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Discurso sobre la verdadera democracia

Por domingo 15 de enero de 2012 Sin Comentarios

Por Gilberto J. López Alanís*

El CPT. Pedro Rigoberto López Alarid (+), connotado sinaloense y militante panista, de los viejos fundadores del partido en Culiacán en el año de 1943; me obsequió el impreso que contiene un discurso del Ing. Ramón Ponce de León Armienta, pronunciado el 27 de junio de 1948. El objeto de tal donación fue que lo integrara a la colección de documentos del Dr. Ramón Ponce de León y Fernández de Pardo, padre del discursante y connotado político porfirista en Sinaloa. Colección que se encuentra en comodato en los repositorios del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa. El Ing. Ramón Ponce de León Armienta tras bambalinas en su juventud fue un lúcido opositor al gobernador Francisco Cañedo, a pesar de ser hijo ejemplar del primer docente de la ciencia en el Colegio Rosales, institución educativa que recibió apoyo decidido del gobernador Cañedo, que lo concibió como la cereza de su pastel autoritario.

Acotamos que el Ing. Ponce de León, conoció a fondo el aparato político del porfirismo en Sinaloa; egresado de la Escuela Nacional de Ingenieros en la ciudad de México, fue un profesional de la agrimensura y deslinde de terrenos, ya en su madurez fue electo como Rector de la Universidad de Sinaloa en 1936 y más tarde primer presidente del Partido Acción Nacional en los años cuarenta.

El discurso pronunciado la noche del 27 de junio de 1948 en la arena de boxeo “Kid Azteca” de Culiacán, Sinaloa, abundó sobre la importancia de la “cosa pública”. Hoy la cosa pública sigue teniendo la mayor significación después de casi 70 años de aquellas manifestaciones discursivas.

Del documento destacamos: “… la cosa pública mexicana, con la sola excepción de lo puramente biológico, es sin duda el asunto de la mayor importancia, y debe ser, por lo tanto, el tema preeminente de nuestros pensamientos y actividades”.

Se duele el excelente alumno del Colegio Rosales, de la falta de leyes que nos hagan felices, o de que teniéndolas, estas se vean incumplidas o ignoradas, por algún “…funcionario paternal o si el mandón de más arriba suele expeler cuando le da la gana, el ukase de la consigna que todo ensucia y echa a perder?”.

Lanzó un furioso ataque al caciquismo en estos términos: “Tened presente que nuestro inmortal, endémico, caciquismo, esa roña infamante y asquerosa que roe implacablemente la santa carne de nuestra pobre patria, nace espontáneo, crece opulento y derrama su infanda pestilencia, solo y precisamente porque nosotros mismos lo hemos permitido y lo estamos tolerando”.

Llamaba así a la participación ciudadana, para combatir a los caciques de la política que en los cuarentas se enseñoreaban en el país. Nada más recordemos la “democracia dirigida” que nos heredó el PNR.

Mucho se ha escrito de los organismos o instituciones de mediación que hicieron funcionar el “sistema político mexicano”; el cacique fue uno de ellos y merece un tratamiento de contexto inserto en los usos y las costumbres que actualmente imperan en el medio rural, pero que tiende a diluirse en una sociedad mejor comunicada e informada.

El Ing. Ponce de León, arengó para dejar de lado los intereses personales y luchar en la unidad de voluntades en la “cosa pública” a pesar de muchos lo consideraban como utopía, a lo cual respondía: “Si ciertamente; son ideales por hoy inaccesibles, pero son también la meta hacia la cual la humanidad se acerca paulatinamente en su marcha evolutiva y debemos forzosamente acercarnos también nosotros apresurando nuestro tardo paso, para llegar a esos estados de civilización magnífica que otros pueblos ya lograron alcanzar. Marchemos animosos al compás del tambor batiente para no seguir rezagados, olvidados, despreciados”.

No olvidemos que fue un discurso ante un público aparentemente bizarro, pensemos que fue en una arena de box en los suburbios de un Culiacán que empezaba a llenar sus linderos de colonias populares, con trabajadores que migraron del campo a la ciudad. Del discursante militante vasconcelista en su tiempo, nos falta el tono, el gesto, el entorno de los oyentes, la situación o el contexto sinaloense y nacional para mejor apreciar este texto. Sin embargo llama la atención su temática que no ha perdido actualidad.

Analicemos lo siguiente: “La solidaridad popular, la vocación a la unión, es nada menos que el alma buena de la dulce democracia, fuente y origen de todo elevado sentimiento, puesto que de ella nacen y de ella se nutren el efecto sincero y el respeto recíproco, la sensación de la igualdad, el ánimo para el servicio y el auxilio mutuo, el instinto de justicia y del deber, el sentido de responsabilidad, todas bellas prendas que aplacando los impulsos del egoísmo, hacen de cada hombre un correcto ciudadano cada vez más y más alejado de la bestia”.

Reconoció que se vivía en “una sociedad entumecida por la indolencia y resquebrajada por los celos y la discordia”.

Este es un texto de una circunstancia, sin embargo se convierte en discurso social porque traspasa los tiempos, conserva el magma de un fuego que nos hace falta como ciudadanos, y no solamente a un solo partido, sino a todos.

Hombre de deberes exactos, renunció a la rectoría de la Universidad de Sinaloa el día justo en que cumplió la edad requerida para retirarse, a pesar de los ruegos para que continuara. También personaje de extraños ritos, por ejemplo dormía con un ataúd preparado debajo de su cama, pintado en rojo en el que lo enterraron cuando decidió suicidarse.

Basten estos pequeños asomos para descubrir que existen voces que se nos fueron; hoy nadie habla de ellas y estos fragmentos de una vida política nos hacen vibrar en el tiempo.

*Director del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa.

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