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Rogelio Naranjo, IN MEMORIAM

Por miércoles 30 de noviembre de 2016 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

rogelio naranjoEl admirado y estimado Eduardo del Río, Ríus, me presentó en su casa de Cuernavaca a Rogelio Naranjo, un día de 1972. Trabajando como promotor social en el recién creado INFONAVIT, se me designó para que atendiera los programas de investigación de campo del instituto en la capital de Morelos, sin saber que ahí estaba residiendo Ríus, al que no veía desde que yo estudiaba Economía en el IPN (1962-1966). Nos reencontramos por casualidad en un café en el parque central de la ciudad, del que nos volvimos clientes permanentes.

Al paso de los días, a Ríus le dio por invitarme a desayunar a su casa, donde platicábamos incansablemente y nos intercambiábamos libros y discos. Yo llevaba alguno de sus libros que compraba en la librería, para que me lo autografiara. Varias veces él me obsequió otro de su librero. Me pidió que no me desapareciera, que lo visitara más frecuentemente. Le acepté la invitación con la condición de que cuando lo encontrara trabajando, tuviera la confianza de decirme que volviera otro día. La casa de Ríus formaba parte de un conjunto de residencias construidas en círculo, con un jardín común muy amplio en el centro y un chapoteadero a un lado del acceso a la sala.

Un domingo fui a visitarlo por la tarde y lo encontré conviviendo con Rogelio y las esposas de ambos, mientras sus hijos pequeños se divertían en el chapoteadero. Ahí fue cuando nos presentó a Rogelio y a mí, hablándole de mí (que yo era compositor) y de mi her mano Florencio (líder del Movimiento Estudiantil de 1968). En pocos meses terminé el trabajo en Cuernavaca, mismo que mereció el elogio del licenciado Jesús Silva-Herzog Flores, director general del INFONAVIT, enviándoseme a Guadalajara a hacer los levantamientos de campo en los estados de Jalisco, Michoacán, Colima y Nayarit. Pero no dejé de visitar a Ríus; cada vez que viajaba a la ciudad de México, en fin de semana me daba tiempo para desplazarme a Morelos a saludarlo. Cuando se me designó delegado regional en los estados de Sinaloa, Baja California Sur y Durango, ya no pude hacerlo. Pasó el tiempo. En una ocasión, estando en el Distrito Federal, renté un auto para ir a verlo, pero encontré la casa sola.

Terminó mi trabajo en INFONAVIT. Corrieron los años. En 1982, diez años después de que Ríus me presentó a Naranjo, volví a tener trabajo en la ciudad de México. De nuevo fui a buscarlo en Cuernavaca y por suerte lo reencontré, pero ahora solo. Una señora anciana originaria de Guerrero cuidaba la casa y lo atendía. Por ella supe que se había divorciado y que había sufrido mucho.

El autor de Los Supermachos y Los Agachados me confió que ya no pensaba dibujar más. Las circunstancias me obligaron a contradecirlo y hacerlo razonar que su don o talento le pertenecía al pueblo. Y que estaba obligado a culminar su tarea como crítico social al servicio, precisrogelio naranjo 2amente, del pueblo, al que a fin de cuentas se debía. Me retiré deseando de alguna manera haberle sido útil. Con el paso del tiempo, habiendo regresado a trabajar a Sinaloa, tuve la satisfacción de volverlo a encontrar en sus visitas anuales a la Feria del Libro y las Artes (FELIART) en Mazatlán. Ahora con su nueva esposa y una hija pequeña. La última vez lo hizo acompañado por Rogelio Naranjo, con quien participó en una exposición con sus trabajos y el de otros moneros, como Helguera (así los llama y se llama a sí mismo), dentro de las actividades de la Feria, en el Museo de Arte de Mazatlán.

De nuevo, mantuvimos los tres una charla interminable por el puerto, en la plazuela Machado, el restaurante La Costa Marinera, el velero de Eduardo Olivares Amores y el hotel Royal Villas Resort. En esa ocasión Naranjo me obsequió y autografió una espléndida edición de uno de sus últimos libros, con un soberbio empastado de lujo, no recuerdo ahora si editado por la UNAM. En una de las charlas en el hotel, Ríus le contó a Rogelio que yo había participado en la publicación de un periódico en la Escuela Superior de Economía (El Colmillo Atinado) apoyándonos él con sus cartones. Yo agregué que en dicho periódico habíamos publicado la primicia de los Doce Relatos Escuinapenses de El Güilo Mentiras, de Dámaso Murúa, con tus ilustraciones, le dije a Naranjo. Efectivamente, asintió.

Dámaso es de un carácter especial, cáustico, enérgico, dijo. Se sintió conmigo porque no acepté que me contratara para que lo dibujara en una serie de retratos que hice de personajes de la literatura, tomando como base algún animal, como un pez con Neruda, rematándolo dibujando su rostro.

Me abstuve de hacer ningún comentario al respecto a Naranjo, en esa que fue la última vez que lo vi y platiqué con él acompañado por Ríus, en Mazatlán. Por respeto, nunca toqué ese asunto con el admirado y muy estimado maestro Dámaso Murúa quien, sin dejar de admirarlo, me obsequió una caricatura de Naranjo que amplié y enmarqué y la conservo en el muro de la entrada de mi casa en Mazatlán.

De mi parte, como lo he hecho en otros casos, le guardé el secreto de su confidencia a Naranjo hasta su muerte, ocurrida, desgraciadamente, el pasado día 11 del presente mes, en su casa de la colonia Lindavista, de la ciudad de México, faltándole 22 días para cumplir 80 años de edad (3 de diciembre de 1937, Morelia, Michoacán).

En declaraciones aparecidas en Facebook, Eduardo del Río, Ríus, humorista al fin, confiesa que por su edad creía que se iba a ir él primero; deplora la muerte de su paisano Rogelio Naranjo y le pide que le haga “un lugarcito donde la pueda pasar bien”, rindiéndole, así, humilde homenaje a uno de los genios de la caricatura política mexicana de todos los tiempos: Rogelio Naranjo Ureño. En Wikipedia se lee: Estudió pintura en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Publicó sus primeros cartones en la revista Sucesos y el periódico El Día, destacando la perfección de su pincel en publicaciones como El Mitote Ilustrado, Siempre!, Proceso, La Garrapata, El Clarín y El Universal. Su primera exposición de dibujo y pintura la hizo en 1966. Ganó el Premio Nacional de Periodismo de México en caricatura en 1977.

Asimismo La Bienal Internacional del Humor de La Habana. En 1982 fue ganador del Concurso de Caricatura Antiimperialista de Nicaragua. Obtuvo el Premio a la Trayectoria Periodística Manuel Buendía. En 2008 recibió el Premio La Catrina, en el Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, durante la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Siempre reconoció que el Movimiento Estudiantil de 1968 lo comprometió para asumir en la caricatura, de por vida, la crítica política en favor de las mejores causas del pueblo de México. Dejó un legado de más de mil caricaturas. Descanse en Paz.

* economista y compositor

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