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GONZALO CURIEL O EL AMOR ENAMORADO

Por domingo 29 de julio de 2012 Sin Comentarios

Por Juan Cervera Sanchis*

El amor es una constante en el cancionero popular de todos los tiempos y todos los países. Decir canciones es decir amor y decir amor es decir Canciones. Se canta lo que se ama. Se canta lo que se pierde. Se canta lo que se sueña. Se canta si se está enamorado. Amar es cantar. También llorar y reír. La queja se canta. El amor, aún cercado por el desamor, jamás deja de cantar. El amor resulta inexplicable sin el canto.

Se puede cantar todo y, en el momento en que algo se canta o alguien es cantado, se transforma en materia de amor. El genuino compromiso del canto es el amor. En las letras de las canciones de Gonzalo Curie, escritas por él y también por algunos exquisitos poetas amigos suyos, como Mario Molina Montes, encontramos la eterna y sagrada materia que anima el sentimiento amoroso. Sentimiento tan entrañable y profundo como la especie humana, y tan fragante como los vivos latidos del corazón de cualquier adolescente de hoy.

El sentimiento amoroso es la dínamo de la vida, la fuerza pues que nos impulsa a perpetuarnos. Sí, lloran los enamorados los desaires de amor, y cantan con el fin de seducir al ser amado y deseado, contraponiendo la alegría del sí a la tristeza del no. La palabra envuelta en música ejerce poderes sublimes.

En “Calla”, Gonzalo Curiel, musicaliza estos poéticos suspiros:

“Calla, no me digas nada,
calla si ya no me quieres,
para qué hacer más negro el luto
de mi amor,
para que quieres
matarme de dolor.”

Es amargo el desaire, porque el desaire es la negación de la pasión vital, del anhelo de la sangre enamorada y ansiosa de mezclarse en la luz estallante de un nuevo se de carne y hueso.

De ahí la tristeza sin consuelo del amante rechazado, y que persigue, como musicaliza Curiel en “Tu boca y yo”, el “convertir nuestro pecado en creación”.

El misticismo, junto con el éxtasis, es frecuente en el ánimo enamorado:

“La noche fue de pecado y virtud
que se vuelven hermanos,
la noche y tú se trocaron en flor
y quemaron mis
manos.”

Visiones intuitivas y alquimia del sentimiento transforman al amante, que desea y teme, como queda testimoniado en “Temor”:

“Temor de ser feliz a tu lado
miedo de acostumbrarme a tu calor,
temor de fantasía, temor de enamorado
que no deja de saborear tu amor.”

El miedo es así, pero…¿quién que posee un tesoro no temerá perderlo? Así el amante suele vivir en la incertidumbre en mitad de los huracanados vendavales de los celos:

“La medrosa emoción de comprenderte
despertó mi temor de acariciarte,
un angustioso miedo de perderte
y de no ser capaz de olvidarte.”

Gonzalo Curiel ahonda en las estremecidas profundidades de los sentimientos humanos con extrema emoción, por lo que se deduce que debió ser un hombre que amó y vivió del amor y para el amor, al tiempo que vivía, en total entrega, para la música y la poesía. Y es que aquél que ama y vive por el amor y del amor, en vibración de arte, al igual que el creyente, ansía fijar su pasión y detenerla en el tiempo, contra el paso inevitable del tiempo, como supremo y sublime anhelo: Es por ello que en su canción titulada “Un gran amor”.

Gonzalo Curiel pone música a estos dos apasionados versos:

“Nadie en el mundo llegará
a superar nuestras dos almas.”

Es común entre enamorados que en el fondo de sus almas presientan el dolor de la separación, que no pocas veces, tarde o temprano, es inevitable, porque, ¡y cómo duele!, el amor se acaba, aunque cabe preguntarse: ¿En verdad el amor se acaba?

El poeta Pablo Neruda, en uno de sus sonetos blancos, dejó dicho que “el amor solamente cambia de brazos y de labios”.

Daba así por supuesto que el amor en realidad siempre es el mismo. Cambian los protagonistas. El amor no.

No obstante esta verdad, para aquellos de dejan de ser amados y siguen amando, el cambio es fatal y sumamente doloroso.

Gabriel Ruíz por cierto se preguntaba y se respondía:

“Y le pregunto yo a la vida:
¿Por qué me das este dolor?
Y me contesta así la vida:
“Es el amor, siempre el amor.”

Dolor y amor suelen ir unidos. Los cantores cantan y cuentan la misma historia. La realidad se repite, y también los sueños…de amor. Se tiene la impresión de que se copian unos a otros, cual si los seres humanos fuésemos copias de copias y careciéramos de originalidad y todos, y cada uno, fuéramos el mismo y repetido experimento.

Al menos, en el amor, así parece ser, como queda testimoniado en esta canción del siempre enamorado amante del amor, que fue Gonzalo Curiel:

“La vieja historia se repitió
en nuestro amor incomprensible
y para siempre vivirá
en el altar del corazón.”

Se repite y se repite la vieja historia, ¡qué duda cabe!, pero a la vez esa historia es una nueva e impoluta historia para quienes de nuevo y por primera vez la viven y la sienten mágicamente eterna, por efímera que pueda resultar para ellos.

Lo que jamás está en discusión es que, como queda patentizado en una de las canciones de Curiel:

“Todos vamos buscando una huella de amor, persiguiendo
un perfume de flor.”

Finalmente todos concordamos con Sor Juana Inés de la Cruz en esto del amor:

“Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa por qué lo siento.”

Lo que significa que si el amor es una empresa, no pocas veces, imposible, el sentirlo, vivirlo, soñarlo y sufrirlo será siempre, quiera que no, nuestra empresa posible y ello lo advertimos en las sentidas canciones del gran Gonzalo Curiel, materia pura de amor, que a fuerza de sentir y vivir el amor, así nos lo dejó expresado:

“Haz que tus caricias
mitiguen mis penas,
haz que con tus besos
mi vida sea buena.”

Ilusiones y realidades, y un único fin: dar continuidad al misterioso y maravilloso destino de la especie.

*Poeta y periodista andaluz.

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