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LAKANT Filosofía y Cultura

Por domingo 14 de julio de 2013 Sin Comentarios

Por Carlos Varela Nájera*

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Lakant es el título de uno de los libros de Jacques-Alain Miller, su pertinencia nos lleva a asomarnos a uno de los filósofos complejos junto con Spinoza, seguimos a Miller porque pone en escena la exigencia por parte de nuestra práctica de ser más Kantianos, esta invitación la desarrolla a partir de una mostración que nos interpela, ¿Qué puedo saber?, suponiendo que el saber se instala como un supuesto, un sujeto supuesto saber, es decir la impronta de semblante, el saber tal como se presenta en los recintos universitarios, se usa como arma contra los otros, se ejerce en su nombre un poder para someter o vilipendiar al otro, es importante señalar que el saber, cuando se encarna en el sujeto lo puede transformar de un sujeto que establece un lazo a alguien que los rompe en el nombre de un saber de amo.

Lakant2¿Qué debo hacer? Lleva una connotación de interrogación, lo más común es que se cae en dar respuestas inmediatas, de hecho nuestra civilización se quiere sostener sobre las recetas pensando que la vida se puede resolver en un manual, o que las respuestas están en la vuelta de la esquina, esta exigencia, encarna la moral, y plantea una demanda al otro, pensar que el otro tiene la respuesta lo convierte en deseable, así es como Dios se hace Dios porque él tiene la respuesta para todo, de igual modo amamos aquel que creemos que tiene la respuesta para nuestra falta, y en esa respuesta creo que él me completa, ahí nace el amor.

¿Qué me está permitido esperar? Se busca en esta exigencia la garantía, todos buscamos la garantía, desde aquí anulamos al otro, yo soy mejor que él. ¿Qué me está permitido esperar?, sería el reino de las esperanzas, el sujeto vive esperanzado, en algunos la esperanza desfalleció solo les queda el odio, la frustración, ningunear al otro. De igual modo en el que me está permitido, se instala la ley, la respuesta seria, no mucho, si acaso después de ciertas ganancias lo que le está permitido esperar al sujeto es la muerte, pero eso en nuestra cultura no debe ni ser nombrado, la muerte como innombrable se queda ahí, entre dientes.

Lo que Kant nos transmite de manera ilustrada es la mutilación, es decir que el sujeto sea digno, aunque para conseguirlo se tenga que desalojar la felicidad, es decir que el mandato kantiano obedece al justo juez que por su casa empieza, aunque se pague con el cuerpo por esa enmienda, Kant, es un super yo con patas, ya que el sujeto debe apegarse a la ley, ello trae como consecuencias fracturas psíquicas, es el pago por ser hijo de las leyes, estas fracturas psíquicas comienzan con lo que Kant no se imaginó, el descubrimiento freudiano de la pulsión que empuja siempre al sujeto a la búsqueda del placer sin medir las consecuencias.

Lakant3Miller menciona que en Kant se da cierto desprecio por el amor, hay según este autor una forclusión del deseo, de toda moralidad que pueda partir del amor, ya que una pareja que está besándose no puede reparar en las máximas kantianas probablemente dejarían de besarse, Kant seria con su indumentaria un representante genial de la monja, en ella todo libertinaje esta desautorizado, Kant es la monja que tras su indumentaria nada es amenazante, sólo sus máximas, pero en las sociedades libertinas las máximas a nadie amenazan, menos a los que teologizan que “lo que hagas en Mazatlán allá se queda”.

La suposición superyoica de Kant, se justifica cuando Miller cita al autor, mencionando que Kant, decía que siempre se debe actuar pensando que nos miran, este proceder kantiano además de que inaugura la paranoia como regulador automatizado, hace que todo sujeto sea un poco loco, y aunque su leyes inauguren la racionalidad moralizante esta no deja de trastornar las facultades de todo sujeto.

Recuerden la tesis según la cual el masoquismo moral no tiene zona erógena porque es la propia conciencia moral la que esta erogeneizada; y, por lo tanto, la conciencia moral no impone la renuncia a la pulsión, sino que es un producto de dicha renuncia, a la vez que la pulsión goza precisamente de su renuncia. Todo esto lleva a mostrar que el superyó, la ley, es nada más que la estrategia de la pulsión, es el camuflaje de una pulsión” (Jorge Alemán, en Miller 2000, p. 20).

*Licenciado en Psicología por la UAS Psicoanalista, Doctor en Educación, Profesor e Investigador.

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