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Repartición y escasez

Por domingo 5 de febrero de 2012 Un comentario

Por Víctor Roura*

1. Culturalmente el centralismo, en efecto, desaira la animosidad que pudiera hallarse en los estados de la República. Mientras en el Distrito Federal se crea una Estela de Luz en la zona de Chapultepec, cerca del Museo de Arte Moderno y del Museo Rufino Tamayo, con un costo de mil 122 millones 954 mil 546 pesos (inversión con la cual se podría mantener durante un año, por ejemplo, la Universidad Autónoma de Querétaro cubriendo todos los gastos indispensables de una respetada Academia, incluyendo su área científica), en 191 municipios del territorio mexicano se carece de bibliotecas y en otros mil 407 no hay un solo centro cultural, ni en mil 940 existen museos, ni en dos mil 282 han visto jamás un teatro, ni en dos mil 285 municipios se ha construido nunca una librería. No sólo eso: antes de que termine el año 2012 se gastarán en la Ciudad de México —o se están ya gastando, si no es que ya se gastaron— mil 322 millones de pesos en remodelaciones y una nueva construcción cultural: 380 millones de pesos en la Cineteca Nacional, 240 millones en los Estudios Churubusco, 550 millones en la Ciudadela y casi 152 millones en el Centro Cultural Elena Garro. Y no están nada mal los proyectos. Qué bien que se hagan. Que se invierta en asuntos culturales. El problema son las intenciones sectarias, la ceguera intelectual, la nulidad política. Pues, ¿no puede la burocracia mirar hacia otros lados? Digamos, en Mocorito si no se parte de una iniciativa privada hasta el día de hoy dicho poblado sinaloense no tuviera una Casa de Cultura como la recientemente establecida Ley Domínguez. Porque por esos aires el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes aún no abastece sus tanques de oxígeno. Y así sucede con miles de regiones donde la única “cultura” posible es la que proviene de la resonancia televisiva. ¿Por qué no ampliar el espectro cultural? Debido justamente a esas miradas cortas de vista es que se crean las codicias en torno a las instituciones: allí están las becas que son motivo de disputas [a veces con verdadera iniquidad, que a su vez produce odios visibilizados] entre los distintos protagonistas de los diferentes hábitats culturales del país. Una Estela de Luz (con retraso de año y medio donde los millones se repartieron de manera inequitativa, donde afloró la corrupción que ningún funcionario ha querido desglosar) en el Distrito Federal para conmemorar el centenario de la Revolución Mexicana, mientras en alguna ciudad de la República se celebraba esta misma gesta… ¡con un partido de basquetbol! Apenas en Tijuana se acaba de crear una primera filial, por decirlo así, de la Cineteca Nacional… luego de casi 40 años de fundada. Y no está mal (¿quién puede decir que lo está?) construir un centro cultural dedicado a la ex esposa de Octavio Paz, ¿pero por qué nadie miró antes con binoculares hacia Mocorito? El Festival de Poesía de Zacatecas en diciembre pasado se efectuó gracias a la enjundia cultural del poeta José de Jesús Sampedro porque el nuevo partido en el poder asentado en aquella tierra le retiró en definitiva su apoyo, respaldo que había obtenido de las administraciones anteriores. ¿Y dónde fue a dar ese dinero que seguramente ahí estaba en algún pequeño presupuesto? ¿Por qué el Conaculta sólo compra las bibliotecas de los intelectuales aposentados en el Distrito Federal? ¿Por qué no otorga aunque sólo sea un millón de pesos —de los más de 16 que se ocupó en sufragar, por ejemplo, a la familia de García Terrés— a los herederos del potosino Félix Dauajare o del sonorense Abigael Bohórquez? Es notoria, pues, la visión parcializadota de los detentadores del poder cultural en México. Por eso quienes logran destacar desde sus ciudades “provincianas” de inmediato se adaptan a los requerimientos del sistema establecido de la cultura: halagan a quienes tienen que halagar, usan las referencias útiles para que a su vez sean citados con frecuencia por esos mismos referenciadores útiles, participan en los coloquios con las personalidades de la cúpula cultural sin cuestionarlas, adoptan actitudes serviciales… ¡y hasta premian a quienes deben premiar según los acuerdos a los que se llegan en las asambleas privadas! Como acontece en la política nacional, donde se agrupan selectivas personalidades que juega el juego que todos juegan, en la cultura también los sucesos se juegan echando los dados al aire… ¡y ay de aquél que no sepa cuándo retirarse a tiempo del juego si no quiere verse excluido aparentemente sin explicaciones!

2. Sí. Ahí está deslumbrando los ojos de los espectadores la Estela de Luz. Y allí están, o van a estar, las remodeladas Cineteca Nacional en la Avenida México, la Ciudadela en Balderas, los Estudios Churubusco en Tlalpan o el Centro Elena Garro en Coyoacán. Primorosas construcciones culturales. Que la televisión, mientras tanto, siga nutriendo “culturalmente” a cientos de miles de personas en las regiones aún no localizadas en el mapa geográfico de las autoridades de la cultura nacional. Que la televisión hable por su espíritu.

*Periodista y editor cultural.

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Un Comentario

  • Manuel Castro dice:

    El centralismo es agobiante y asfixia a la provincia. No se podemoas negar la importancia y peso específico de la ciudad de México, desafortunadamente es el centro del poder y como tal se maneja en todos los aspectos de la vida de nuestro país por la poca visión que se tiene del resto de la Patria. No creo que se siga pensando el absurdo: «fuera de México (Cd.) todo es Cuautitlán» porque se ha demostrado que en provincia hay cultura, deseo de promoverla. Lo que falla es el exceso de politiquería, favoritismo, quizás envidia, egoismo (y tantos otrtos «ismos»). Todo se circunscribe a la política. El verdadero creador debe ser hasta donde se pueda: apolítico, puro y transparente, en México (país) los autores están marcados por su «partidismo» y «llevan agua sólo para su molino».

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