Nacional

Tu retratito, lo traigo en mi cartera

Por domingo 19 de febrero de 2012 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel El Cuervo*

Melesio… Melesio Díaz… Mejor conocido como “Melo-días”… Me seguía sorprendiendo el Gato con esos personajes… la pregunta era: ¿de dónde los saca?… los inventa…? no lo dudaría… si inventó a “El Muerto”… inventó a “El Oaxaquita”… inventó a “El Cuervo”… Por qué no habría inventado a “El Melodías…?” Como de 1:50 de estatura, con zapatos de tacón (de esos que llevan el tacón oculto), el pelo rizado y peinado con por lo menos medio kilo de vaselina… de la olorosa… bigote imitación “Tin Tan”… Regordete y simpático… Con una manera muy particular de hablarle al amor, Melo Díaz había alcanzado su momento de fama y gloria con una canción que no podía ser menos pintoresca que el autor… “Tu retratito lo traigo en mi carteraaaa/ Como se guarda el tesoro más queridooooo/ Y puedo verlo a la hora que yo quieraaaa/ aunque mi amor para ti esté en el olvidooooo…” La canción, como siempre sucede en esos casos, mientras más quería olvidarme de ella, más se repetía una y otra vez en la mente… Era muy peculiar la forma en la que Melo, hablaba del amor… Y es que el idioma amoroso es extremadamente variable dependiendo de la historicidad personal… Entre charros… “¡Ay cómo me aprieta el cincho/ Cómo me aprieta el anca/ y habiendo tanta potranca/ Nomás por esa relincho…!” Y el grito… El infaltable grito que al mexicano le resulta complemento básico e indispensable para rematar un sentir y más si es amoroso… Y la vuelta al parque… siempre en sentido contrario a como dan la vuelta las damas… Para que “en la siguiente vuelta me animo y le doy una flor”… Y después la serenata… La eterna serenata en donde se comienza y se termina con los amores eternos… Después de todo “los amores eternos fenecen al amanecer…” Y el cine… El cine en aquella mágica edad de toda mi nostalgia cuando tenías la vista fija en la pantalla pero no sabías siquiera cuál era la película ni lo que estaba pasando… Lo único importante era el pensar en el momento adecuado para llevar el brazo como por descuido al respaldo de su butaca… De sólo imaginarlo, el corazón se salía por la camisa… Y ¿sí me rechaza?… Y ¿sí se enoja?… y como en un intento de bostezo o de ademán que complementa la risa sin saber de qué se ríen todos los que están en el cine, de pronto giras rápidamente el brazo hacia atrás para posarlo discretamente en su hombro… Pero el movimiento lo haces justo cuando ella se contagia de la risa del auditorio y se inclina para recibir un severo codazo en el pómulo que la deja a punto del desmayo… Y sales del cine con la boca llena de monedas de veinte centavos… Pero de aquellas, de cobre… Así es el sabor que te queda después del golpe involuntario sobre el rostro de la mujer que en ese momento estabas convencido era el amor de tu vida… Y piensas que nunca más te aceptará una invitación… Y no sabes si decirle: ¿quieres un helado? O ponerle hielo en el “chipote” o llevarla a su casa… Y el silencio se vuelve pesado, pesado, mientras automáticamente caminas hacia el parque otra vez… Y la canción de Melo Díaz sigue repiqueteando “Por las mañanas te miro muy tempranoooo/ Luego te guardo y te saco más alratoooo/ y por la noche te tiento con la manooooo/ aunque no sea más que el puro retratooooo/” y llegas al parque sin saber a dónde dirigirte… Y de pronto un paisaje maravilloso y un retinto brioso te brindan la oportunidad de reparar la falta… Con todo orgullo le ofreces tomarse el retrato sobre el corcel que paciente espera la suavidad de la dulcinea sobre su grupa… El telón de fondo es verdaderamente espantoso… Bellamente imperfecto, pero en ese momento es como cabalgar en los más bellos paisajes de México… Al subir, el contacto de su mano con la tuya, es un intenso estremecer… Y su sonrisa al ajustar su postura agradeciendo tu gentil invitación a la foto de feria infaltable en aquellos años mozos de mi pueblo, te dice que el codazo está más que perdonado… Respiras orgulloso y posas deteniendo el freno del brioso “garañón” de cartón y madera imaginando que ella, todos los días antes de dormir, sacará el retratito para suspirar por el momento en que los dos púberes se derretían sintiendo el contacto firme y tibio de sus manos… Y la canción continúa martillando tu mente con mayor volumen ahora… “Por eso mi alma te pido que comprendaaaas/ y sin recelos me des la vida enteraaaaaa/ y no hay motivo para que tú te ofendaaaaaaaaas/ de todos modos te traigo en mi carteraaaaaaa…” Y la rosa, esa rosa roja que cortaste y causó en ella un gesto que primero interpretaste como emoción amorosa y luego te diste cuenta que era por la tremenda espinada que se metió cuando se la diste… Y cuando se despide de ti, después de llevarla a tomar un helado a “El Pico de Orizaba” justo frente al parque, te toma por sorpresa ese dulcísimo beso que se desprende de sus labios para posarse sobre tu mejilla… No había más… Era el momento de conseguir un trío, un trovador, un mariachi… Alguien que te auxiliara a culminar la conquista en ese día de los novios… Por fin, encuentras un único trío cuyo aliento alcohólico te hace dudar si será el indicado… Pero no hay de otra y con un don de mando de hombre enamorado a tus 14 años, preguntas a manera condicionante: ¿Se saben “Tu Retratito Lo traigo en mi Cartera”…? “Yo te he de ver y te he de ver y te he de veeeeeeer/ Aunque te escondas y te apartes de mi vistaaaaaaa/ y si yo pierdo mi cartera sin quereeeeeeer/ de nueva cuenta te mando un retratistaaaaaaaa…”

*Cantante, compositor y escritor.

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