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Los huevos de la pajera

Por domingo 22 de enero de 2012 3 Comentarios

Por Alfonso Inzunza Montoya*

Ya les he platicado que mi niñez en Rosamorada fue muy feliz. Vivir allá, era una chulada. Pueblo pequeño, muy limpio, con decirles que cuando salía el ganado de los corrales para llevarlos a pastar al campo -nosotros decíamos cercos-, las señoras se esperaban a que pasaran para barrer la calle y limpiar la cuacha que dejaban; entonces estaba muy arborizado, con bonitos jardines que lucían muchas flores.

Las muchachas, muy bonitas casi todas, cuando hacían sus quehaceres domésticos cantaban alegremente.

Los trabajos del campo se realizaban con un tiro de bestias- que eran mulas (femenino) o machos (masculino)-, se colocaban normalmente en par, unidos con un equipo para poder jalar los arados; cuando los hombres iban al campo, se montaban en ellos sentados con los dos pies hacia el mismo lado –como montan las mujeres charras-, cantando siempre. Éramos muy alegres.

Había una primaria con todos los grados y muy buenos maestros, hasta la fecha se conserva esa cualidad. Casi todos los años, sus escolares, van junto a los mejores del estado, a ver al presidente de la República.

Los maestros y maestras trabajaban con mucha entrega. Además de las clases regulares, enseñaban a las niñas a cocer y bordar, a los niños a fabricar hamacas de hilo, a declamar y hablar en público; ponían especial cuidado en la lectura y la escritura, la mayoría tenía bonita letra, menos yo, pero en lectura y en canto siempre sacaba diez -por supuesto que en canto se debía a que siempre era el primero que levantaba la mano para pasar a cantar-, actuar, etc. Tengo gratos recuerdos de esas enseñanzas.

Como me gustaba salir en esas famosas comedias, así les decíamos aunque representáramos alguna tragedia; Jorge Hernández –hoy uno de los Tigres del Norte- se anotaba primero que nadie y además lo hacía muy bien, por eso anda donde anda.

Danza, lo mismo atletismo, también nos inculcaron de manera muy especial el patriotismo, el respeto a nuestra bandera y cómo cantar el himno nacional, no me canso de darles gracias, donde estén, que Dios los bendiga.

Todo el rollo que les conté, para platicarles que un buen día las gallinas de la casa se enhuelgaron y mi madre Elena me mandó a comprar huevos, donde fuera. En los abarrotes no había, pues todas las casas tenían aves.

Así que me fui casa por casa buscándolos. Entre vagancia, pedradas a los perros, silbidos de enamorado a las niñas bonitas y una que otra mentira que le contaba al que me iba encontrando, conseguí el encargo, eran 10 blanquillos -también así les decíamos-, los que llevaba en una pequeña olla de peltre, color azul con puntos blancos, muy despostillada de tantos carambazos que le había dado mi hermana cuando la lavaba.

Les decía pues, que venía con el cargamento de huevos y me acordé que en una ocasión, en Guamúchil, mandó mi papá a mi hermano mayor al menudo, yo muy chico, me le pegué, y cuando veníamos de regreso, me dice, “a que tu no puedes hacer esto” y empieza girar el brazo con la olla en la mano, yo con la boca abierta, pensé que era mago.

Queriendo imitarlo, venía por un callejón que había frente a la casa de mi querido primo Bolichas, por un lado del corral de mi tía Fala. Empiezo a darle vueltas igual que lo había hecho mi hermano, y funcionó, yo muy contento, me sentía grande, pero no contaba con que me encontraría con una rama de un capule que daba sombra al ganado en el corral y cuando la olla iba mero arriba, la detiene una rama y se me caen los huevos quebrándose todos.

Me quedo mudo, se acabó el canto, el silbido y el paso marcial; volteo para todos lados como pidiendo ayuda y por supuesto que la encuentro, Dios me hizo voltear a una enramada que se utilizaba para guardar en la parte del techo la paja –de maíz, garbanzo, etc.-, alimento que se les da a los animales, y que era muy común para que empollaran las gallinas, normalmente con 16 huevos, -¿por qué este número?, no sé.

Me subo con el corazón casi saliéndose. me encuentro un nido sin gallina y ni tardo ni perezoso, me pongo a llenar mi despostillado recipiente, de nuevo atisbo a ver si nadie me ve, brinco desde arriba como artista de cine -y sin doble-, camino despacio, me cambio de bolsa el equivalente a cuatro huevos, pues únicamente me llevé 14, tiré dos para que no hubiera pistas.

Pobre de la gallina, que al llegar de su paseo, encontró la amarga sorpresa de su nido vacío.

Llego a la casa, me pregunta su abuela, ¿encontraste?, si señora, fue mi angelical respuesta -aunque con mucho miedo a delatarme-, catorce, le dije, aquí están y aquí está la feria.

Por la noche, en la banqueta de la casa como era costumbre se sentaban a platicar las tías, al día siguiente llega mi tía Fala y empieza a platicarles: ¿qué creen viejas?, El Tutianote me robó los huevos de la gallina abada que tenía echada en la pajera del corral. Me dio taquicardia, tos, calentura y todo lo que se puedan imaginar al oírla, pensé: van a ligar lo que sucedió ayer y allí viene la pela, afortunadamente El Tutianote tenía tan mala fama que cargó con la culpa.

Ya de grande le platiqué a mi tía Fala y le pedí perdón por mi acción, me perdonó y yo me libre del cinto, pues esas acciones lo ameritaban.

*Constructor.

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3 Comentarios

  • rivera dice:

    semanalmente no me pierdo ningun artculo del sr inzunza pues han de saber k mi humor mejora con estas historias,pues el humor blanco me encanta felicidades sr inzunza

  • Humberto Leyva Vázquez dice:

    Poncho: Tan «ocurrente» como cuando te ibas a ir de «cirquero», te felicito, espero tengas éxito en tu próximo proyecto. El mas cordial de mis saludos

  • Minerva Inzunza L. dice:

    Como me alegró el día, el encontrar este ARTICULO, que me trajo tantos recuerdos de la infancia, Felicitaciones al Ing. Poncho Inzunza, soy tu paisana, si del mismo Rosamarada, que gusto encontrar artículos de un humor tan sano y noble, me hiciste revivir mi niñez, que bueno que no todo en el terruño es violencia, Saludos desde el norte del país a todos los paisanos sinaloenses y no pierdan el entusiasmo por salir adelante en cada proyecto de vida. Saludos Poncho, voy a seguir tus artículos y conocer este semanario. Saludos a todas las familias de Rosamorada y sus alrededores!!!

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