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Semblantes y Orden Cultural

Por domingo 14 de abril de 2013 Sin Comentarios

Por eso no hay semblante de discurso. Todo lo que es discurso sólo puede presentarse como semblante, y nada se construye allí sino sobre la base de lo que se llama significante. Desde la perspectiva en que lo presento hoy, el significante es idéntico al estatuto como tal del semblante.
Jacques Lacan

Por Verónica Hernández Jacobo** y Carlos Varela Najera*

Semblantes-y-Orden-CulturalEsta categoría tiene múltiples extensiones, así como diferentes aplicaciones en casi todos los campos discursivos y culturales, existen semblantes académicos, científicos, sociales, familiares, de todo tipo y cada uno de ellos implica una teorización. El sujeto tal como lo dice Jacques-Alain Miller está condenado al semblante, de igual modo plantea el autor, que el significante es semblante porque establece un equivalencia entre lo simbólico y lo imaginario, esta categoría se aplica igualmente al orden cultural, por ejemplo el crimen organizado maneja semblantes específicos, el discurso de la ciencia otros tantos, la Universidad asigna semblantes de reconocimiento, el semblante máximo doctor o posdoctorado, todos ellos se inscriben en la dinámica del lazo social.

Veamos el semblante y la función docente, importa mucho el estilo que sería la impronta del docente, desde cómo se expresa, hasta si domina o no la materia de trabajo, todo ello perfila el semblante, lo paradójico de esto es que el semblante no se ve reflejado en el orden curricular, tal vez por eso pasa desapercibido, porque no es objetivo, es el despliegue imaginario del sujeto donde la subjetividad y la intersubjetividad salen a escena, semblantear es el sentido coloquial del término, o bien cuando se menciona hace caravana con sombrero ajeno, estos son los deslices del semblante.

Hay profesores que semblantean con un sujeto supuesto saber, haciendo creer al alumno que saben, el semblante en este sentido hace que se imponga un saber de amo, adormeciendo con el semblante lo que hay de inútil detrás del ser que habla en nombre del profesor, el semblante en este sentido engatusa, engaña, porque obtura la condición de verdad que sostiene al sujeto docente, sugestionando desde el semblante la pretensión de que este si sabe. El despliegue de este señuelo muchas veces es inconsciente mas no por eso deja de surtir efecto, cumple su cometido, abona a la atmosfera subjetiva de que se hacen las cosas bien, y esto indirectamente posibilita que el alumno se identifique con ese semblante y lo lleve a repetir o a creer que está aprendiendo.

Si del semblante no podemos escapar entonces sería necesario hacer buen uso de él, a razón de que develemos en nosotros mismos esa condición, sin arroparnos exageradamente del semblante ya que eso solo alimenta de señuelos imaginarios nuestra falta. El semblante intenta ocultar la castración, se cree desde el semblante que estamos completos, que nada nos falta, eso es exagerar en la confianza del semblante, es mejor que el docente en lugar de creérselo, se ponga realmente a estudiar, no alimentar tanto el semblante sino a operar con lo real que descarna al semblante.

¿Cómo el semblante engaña? Cuando al alumno se le hace creer que sabe mucho, al entregarle su diez, este señuelo es semblante, es decir el diez, es el semblante con el cual el docente engatusa al estudiante haciéndole creer que sabe, el diez seria el semblante amo que moviliza al estudiante a buscarlo frenéticamente volviéndose hasta obsesivo, machetero como comúnmente se dice.

Aprovechemos el semblante ya que de eso nadie se cura, saquemos provecho del semblante sin olvidar que este es un instrumento imaginario que en su aparición nos hace creer, es decir que el semblante construye las creencias que alimentan las esperanzas, eso que Freud dimensionaba como porvenir de una ilusión, la fábrica de sueño donde los ideales nuestros se alimentan para que la zanahoria colocada delante de mi siga funcionando. Los semblantes forman las creencias y estos una vez desplegadas en el ser no aminoran sino que instalan la dimensión de la fe… ¡tú puedes, échale ganas! En fin el semblante alimenta las miserias (o tal vez las riquezas) psíquicas de todo ser humano y como señala el mismo Lacan: “No hay un sólo discurso en donde el semblante no dirija el juego. No veo porque el último en llegar, el discurso analítico, se libraría de él.” ( Lacan, J; La tercera, 1974 ).

**Psicologa, invstigadota, maestra.
*Licenciado en Psicología por la UAS Psicoanalista,
Doctor en Educación, Profesor e Investigador.

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