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Marco César García Salcido; orador, jurista y rector de la UAS

Por domingo 1 de junio de 2014 Sin Comentarios

Por Teodoso Navidad Salazar*

pag 6 teodoso navidad1Hombre de recia personalidad; su hablar es profundo, modulado, como buen orador, que es. Desde niño ha sido rebelde, combativo y combatido; hombre de servicio a los demás.

Confiesa que, conserva vivo el consejo de Joaquina Salcido Estenzor, su madre, cuando siendo estudiante de derecho le recomendó: “deberás ser un abogado que sirva a la gente. Esta profesión no es para que te hagas rico. No debes ser un abogado sinvergüenza”. Esta expresión marcó para siempre su trayectoria.

Sentados frente a frente y bebiendo sendas tazas de café, comentó que, al morir su padre (Miguel García Núñez, originario de Tepic, 43 años), su señora madre, ejerció el liderazgo en la familia. “Mi madre era sencilla, estricta, pero muy amorosa con sus hijos. Tuve infancia pobre pero muy feliz -señala- Mi padre era hombre de a caballo.

A los dieciséis años combatió contra las fuerzas norteamericanas; después trabajó en la construcción de vías del ferrocarril, en el tramo Nayarit-Guadalajara”. Al evocar el tiempo de antes, recuerda con nostalgia su estancia en San Diego y Eldorado, Sinaloa, donde su padre era obrero en la factoría azucarera, así como las noches en que junto con sus hermanos Miguel, Petronio y Sergio Rafael, llevaban la cena a la fábrica.

“En Eldorado terminé la primaria”-señala Marco César.- “Con ayuda de una tía paterna estudié secundaria en Tepic. La vida era difícil y  mi madre nos sacó adelante, vendiendo algunas reces que conservó, en Tenchoquelite, municipio de San Ignacio, donde nací el 3 de abril de 1931”.

En acto de rebeldía para con la autoridad materna, Marco César, que había hecho ahorros, producto de trabajos desempeñados, marchó a la ciudad de México, y se inscribió en la preparatoria, dirigida por José Vasconcelos. Vivió las manifestaciones que pretendían derrocar al rector Salvador Zubirán. Ingresó al Pentatlón Deportivo Militar, que moldeó su carácter.

Incursionó en el básquetbol de manera exitosa siendo seleccionado nacional en liga mayor. Jugó futbol americano y concluyó estudios medios superiores en la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.

La situación económica se tornó difícil y regresó. Se inscribió en derecho en la Universidad de Sinaloa. Recibió influencia de maestros del calibre de Miguel Buelna Tenorio, Clemente Vizcarra, Raúl Valenzuela Lugo, Rodolfo Monjaraz Buelna, Juan M. Zambada, José Antonio Sánchez Rojo, Juan Duarte y Francisco Gil Ontiveros. Leyó los cásico, a José Vasconcelos, José Ingenieros y columnistas de las revista Siempre.

En tercero año llevó negocios y apoyó el gasto familiar. Titulado impartió clase en la escuela de Contabilidad y Administración y de Derecho; antes lo hizo, autorizado por el Consejo Universitario, en la secundaria, con paga simbólica.

Terminó estudios en 1957; el 18 de diciembre de 1958, se tituló. La manera de tratar a los alumnos le ganó simpatías: “siempre inculqué valores y sólidos principios. Los conminé a enfrentarse al maestro lépero y al centavero.  Fui enérgico.

Por eso los tuve de mi lado. Les decía que el estudio es para los valerosos, no para cobardes. Les leía siempre temas de grandes hombres”. Para ese entonces los ingresos de Marco César permitían comprar libros, y se convirtió en asiduo lector de la obra social de Lázaro Cárdenas, de Víctor Hugo, Emilio Zolá,  escritores y poetas latinoamericanos.

Poco después de titulado, obtuvo el fíat de Notario Público. Antes se desempeñó como defensor de oficio y catedrático de la Universidad de Sinaloa, de la cual más tarde sería rector, en una de las etapas más tormentosas que se hayan vivido, debido a la violencia desatada por ambiciones de grupos, que disputaban poder político y económico.

Invitado por Amado Estrada Rodríguez, su maestro en Derecho, ingresó al PRI. Leyó atento a Lombardo Toledano y Carlos Alberto Madrazo, en su afán democratizador al interior del PRI. Más adelante fue juez penal, civil y catedrático.

Asumió la Secretaría General de la Universidad, con Humberto Acedo Cárdenas y repitió con Rodolfo Monjaraz Buelna, pero hubo diferencias con él, por su pretensión de jubilarse con sueldo de rector. “Me pareció inmoral su retiro con ese sueldo; lo molestó profundamente. Me pidió la renuncia como Secretario. No me entendió, no se dio cuenta de que yo era su hechura; una buena parte de su propia formación.

Había sido mi maestro, me inculcó valores; principios y valores que mi madre me había hecho ver, y que reforcé en sus cátedras y mis lecturas. ¿Le entregó su renuncia?  “¡No!. –Respondió tajante- Le dije que me cesara si quería, pero no iba a ser comparsa de algo obsceno. Le molestó mi actitud. Las cosas no fueron como las describió el periodista Jorge Medina León, utilizado por Monjaraz para denostarme.

Yo pedí que me cesara. Él, me llamó traidor. Estoy tranquilo. Pero dejo en claro: No traicioné jamás a la Universidad, ni tomé un peso que no fuera mío. Al ocupar la rectoría, me pareció excesivo el sueldo de rector, cuando había tantas carencias. Por oficio, ordené bajar a 10 mil pesos.

El rector ganaba 20 mil; era ofensivo. Debo decir que jamás compré nada para mí, con cargo al presupuesto de la UAS. Monjaraz no comprendió a su alumno. No obstante haberme lastimado, no lo odio. Menos ahora. No soy un hombre de odios. Por ello he sido feliz”. Señala Marco César, mientras se alisa sus blancos cabellos con la mano izquierda, para luego tomar un sorbo de café.

Luego arremete-“Nunca gasté un centavo para hacer campaña. La muchachada y algunos maestros decidieron impulsar mi candidatura”- Dice, mirándome directamente. “Yo no deseaba la rectoría. El día de la elección estábamos mi esposa y yo en casa de mi suegra y nos disponíamos a ir al cine, cuando Raymundo Ríos Astorga, llegó para informarme que había sido electo para el periodo 1972-1976.

Solo cubrí un año (72-73). Renuncié a la muerte de Humberto  Guevara Reynaga”.

García Salcido dirigió a la UAS, en etapa difícil. Siendo catedrático alentó la conveniencia de su autonomía; como Secretario, la impulsó.

Defendió el proyecto para crear la Escuela de Medicina y la de Filosofía y Letras. Dichos proyectos estaban en su plan de trabajo siendo rector. “Yo redacté el acuerdo para crear la escuela de Medicina, que surgió con Arturo Campos Román”-señala. “La UAS, era un caos. No había dinero.

Entonces me entrevisté con el presidente Echeverría Álvarez. Me acompañó el Ing. Sergio Moya; nos dio lo que pedimos. Hasta un barco para la escuela de Oceanología, que no llegó por la violencia al interior; tuvimos camiones, mejor presupuesto y otros apoyos.

En esa ocasión comenté a Echeverría que debía tomar cartas en el asunto de la UAS, pero no matando ni reprimiendo. Expresé que no avanzábamos en los programas y que merecíamos mejor destino”. Recordó Marco César el ambiente tenso, y la exigencia de tomar partido.

Criticaban su indefinición. “No me involucré con nadie. Cierto día en sesión de Consejo, les dije: jóvenes, si esto sigue así, se van matar entre sí. Estaban ahí, quienes se hacían llamar Enfermos, Pescados, Chemones, y otros; si muere alguien renuncio, y renuncié.

Los enfermos hicieron gran daño. Desbastaron a la UAS. Ellos mataron a Humberto Guevara Reynaga. Nadie me expulsó- dice tajante, poniendo su puño sobre su escritorio- El Consejo no aceptó mi renuncia.

Las cosas no mejoraron y me fui. No volví a la Universidad, porque se me cerraron las puertas. Cierto día en mi despacho de abogado, recibí a los hermanos Higuera López, Alberto Zazueta Duarte y a Enrique Peña Bátiz; me invitaron a participar en política.

Por ese entonces surgió la Asociación Política Francisco I. Madero, de la cual fui el primer presidente; luego sería Enrique Peña Bátiz, alma de todo ese movimiento. Casi dejé mi despacho. Estaba difícil. Las pasiones se desbordaron.

Entre los participantes había gente armada que decía: No tengan miedo licenciado -aquí estamos para cuidarlo. Desde el gobierno del estado me atacaron fuerte. Me despidieron de la escuela Normal de Sinaloa y el Colegio Cervantes. Hasta allá llegó Leopoldo Sánchez Celis a través de Jesús Lazcano Ochoa, responsable de Educación.

Me tacharon de comunista, entre otras lindezas”. Ernesto Higuera López, estaba buscando la alcaldía de Culiacán. Se hablaba de un ensayo democrático. Alejandro Barrantes fue apoyado por Sánchez Celis; Ernesto Higuera López por el Asociación Política Francisco I. Madero. El gobernador no lo entendió así. Pensó que se le disputaba el poder. Y entró con todo para que su gallo ganara. “Y ganó”.

Marco César participó en periodismo y política: ha sido uno de los más brillantes oradores sinaloenses. No se enriqueció, no obstante haber sido rector, Notario Público y regidor del Ayuntamiento de Culiacán; a contrario sensu, es hombre de servicio, justo y honesto.

*La Promesa, Eldorado, Sinaloa, mayo de 2014.
Comentarios y sugerencias a teodosonavidad@hotmail.com

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