Nacional

Los Tratados de Sanborns (o La Voz del Norte en Hermosillo)

Por domingo 29 de julio de 2012 Sin Comentarios

Por Miguel Ángel Avilés Castro*

A Sanborns no suelo ir muy seguido pero esa vez fui porque Mario Arturo andaba acá y él me invitó. Irá el “Cheyk” me dijo, supongo que para convencerme, y cuando llegué, ahí estaban ya los dos.

Mario Arturo ya nos había adelantado algo de eso-nos hablaría del proyecto de La Voz del Norte-y uno, que es medio acomedido, se hizo presente poquito después de la hora programada.

¿Quieres unos molletes?, me preguntó luego luego el “Cheyk”, yo le dije que sí con un movimiento de cabeza y cuando alzaba mi mano para llamar a la mesera, el “Cheyk” me arrimó los que él se estaba comiendo porque ya se había llenado.

Con esa generosidad dio inicio la charla y Mario Arturo, mientras nos entregaba una pequeña réplica de la edición, nos rafagueó con toda la historia-en su primera y segunda época-de esta publicación que ahora usted tiene en sus manos.

Yo me apresuré a pedir un café antes del que el “Cheyk” me quisiera compartir de la cerveza que se estaba tomando y, con toda la convicción que uno puede ser capaz, le aseguramos a Mario Arturo que, por supuesto que sí, que le entrabamos a esta interesante apuesta cultural y que perdiera cuidado pues cada semana, puntualmente, le estaríamos entregando nuestra colaboración.

No conforme con eso, Mario Arturo también nos amarró para distribuirlo y nos informó que cada siete días nos llegaría a nuestros respectivos domicilios un paquete “con unos cuantos ejemplares “para que los repartiéramos.

Uno ya debería saber que cuando nos dicen “unos cuantos”-tal como los rancheros responden“poconas”,”poconas”, enseguidita de que uno les pregunta que tantas de cabeza de ganado tienen-es que son un chingo y un poco más.

Y en efecto, así fue: a los días una reconocida firma de mensajería, al no encontrarme en mi casa por razones de trabajo, empezó a dejar con los vecinos el tosco envío prometido por Mario Arturo, conteniendo “unos cuantos” ejemplares de “La Voz del Norte”.

Los vecinos, por supuesto, no sabían de “Los Tratados de Sanborns” firmados unos días antes entre Mario Arturo, El “Cheyk” y yo, así es que al enterarse nomás del lugar de origen pero no del contenido, por un tiempo los comió el morbo y se dejaron llevar por el estigma , de tal suerte que cuando me veían llegar a mi casa desde la suya, gritaban con un dejo de cizaña: “le llegó un paquete de Sinaloa!!” y me entregaban el misterioso cargamento con las debidas precauciones que su prejuicio les dictaba.

A partir de entonces, fiel al proyecto y desde luego al Gato, es decir a Mario Arturo, me he dedicado en cuerpo y alma a distribuir, como dios me da a entender, la mayor parte de los ejemplares que me llegan.

Creo yo que el resultado ha sido exitoso. El “Cheyk” y yo, sin proponérnoslo, nos hemos dividido la plaza: él lo reparte en el campus universitario y sus alrededores que ya es decir mucho, y su servidor lo hace en la ruta que va de mi casa hacia el centro de la ciudad, y una buena parte de los edificios públicos, principalmente en aquellos donde se imparte la justicia laboral.

Claro, en ese trayecto también le damos “unos cuantos” a los voceadores que para esa horasiete de la mañana-ya andan trabajando en los cruceros, además dejamos en los parabrisas de los carros cuando caminamos por el centro de la ciudad, de vez en vez dejamos en el propio Sanborns y en el Vips, colocamos algunitos en los changarros del barrio, les regalamos a las visitas y sobre todo lo repartimos en el mercado municipal, específicamente en el tradicional Café Elvira, donde, bien posicionado que está, ya lo espera semana tras semana un plural y amplísimo grupo de fieles lectores a quienes sin duda “La Voz del Norte” ya les resulta muy familiar.

Algunos se los llevan a sus casas, piden más de un par para llevarlo a su centro de trabajo, lo comparten con sus amigos y otros, incluso, lo utilizan como valor agregado en sus labores, es el caso del legendario “pollo” Ayón-un gran promotor informal de la lectura- quien toma o me pide una media docena, le pone su firma en una esquinita del ejemplar y lo presta a todo aquel que le compre sus botanas en el Bar “El Campo”, ese otro sitio de reunión, hacia donde nuestro buen amigo acude diariamente a partir del mediodía.

Confieso que en mi casa tengo “unos cuantos” sobrantes para reposición porque a veces no alcanzo a repartirlos todos, pero sé que poco a poco irán saliendo y de eso me encargo yo.

Y es que no puedo incumplir “Los tratados de Sanborns”. El “Cheyk” y Mario Arturo nunca me lo perdonarían.

Razón de más para que en Hermosillo y en otras partes de Sonora continuemos contribuyendo y distribuyendo esta voz del Norte. Les juro por aquella noche de pactos y de sabrosos molletes que así será.

*Abogado y escritor. La Paz Baja California Sur/Hermosillo.

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