Nacional

Tijuana: La bendita ciudad maldita

Por domingo 29 de enero de 2012 Sin Comentarios

Por Jaime Cháidez Bonilla*

TIJUANA Mesopotamia, híbrida, inmoral, violenta, atractiva, exótica, turística, maquiladora, migrante, cinematográfica. La cantidad de calificativos que se le pueden agregar a esta ciudad de 122 años es incontable a partir de las distintas épocas por las que ha atravesado.

A Tijuana no se le puede ubicar con una sola etiqueta. Es pervertida o llena de gracia, según el visitante en turno. Hace unos años, en el 2004, el maestro e investigador literario, Humberto Félix Berumen, dio a conocer un libro que en su mismo título removió los sentimientos de varios chovinistas: “Tijuana la horrible, entre la historia y el mito”.

Félix Berumen, con más de 30 años de análisis sobre lo que se ha escrito en Baja California, propone una síntesis del por qué de la leyenda negra de Tijuana:

“Tres son los principales momentos que inciden y determinan la imagen pública de Tijuana. Esto es, su conversión en un símbolo de carácter mítico, aquél que asocia a la ciudad de Tijuana con la inmoralidad, con la violencia social por antonomasia y, finalmente, termina haciendo de la palabra Tijuana, si no el sinónimo exacto, sí otra metáfora más de la maldad urbana, de la corrupción y la falta de escrúpulos. Así de fácil y así de complejo resulta el proceso social que lleva a la construcción de un mito de resonancia internacional”.

En el imaginario literario, cinematográfico y musical, Tijuana se ha mantenido con una connotación que no varía mucho. Si acaso, al sentido de perdición con el que se le encasilló por todo el siglo XX, ahora se le asigna el de una ciudad violenta. Sin embargo, siempre se le reconocen sus características de anfitrión involuntario. En una canción de los años 60, “El Bracero Fracasado”, escrita por Ernesto Pesqueda, que en su momento fue interpretada por Las Jilguerillas y recientemente por Lila Downs, Tijuana es la tablita de salvación.

Cuando yo salí del rancho,
No llevaba ni calzones,
Pero si llegué a Tijuana
De puritos aventones.

Como no traía dinero
Me paraba en las esquinas
Para ver a quién gorreaba
Los pescuezos de gallina.

No han cambiado mucho las cosas, Tijuana continúa siendo ciudad tránsito, el lugar donde me quedo mientras paso al otro lado, la frontera tan temida pero atractiva, como esa mujer de mala fama al que muchos hombres admiran en secreto.

*Editor de Suplemento Cultural.

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