cambios climáticos resultantes de la actitud irresponsable de los humanos desde el punto de vista de la ecología… “Esta camisa está perfecta… No, se hace un bulto aquí y parece lonjita, esta no… A ver… Esta sí ¡claro, muy distinta…! Mmmm no, creo que no, es demasiado obscura y…

A ver, mejor me voy de playera y saco… No, voy a parecer viejo raboverde intentando impresionarla… Pero de eso se trata, de impresionarla… Sí, pero no algo tan obvio y ridículo… Elegancia, ante todo elegancia… Y discreto, muy discreto…” Finalmente, entre ellos no había nada ya… Había pasado… ¡Tanto tiempo…! Y sin embargo la seguía pensando y sintiendo como si fuera ese día… Ese día el centro de la ciudad estaba más caótico que nunca… Por eso fue que la tomó de la mano, con el perfecto pretexto de protegerla contra la muchedumbre… Pero, como dicen, siempre se recuerda lo que no sucedió, porque en realidad era ella quien lo protegía, ella quien iba por delante con esa decisión férrea que la hacía verse más bella aún si eso fuera posible…

—Tú ponte atrás de mí…
—Pero es que se supone que yo debo protegerte a ti, hermosa…
—No, como soy mujer, me respetan y así tú no te metes en problemas y llegamos más rápido… ¿Dónde nos dijeron…? Dos cuadras y a la izquierda creo…
—No, era a la derecha… Hacia el zócalo ¿no?
—Por eso, el zócalo está a la izquierda… No me sueltes…

Como niño, así se sentía… Como un niño que va de la mano de alguien que le protege… Al recordar, no lograba evitar estremecerse… Podía sentir nuevamente la tibieza de su mano jalándolo en la vorágine estruendosa del sábado en el Distrito Federal… “Chava Flores” tenía razón… “un hormiguero no tiene tanto animal…” de pronto se detuvo, en un puesto había gorros de santa Claus… Era justo parte de lo que buscaban… Después de comprar dos o tres, la abrazó… El beso fue inevitable… El rubor de sus mejillas perfectas enmarcadas en sus hoyuelos, la hacía ver más hermosa… Y un “¡Oiga…! ¿no le da vergüenza aquí en la calle…?” motivó una carcajada espontánea…

Su carcajada imponente, atrapante, feliz, desparpajada con que le cautivaba siempre… Como niño… Así se sentía… Como un niño preparando su ropa para la fiesta de cumpleaños… ¿Cuántos cumpleaños habían pasado desde la última vez…? No lo sabía… O tal vez no quería saberlo y prefería pensar que ayer la había abrazado y bebido esa lágrima de su mejilla al despedirse… “¿Me dejaste de amar…? ¿Es por eso…? Dimelo…” y su respuesta impactante fue: “Sabes muy bien que no se deja de amar cuando se ama…” No se deja de amar cuando se ama… Esa frase se repetía constantemente como un sueño recurrente que te despierta a media madrugada entre la sonrisa y la angustia… No se deja de amar cuando se ama… ¿Qué iba a pasar…? ¿Podría contenerse al verla y no abrazarla con toda el alma y derramarse en llanto…? ¡No, eso sería ridículo…! Aún trataba de dilucidar lo que había sucedido aquella vez en el restaurante…

Ese restaurante de la esquina donde la esperó una y otra y otra tarde de domingo con la esperanza de verla llegar apabullantemente bella… Entró al baño y al regresar, la copa estaba impregnada del labial que ella usaba… Primero sintió un vuelco en el corazón, después pensó que le habían dado una copa usada, pero prefirió concluir que había estado ahí, mirándolo de lejos y que al ir él al baño ella aprovechó para dejar su huella y permitir que la magia siguiera envolviéndolo… Acudió un par de domingos más con la esperanza del encuentro, pero la esperanza se desgastó como un recuerdo de infancia… Y dejó de ir… Dejó de acudir a aquella cita unilateralmente acordada de tres a seis de la tarde… Tarde… Se hacía tarde y aún no decidía qué ponerse…

Por fin escogió una camisa azul, unos jeans y un blazer azul marino y salió con la prisa lógica para llegar a tiempo… En el camino, al llevarse la mano a la cara con la intención de atrapar fantasías y esperanzas nuevas, se dio cuenta que no se había rasurado… El letrero de “Farmacia de 1ª Clase” fue como un oasis… Pidió un rastrillo de triple hoja, una botella de agua y un frasco de agua de colonia… “del que tenga… ¿De cuál tiene…? De ese está bien…” de regreso al auto, bajó la visera para verse en el espejo…

Mojó ligeramente el rastrillo llevando los dedos en sentido inverso al filo para hacer correr el lubricante… Mojó ligeramente su barba para suavizarla y sin más, se rasuró con todo cuidado para no cortarse y manchar la camisa… Por fin llegó… Había pensado una y otra vez qué decirle… Tenía preparado un discurso respetuoso y apropiado… De nada le sirvió…

Al encontrarla de frente las palabras se atropellaron y ante el abrazo con sabor a marea solar que ella le daba, sólo dejó escapar un balbuceante “¡Qué gusto verte, qué gusto…!” No vio con quien iba ni escuchó quien era… O tal vez no quiso ver ni escuchar…

—Ahorita nos vemos, ya va a comenzar…
—Sí, nos vemos al ratito, no nos despedimos… No tardes… Ya va a comenzar…
—Sí, es lo que te acabo de decir, jajajajajaja…

¡Estúpido…! Se había comportado como estúpido… Hubiera querido regresar el tiempo como una cinta de audio y video y corregir el lipsing pero eso era imposible… No estuvo tranquilo hasta que la vio dentro… Se había sentado en un lugar resultaba difícil para verla desde su ángulo visual… Para para poderla mirar, tenía que volver la cabeza hacia ella y eso iba a ser muy obvio… Sin embargo no podía evitar hacerlo y un par de veces, se topó con su sonrisa que le derretía el alma… En el intermedio se levantó al baño… Había mucha gente… También en el de damas había fila… Ella apareció, venía como sin apercibirse de nada y de repente volvió la mirada directo hacia él…

—¡Cuánta gente…! Y bueno, las mujeres tardamos más jajajajajaja…¡Uy, apúrense… jajajaja! ¿Cómo has estado…? Me da gusto verte…
—Ahí va todo, ya sabes… Mmmm si quieres, vamos a un restaurante que está aquí a media cuadra, podemos pasar al tocador ahí y nos tomamos un café y regresar al segundo acto…
—Creo que sí… Pero no nos tardamos ni diez segundos… ¿va?

Y ahí, los segundos se hicieron minutos y los minutos corrieron entre la charla que acariciaba la piel y el alma… Cuando hicieron conciencia del tiempo, ya habían transcurrido cerca de dos horas… No tenía caso regresar… Todo habría terminado… La invitó entonces a caminar… “Aquí cerca están las fuentes brotantes, podemos caminar y comernos una quesadillita ¿quieres?” “Pues sí… Ya ni hablar, vamos a esa  caminata entonces y seguimos recordando todo…” “¿todo…?” “no, no todo… Casi todo.” Y la carcajada vital que alimenta el paisaje no se hace esperar… Ella sonreía con un rubor casi púber… él la miraba queriendo desandar el camino y llegar hasta aquellos momentos… “No me mires así porque…” “¿porque qué… Qué sucede si te miro así…?” “no lo sé, pero nada bueno…” “eso suena bello y delicioso…” Y milímetro a milímetro comienzan a acercarse… Él podía escuchar su respiración agitada… Ella podía percibir su intención de atraparla por la cintura… Él intentaba penetrar al fondo de su alma a través del portal mágico de sus ojos… Ella luchaba sin éxito por no sucumbir ante el embate de la emoción que antaño les había envuelto… “¡Qué extraño, ya es bien entrado el otoño y las hojas no quieren soltarse…!”

“Sí, eso es lo que estaba pensando…” y la cercanía avanza… “¿qué significará…?” “Pues no lo sé… Tal vez sea una señal…” “¿señal…? Señal de qué…“ “No hagas caso, estoy loquito” y ya estaban a milímetros solamente, su aliento dulcísimo recorría su piel como un poema escrito en cada rincón… Sus labios invitaban a la caricia suprema… Casi adivinaba el sabor del beso… Ese beso que se había quedado tatuado en cada una de sus remembranzas… Su mano, recorrió lentamente su cintura fina, delicada… Podía adivinarse el calor de la piel bajo la tela delgada, muy delgada para el otoño sui generis que llegaba sin llegar… Ella permitió que su abrazo la aproximara más a él…

Los ojos se entrecierran, los labios entreabiertos a la espera lánguida, eterna, desesperante por la entrega en el beso… Su mano vibraba al tomarla por la cintura… La vibración era más fuerte cada vez… Era intensa… No podía evitar vibrar cada vez más fuerte al abrazarla… Poco a poco, desde un punto lejano, fue llegando un sonido que se integraba al vibrar en el abrazo… Era un sonido conocido… De pronto lo identificó, ¡La alarma! Había sonado por tercera vez la alarma vibratoria de su teléfono… Vio la hora y a toda prisa se levantó… Apenas le daba tiempo de llegar… Se asomó a la ventana para observar el clima y saber qué ponerse “Qué extraño, es otoño y las hojas no se caen…” Sabía que ella iba a estar ahí… Lo sabía de cierto… La emoción le hizo olvidar rasurarse… Una farmacia, pensó, ahí compro un rastrillo y una colonia aunque sea barata. No puedo llegar así ante ella… Qué extraño, en pleno otoño, las hojas se rehúsan a soltarse de su árbol…

*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.

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