Estatal

La Rabia

Por domingo 27 de octubre de 2013 Sin Comentarios

Por Nicolás Avilés González*

-¿Cuánto me cobra para llevarme al El Fuerte?, me urge- decía, mientras la cara morena de aquel hombre se mostraba perlada de sudor y lo acompañaba un rictus de aflicción.

-Trescientos pesos señor.

-Está bien, aguarde tantito, ahorita vengo- se alejó de prisa y en el pavimento sonaban los guaraches al alejarse del taxi.

-Entréguenme a mi niño- exigió gritando. Los médicos encargados del caso estaban sorprendidos por la decisión tan descabellada, imposible salir de aquella sala de terapia intensiva del Hospitalito de Culiacán. Tenía ya tres días en intensa agitación psicomotriz y era imposible egresarlo en esas condiciones.

-No podemos señor, se moriría- Aseguró el doctor encargado de la guardia.

-No importa dénmelo por las buenas o me lo llevo a la fuerza, ustedes no han hecho nada por él.

-Hemos hecho lo que hemos podido, pero el pequeño no responde su enfermedad es demasiado grave.

-Pues, me lo dan o se mueren- Los amenazaba con una arma de fuego que saco de entre sus ropas; los médicos se miraron y enseguida dijeron.

-Se lo lleva bajo su responsabilidad-

Claro, es lo que quiero, pero ajilense, lo voy a llevar donde lo curarán, si se los dejo morirá sin lucha alguna.

Unos días atrás había jugado con su cachorrito que le mordió la mano derecha, fue cambiando desde ser un niño sereno a la agresividad, le abandonó el apetito, le apareció sueño, enfadado y con intensos dolores de cabeza, salivación profusa y rechazó beber agua hasta hoy que se encuentra entre la vida y la muerte.

Poco tiempo después apareció la pareja, el padre lo traía en brazos, envuelto en una cobija que le tapaba de pies a cabeza. Sólo se escuchaba un quejido que no cesaba. Abordaron en asiento trasero del auto y sobre los muslos de ambos extendieron al enfermo.

-Dele mi amigo, ya nos anda porque lo alivien-

-Señor aceleraré lo que más pueda.

Durante el traslado no dejaban de presentarse episodios de agitación, acompañadas de contracturas intensas, quejidos y gritos que se hacían evidentes ante luces, ruidos de los motores de autos y camiones que encontraban a esas horas de la madrugada. Fácilmente se dejaba ver que le lastimaban. Después regresaba a su quejido habitual.

-Píquele señor, tenemos que llegar a El Fuerte, de ahí iremos hasta el rancho El Realito con don Eufrasio el curandero; él nos lo va a salvar, usted ponga su parte, métale la pata al carro.

-Si señor, vamos recio- Continuaba la incertidumbre dentro del taxi, el infante continuaba con los ataques, gritos, quejidos y su boca no dejaba de emanar abundante espuma ; su madre intentaba calmarlo, le hablaba al oído y le sobaba su cabecita con su mano derecha.

Después de tres horas llegaron a la cabecera del municipio alteño del estado de Sinaloa, el conductos preguntó- ¿Pa’ donde le damos?- Ya le dije que iremos hasta el rancho-El taxista miró la aguja del marcador, estaba casi vacío el tanque de gasolina.

-Tenemos que recargar combustible, casi no tenemos.-dijo el conductor.

-¿Ya no trai nada?- poquita contestò.

-Pues vámonos no está lejos don Eufrasio-

¿Cuánto falta para llegar?

-Unos veinte kilómetros.- aseguró el ranchero

– No llegamos

-Pues ni modo, arrímese a la gasolinera y póngale.

Los episodios de agitación se habían espaciado y cada vez eran menos intensos, el quejido era poco audible.

-Ha que bueno, parece que el niño se está calmando, siquiera para que descanse- lo decía, el chofer con el propósito de darles ánimo. Sobre todo porque estaba muy tenso por lo que pasaba en el asiento trasero. Avanzaban penosamente sobre la terracería que conduce hasta el Realito. En esos momentos el serrano levantó la cobija para revisar la cara del niño, notó inmediatamente la quietud. luego se percató que ya no respiraba, para cerciorarse que estaba vivo levantó una de las manos, ésta cayó pesadamente ya que estaba sin tono, lo estrujo y le habló por su nombre; Remigio, Remigio, Remigio, háblame hijo- El niño no contestó.

– Cual se durmió, nuestro hijo ya se nos murió, no alcanzamos a darle las tomas que lo iban a sanar, píquele pa’ atrás, vámonos pa´Caitime señor.

*Docente. Facultad de Medicina / UAS.

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