Estatal

Pepinos sinaloenses

Por domingo 15 de abril de 2018 Sin Comentarios

Para mi hermano Carlos Efraín
que me fortalece en sus hijos

GILBERTO J. LÓPEZ ALANÍS

Ahora que se acerca la primavera, seguramente visitaré a mi hermano en su casa, lo más probable es que me invite al patio bajo la sombra fresca de un aguacate; comenzaremos a platicar y a reírnos gratamente.
Se levantará y nos iremos charlando a la cocina, sacará dos pepinos del congelador que ex profeso guardó al saber que iría a visitarlo; sin dejar de oírme comenzará a partirlos después de haberlos pelado y cortarle los extremos, además de frotarlos para que no se amarguen, los salpicará con la sal de Sonora, que es la que a él le gusta, que por cierto se llama Kino –en Sonora el nombre de Kino aparece indistintamente en cualquier parte, es un orgullo regional- y tienen razón, ya que este jesuita participó en la formación del espacio social sonorense y antes, a su llegada a la Nueva España, había polemizado con el sabio mexicano don Carlos Singuenza y Góngora sobre problemas de astronomía. No podemos dejar de mencionar que entreverada en esa polémica andaba la poeta Sor Juana Inés de la Cruz, que traía en sueños e ilusiones a uno que otro caballero o dama de la corte virreinal.
Regresando con Efraín mi hermano: partirá dos limones grandes y los exprimirá sobre los pepinos, vertirá sobre ellos salsa picante “Brava”, elaborada en Mazatlán. Quiero advertir que los pepinos deben ser de la producción del
Valle de Culiacán. Valle éste de fuerte presencia histórica en el Noroeste Mexicano; aquí encontramos referencias vivas desde la vida pre-hispánica hasta el capitalismo hortícola, en este valle de la triple vía hidráulica (Humaya TamazulaCuliacán) Nuño Beltrán de Guzmán quiso asentar el confín de una disputa feroz con Hernán Cortés; aquí el titular de la primera audiencia en la Nueva España marcó su finitud conquistadora, después de Culiacán, Nuño ya no fue el mismo, y al fundarse la Villa en 1531, contemporiza con la aparición de la Virgen de Guadalupe, la del nuevo evangelio, la que le quiebra el esquema a los burócratas clericales de la época, la que fue y es símbolo de reconstrucción nacional, y aquel milagro y su permanencia, son signos de un auténtico fervor popular que no admite manipulaciones ni oportunismos electorales, como los de Clouthier en 1986.
Volviendo a los pepinos, vale la pena expresar que se acompañan con tres (sólo tres) botes helados de cerveza, y no está por demás decir que este exquisito platillo de entremés, propicia el lucimiento de las manos y el cuidado de las uñas. Sugiero que al servirlo se haga tal advertencia y notará usted el espectáculo de unas manos en ritmos desiguales y sincrónicos movimientos, que puedan acompañarse con suave música de tambora, haciendo una selección de piezas que vayan desde las “Brisas de Mocorito”, acercándose a “La India Bonita”, bailando con “Alejandra” y empacando maletas para bailar “De Mazatlán a Acaponeta” y alguna que otra para el deleite.
Y si después de esto a usted le dicen que somos broncos ó bárbaros, sonría y siga visitando a su familia y prepárese unos pepinos sinaloenses, y ahí sí, ríase hasta que las lágrimas le recuerden que las formas cotidianas de la vida son parte de nuestra cultura.

* Director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa

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