Estatal

En el aniversario luctuoso del «Baterías»

Por domingo 6 de junio de 2010 Sin Comentarios

Por Joaquín López*

Imprescindible como credencial de elector, es el uso del apodo en Teacapán. A Enrique Castro Contreras le tocó el de “Baterías”; me platica su primo Marte que el mote le llegó en su infancia debido a que era obeso y moreno y les recordaba al “Baterías” de Escuinapa, un taxista de complexión cuadrada y prieto cual acumulador de coche, cosa que algún familiar como su tío “Che” Castro o Chuy “Largo”, aprovechó para anexarle el sobrenombre.

Enrique fue hijo de uno de los pioneros de la pesca del camarón en Sinaloa Miguel “El Capi” Castro Morales y de Magdalena “Manga” Contreras Altamirano; su abuelo paterno, don Jesús Castro, fue empleado de los Casal de Mocorito, a quienes después les compraría el “Cataluña”, convirtiéndose en empresario naviero y después Presidente Municipal de Mazatlán. Sus negocios lo llevaron hasta Teacapán, donde adquirió cientos de hectáreas de una gringa de apellido Harper, quien a su vez las había comprado de un político gringo, herencia de la familia Ponce de León. Luego de fundar con otras familias el puerto de Teacapán, se enamoró de Petrita Morales, consorte que le habría de dar la inusual cantidad de 4 partos cuates y dos sencillos, asunto muy celebrado en alguno de los escritos del Dámaso Murúa.

A su tío “El Tungui” Castro, amigo de correrías de don Toño Toledo, el “Baterías” le aprendió modos expresivos que por vulgares, eran motivo de tormento para sus recatadas tías. A su hermana “Tuly” la recordaremos por aquel espectacular festejo que sus padres y tíos le obsequiaron con motivo de su matrimonio con “El Gordo” Valdés y Vizcarra, famoso por sus crónicas beisboleras de radio. Los interminables 40 kilómetros de camino entre Escuinapa y Teacapán, entonces de pésima terracería, no fueron impedimento para que Teacapán se tapizara de vehículos que desde distintas ciudades, llevaron a cientos de comensales a la boda. Enrique también fue heredero de gran habilidad para contar “charras” y anécdotas, desde lo legendario de parientes como Rafael Buelna, “El Grano de Oro” (cuyo apodo su tío “Tungui” había usado para uno de sus barcos), era tan chusco y sabía tantas historias, que Dámaso Murúa necesitaría otra vida para escribirlas todas.

Recuerdo una que me contó y tiene que ver con la ocurrencia de convidar a un general divisionario a Teacapán y emborracharlo como solo los Castro sabían embriagar a sus invitados. En aquella ocasión contó con la complicidad de su tío “El Vipo” Morales y su amplio repertorio de canciones románticas, acompañado de la guitarra e inspiración de “El Salva” Hernández. El general quedó convencido que “La Perra”, “El corrido del Moby Dick”y otras composiciones de Juvencio Aragón, deberían de darse a conocer por todo el territorio nacional. El resto de este largo episodio, que se complica por la inesperada aparición de camarógrafos y reporteros de la televisión, será tema de otra entrega.

No menos interesante, fue el relato de una visita que hizo a una isla del Pacífico y cuyo dominio fue arrebatado a México por el poderoso país galo; la osadía de “Enriquito” fue que luego de haber desembarcado, cometió desmanes que causaron serias ofensas a la nación predadora. El incidente lo involucró en una protesta diplomática formal hacia nuestro país.

Descanse en paz el “Baterías” quien en su último viaje se hizo acompañar de su prima Aída; en este aniversario nos unimos en el recuerdo fúnebre a Marte, Mary, “El Maique”, “Popochas”, el “Ñero” Toño, Dora, “La Negrita”, “Kika” y Lupita. Tus amigos de Teacapán y especialmente el “Chito”, el “Ole” y el “Chino” cada año que pase nos echaremos una o dos ambarinas en tu memoria.

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