Nacional

(El/La) Quitapenas

Por domingo 19 de octubre de 2014 Sin Comentarios

(…) la pasión por el juego es un equivalente de la antigua compulsión al onanismo; el carácter irresistible de la tentación, la resolución solemne de no empezar nunca más, siempre desmentida, el aturdidor placer y la mala conciencia del hecho de que uno se destruye, todo esto permanece en la sustitución (Sigmund Freud).

Por Carlos Varela Najera*

Freud, en su obra en El malestar en la cultura, habla del quitapenas, refiriéndose con ello a la toxicomanía,  hoy  los psicofármacos tambien cumplen esa función, movilizan al sujeto, le dan su pequeño empuje toxico para que soporte la vida. Lacan muy cuestionador del orden establecido manifiesta que como no existe la complementariedad de los sexos, el sujeto se escuda más en los quitapenas para darle un plus a su vida, de lo que se trata es que si no existe complementariedad el sujeto no se privará del goce, para ello hará uso del toxico.

Lacan en su época ya explicaba que el abuso de sustancias toxicas era una forma de liberarse de la barrera fálica tal como menciona Jacques-Alain Miller en su libro El Otro que no existe y sus comités de ética.

El consumo químico que también los psicofármacos producen, hacen al sujeto mecerse en su cuna narcisista, pensando que han conquistado la completud y eludiendo la castración que es el pan nuestro de cada día, los hace representarse como sujetos en el paraíso que recuperado por el objeto droga lo aliena, lo somete, se instala el amo de la adicción que lo devora. Decimos entonces que frente a la castración no esta demás una solución química y si de paso nos intoxica es mucho mejor.

Sortear la castración es la ilusión del toxicómano, no sin dejar de recordar a nuestros queridos lectores que toxicón significa veneno, bajo este precepto y con conocimiento de causa, la toxicomanía no sólo hace desaparecer al sujeto de su castración, sino que ese veneno agujerea al sujeto, instalándolo en su propio panteón portátil, como bien gustaba llamar  Alan Badiou a su metáfora.

Elludir la castración sume al sujeto en una suerte de narcisismo espontáneo, que termina cuando la dosis se desvanece, colocandodolo en la incertidumbre de lo Real, mencionando que lo Real es un aporte Lacaniano que sitúa al sujeto en pura angustia.

Freud comentado por Miller menciona que la tesis del padre del psicoanálisis, sobre todo en la carta a Fliess de 1897, señaló que la raíz de todas las adicciones y toxicomanías se sostenían en la masturbación infantil, recalcando Jacques-Alain Miller, la interacción del goce fálico, este planteamiento que hace Miller de Freud, es porque la masturbación infantil deja en la memoria un ex-sexo, como placer que, al instalar una memoria de ese acto, tiende a repetirlo, y como la mano no es suficiente, hace del tóxico su pequeño dasein para llevárselo a la boca o bien al cuerpo, siendo tomado por el placer en su loca repetición a la N veces.

De tal manera que el goce tóxico es una suplencia química de la satisfacción onanista por la cual desfilamos todos sin excepción, digo todos los que pasamos por el régimen edipico, sosteniendo en la hipótesis freudiana que el Edipo es el modo en cómo cada sujeto en lo singular fue sometido a la ley, y posteriormente hacia lo que conocemos como normalización, de hecho sin Edipo no hay realidad psíquica, ni función simbólica porque cuando se ejerce la castración sobre nosotros en ese momento nos humanizamos, no pasa lo mismo con el perro o los gatos, ellos no pasaron por el Edipo, es decir no se instaló la ley, ni la función simbólica producto de la castración.

De tal suerte que la toxicomanía seria la masturbación del goce fálico repetido en la sustancia que se consume para idiotizar en el nombre de esa solución, así como el vicio del onanismo dirá Miller es remplazado en los niños por la pasión por los juegos u otras adicciones que le dan un contentamiento de placer sin menoscabo alguno.

*Licenciado en Psicología y Doctor en Educación, Profesor e Investigador.

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