Nacional

Miguel de Cervantes, el poeta

Por domingo 5 de diciembre de 2010 Sin Comentarios

Tomado de El Financiero

Por Juan Cervera Sanchís*

Por más que de Lope de Vega y Carpio, en aquel diálogo de triste memoria, al pregúntarsele: “-Y qué decís de los poetas de nuestro tiempo?”, respondiera: “-De los poetas, no digo; buen siglo es este; muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cer­vantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote.”

Queda hoy en día que el “Monstruo de Naturaleza”, como llamaban algunos de sus contemporáneos a Lope, se equivocó aquí en todo y ahí está el Quijote, por un lado, desmintiéndolo y, por otro, la poesía de Cervantes.

No hay duda que la vocación poética del autor del Persiles quedó firmemente demostrada. Se inicia en su más temprana juventud y lo acompaña hasta la tumba. Su primera poesía ve la luz en 1569 y se titula “A la muerte de Isabel de Valois” La pasión por el verso en Cervantes es, como se ha dicho, “tan cuantiosa como sostenida”. En el prólogo a La Galetea confie­sa: “La inclinación que a la poesía siempre he tenido”.

Contra la opinión de Lope nosotros pensamos que Cervan­tes fue un auténtico poeta a más de un genial narrador, como todos saben. Su amor por la poesía no lo abandonó jamás y la poesía, por ende, tampoco lo abandonó a él. Gerardo Diego ha escrito:

“Sin la divina vocación no hay poeta legítimo. Y sobre la de Miguel de Cervantes, desde la natural inclinación de su temprana mocedad hasta la constancia conmovedora de su vejez…no podemos albergar sospecha…Miguel, que nació poeta, poeta confesado murió”.

Aunque él mismo por un momento lo duda y, en el Viaje por el Parnaso escribe: “Yo que siempre trabajo y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo”. Contra su personal opinión, Miguel de Cervantes es todo un poeta y, no nada más, por el peso poético y lleno de gracia de sus páginas inmortales donde narra: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía…” O donde se dice: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nom­bre de dorados”.

Sí, Miguel de Cervantes Saavedra, el Manco de Lepanto, por sus versos, por estos versos era, y sigue siendo un poeta, todo un poeta: “Más blando fui que no la blanda cera,/ cuan­do oprimí en mi alma la figura/ de la bella Amarili, esquiva y dura,/ cual duro mármol o silvestre fiera./ Amor me puso en­tonces en la esfera/ más alta de su bien y su ventura;/ y agora temo que la sepultura/ ha de acabar mi presunción primera.”

Es cierto que a Cervantes el hecho de ser el autor del Qui­jote lo ha minimizado como poeta, ¿acaso no es el Quijote uno de los más excelsos y apasionados poemas épicos, y a la vez entrañablemente lírico, de nuestra castellana lengua? Si lo es, pero ello aparte, el que fuera camarero del Cardenal Acuaviva, fue también un poeta y, como bien se ha dicho, “la poesía cervantina posee las mismas cualidades esenciales de su prosa, y el brillo y el genio de ésta no dejan de traslucirse en el verso iluminado, haciéndonoslo ver como lo que realmen­te no podía menos de ser: un producto, bien que secundaria­mente logrado, del espíritu unitario de su autor. La poesía de Cervantes es, en efecto, suya, y con ello queda expresada la imposibilidad absoluta de que sea mediocre.”

Estamos totalmente de acuerdo con esta lúcida aprecia­ción del maestro Vicente Gaos, pues Cervantes fue un poeta y, de ninguna manera, mediocre. La mediocridad no iba ni po­día ir con su grandeza. Cervantes fue un poeta con voz propia y muy propia. Sus versos son suyos y de nadie más.

El 23 de abril de 16l6 se apagó su prodigiosa imaginación. Miguel de Cervantes Saavedra dejaba de existir mientras lo lloraban doña Catalina, doña Costanza, doña Isabel… conta­ba al morir 69 años de edad. Había nacido el domingo 9 de octubre de 1547 en Alcalá de Henares.

Miguel de Cervantes, tan español siempre y, como es co­mún en España, fue menospreciado y olvidado en su tiempo hasta el punto de que sus restos mortales, sepultados en el convento de las Trinitarias, se perdieron finalmente en una fosa común. “Por aquel tiempo, escribe uno de sus biógrafos, aún no se habían prendido en España los entusiasmos por el genio.” Y ya hacía dieciocho años que Miguel había muerto. Tuvieron que transcurrir todavía algunos años más para que los españoles descubrieran a Miguel de Cervantes, aunque en Francia desde antes ya contara con fieles admiradores.

Es obvio decir que Miguel de Cervantes y Saavedra es uno de los máximos representantes del Siglo de Oro Español. Su poesía está a la altura de su principesca prosa, esa su poesía tan de su siglo (el XVIII). Veamos:

“En el silencio de la noche, cuando/ ocupaba el dulce sue­ño a los mortales,/ la pobre cuenta de mis ricos males/ estoy al cielo y a mi Clori dando./ Y al tiempo cuando el sol se va mostrando/ por las rosada puertas orientales/ con suspiros y acentos desiguales/ voy la antigua querella renovando.”

No fue Cervantes propiamente un virtuoso del verso, “otras eran sus preocupaciones como poeta, como bien seña­la el maestro Gaos, las mismas esencialmente, y en cuanto al verso le permitía, que las tuvo como prosista.” Pero al margen de ese aseo o pulimento dijo lo que quiso decir y lo dijo, loado sea, muy bien, el poeta Miguel de Cervantes Saavedra, quien estuvo y sigue estando a la altura de los de su siglo, aquel Si­glo de Oro y de poetas, todos, muy grandes.

*Poeta y periodista andaluz

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