Estatal

Anécdotas de los generales sinaloenses

Por domingo 12 de junio de 2011 Sin Comentarios

Por Oscar Lara Salazar*

Los generales sinaloenses, sobresalieron en la revolución no solo por su arrojo y gallar­día, sino también, por su espontaneidad y su abundante humor chispeante. Sus anécdotas son famosas e históricas; y la anécdota, como dije­ra Alfonso Reyes, lo menos que hacen es divertirnos. Nos ayuda a vivir, a olvidar, por unos instantes: ¿Hay mayor piedad? Pero además, suelen ser, como la flor en la planta: la combinación cálida, visible, armonio­sa, que puede cortarse con las manos y llevarse en el pecho, de una virtud. Hay que interesarse por los recuerdos, harina de nuestro molino.

Hay que saber leer

Andaban ya un tanto distanciados por cuestión po­lítica de la sucesión presidencial los generales Álvaro Obregón y Francisco R. Serrano encontrándose este último en el casino Sonora-Sinaloa, charlando con al­gunos amigos, se presentó allí de improvisto el gene­ral Obregón.

Serrano, que no quería darle la cara al general Obregón, se cubrió con un periódico, fingiendo que leía; pero el manco, sin darse por aludido, se acercó al grupo diciéndole a Serrano ¿Qué tal, Pancho? ¿in­formándose de la prensa?… pero al darse cuenta de que Serrano tenía de cabeza el periódico, le dijo bro­meando: ¿pero no se dado usted cuenta de que está leyendo la prensa al revés?

A lo que Serrano contestó rápida e intencional­mente: Es que así debe leerse la prensa, mi general.

Pancho…que mal te ves

Don Adolfo de la Huerta, además de ser un Hombre exageradamente puritano, gustaba de aconsejar, por medio de sermones a sus amigos; usando para ello del lenguaje mesurado y convincente.

Alguna ocasión cayó bajo la lluvia de sus admo­niciones, el simpático general Francisco R. Serrano, quien menos apegado a los convencionalismos de la moral de tartufo vivía su vida intensa y alegremente, no tomando muy en cuenta el que dirán de los moji­gatos.

Ya para terminar aquel largo sermón, le dijo De la Huerta a Serrano, como último argumento:

¡Si vieras, Pancho que mal te ves, cuando entras al casino!

Crueldad revolucionaria

¡Y eso que no me ves cuando saldo! Le contestó Serrano, poniendo fin a la catilinaria.

Uno de los más jóvenes y valientes revoluciona­rios, el general Rafael Buelna fue designado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Don Ve­nustiano Carranza, gobernador y comandante de Te­pic, cuando aquella plaza fue ocupada por las fuerzas constitucionalistas el año de 1914.

Juan de Dios Bátiz, a la sazón Jefe de Estado Mayor del citado general, hizo prisionero en uno de aquellos combates, al mayor Maclovio Gómez, que peleaba a las órdenes del general Ernesto Damy, contrario al carrancismo.

No queriendo Bátiz proceder a la ligera por sus propias pistolas le pregunto a Buelna, cuadrándose militarmente:

Bueno mi general ¿y que hago con mi Maclovio y buelnita, que como todos los valientes era humanita­rio y generoso con el caído, le dijo a Bátiz guiñándole un ojo maliciosamente:

—¡ Pues, dale permiso…para que se haga carran­cista!…

*Diputado Federal integrante de la Comisión de Cultura / Cronista de Badiraguato

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