Nacional

La Vida Que Promete

Por domingo 14 de julio de 2013 Sin Comentarios

Por Miguel Angel Aviles*

La-VidaTrece días del mes de Junio y noche de play off en el Arturo C. Nahl, ese vetusto estadio de alumbrado intenso y de gestas deportivas imborrables.

Trece el día como agüero cuando se enfrentaban el equipo de la SUTERM contra Piratas. La bola recibió un golpe tan perfecto como él lo hacía y surcó los aires como si llevara un mensaje al cielo. Roberto Ibarra y su compañero de equipo, Francisco Zamora intentaron atraparla cuando iba cayendo como una estrella fugaz y la historia ya no recuerda si fue out o si doña blanca fue a parar al infinito.

Lo que si cuenta con precisión la remembranza, casi como si ahorita mismo estuviera pasando, es que ahí, en ese intento, el codo de Francisco cayó exacto sobre la nuca de Roberto y este ya no supo de sí, desde antes de caer al suelo..

Son los paramédicos de la Cruz Roja quienes levantan a Roberto, ese prospecto que apenitas rasgaba los veintitrés años y que en esa temporada ya había impuesto récord al pegar tres jonrones en un suelo juego y dos en la misma entrada. Luego repetiría la dosis de pegar dos cuadrangulares y, antes de lo ocurrido había pegado seis en esos play off de cuyos vencedores y vencidos, Roberto ya no sabría mas.

Los más cercanos dicen que desde esa noche, a Roberto le llegaron los tres out sin darse cuenta. Un golpe seco contra el suelo vio la multitud y se puso de pie sobresaltada mientras los socorristas trotaban ya con él hacia la ambulancia para llevárselo derechito al hospital.

La suerte del ídolo, él que pudo ser un grande, ya estaba echada: un día después, lo médicos diagnosticaron muerte cerebral. De ahí pal real la ciudad aficionada ofreció una apuesta y depositó toda su confianza a esa ilusión popular que siempre se resiste. El diario de la ciudad compartió las glorias de Roberto: era, todo indica, un garbanzo de a libra: con amplia trayectoria en el beisbol paceño y toda sudcalifornia, fue seleccionado en repetidas ocasiones, había sido llamado por la Federación Mexicana de Beisbol para integrarlo a la selección nacional pero postergó la notoriedad eterna en tanto no concluyera su carrera de ingeniero, a lo mejor para inventar un teodolito que midiera esas verticales que dejan las pelotas cuando se pierden en el cielo..

Varias muescas estaban rasgadas ya en sus spaiks. A todas estas menciones, le antecedían sus pininos en la liga “Chalito Cota” y desde entonces ya pintaba para lo que fue. A temprana edad se puso la camiseta de su estado y vistió también la de los equipos del CEBATIS, Búfalos del Hotel “Los Arcos” y los electricistas de la SUTERM.

En ese volar tan alto fue subcampeón de bateo en la temporada, campeón de jonrones y sobresaliente en carreras producidas que un día, por fin, le entregaron la presea como champion bat de la campaña anterior a esta desgracia.

No había que regatearle nada porque enterita fue su culpa para que varios equipos profesionales, inclúyase a Los Bravos de Atlanta le siguieron los pasos pero le ganó eso de la estudiada y mejor le pidió a los buscadores que volvieran mas delante.

Roberto no convino lo mismo con la desgracia y esta se elevó hacia la parte trasera del diamante. Roberto fue por ella y lo que atrapó fue un primer strike. Frente a la multitud estaba el reto. Nadie se resigna a la primera: La afición, la prensa, el locutor, todo el gentío beisbolero deseaba que la muñeca de Roberto tuviera otra vez la fuerza y botara esa curva de muerte que ahora le lanzaban. Pero no hay como negar a veces que la vida duele y te poncha: a las 24 horas después de los ocurrido, el cerebro le cantó el segundo strike y las luces comenzaron a extinguir. Cuatro días después llegó el tercero y Roberto Ibarra León se fue, rumbo al cielo, al infinito o no sé donde como esa maldita bola, con la carabina al hombro para siempre.

Lic. en Derecho, escritor y Premio del Libro Sonorense.

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