Nacional

A la salud de Carlos Monsiváis

Por domingo 30 de mayo de 2010 Sin Comentarios

Por Arturo García Hernández*

El pasado 4 de mayo Carlos Monsiváis cumplió 72 años. Pasó el día internado en el área de terapia in­tensiva del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición de la Ciudad de México, donde se encuentra des­de el 2 de abril aquejado por una fibrosis pulmonar.

Más allá del deseo por su pronta recuperación, la enfer­medad del escritor así como su edad nos ponen ante la po­sibilidad real de su muerte.

Resulta difícil imaginar un México sin Carlos Monsiváis. No es una afirmación sentimental ni melodramática. Su presencia y la impronta de su obra ha impregnado prác­ticamente todos los ámbitos de la vida pública –cultural, política, social– durante los últimos 50 años. Sus libros, sus gustos, la amplitud y variedad de sus intereses intelectua­les, así como sus opiniones y hasta sus chistes, constituyen una influyente manera de ver y entender al país.

La literatura, el cine, la pintura, la cultura de masas, el periodismo, la historia, los ídolos populares, son algunos de los muchos temas que están en el centro de sus obse­siones. La contundente originalidad de sus puntos de vista, su inteligencia, su erudición y lucidez, su crítica sistemáti­ca al poder político y económico, su adhesión a infinidad de causas sociales, le han concitado admiración y afecto tumultuosos. También –hay que decirlo– le han acarrea­do críticas justificadas y descalificaciones
lamentables. Es algo inherente a toda actividad pública.

Genio y figura. Su imagen no encaja con la del estereo­tipo del intelectual convencional encerrado en su torre de marfil. Por excentricidad o por protagonismo, es prover­bial la omnipresencia de Carlos Monsiváis (ajonjolí de todos los moles). Durante más de medio siglo ha sido testigo e incluso participante en momentos decisivos en la vida del país, pero al mismo tiempo lo hemos visto en situaciones insospechadas, que forman parte de su perfil público.

Un día debate con Octa­vio Paz y al siguiente aparece como extra en un videoclip de Luis Miguel; un día lo vimos en el papel de Santa Claus borracho en la película Los Caifanes, y otro dirigiendo el legendario suplemento de la revista Siempre! , “La cultu­ra en México”; un día asistió al controvertido concierto de Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes o apareció junto a Lucía Méndez en la portada de la revista Teleguía, y años después, en el 2006, se le ve junto a Andrés Manuel López Obrador durante una de las multitudinarias manifestaciones en el Zócalo tras las tur­bias elecciones de 2006 (aunque después se distanciaría del político tabasqueño).

No es el propósito desglosar en este breve espacio la vasta actividad pública desarrollada por Monsiváis. Es sólo un recordatorio y, sobre todo, una invitación a leerlo. Más allá del personaje, de su imagen pública, de las anécdotas memorables, de los recuerdos entrañables, son sus libros donde reside lo esencial de sus aportaciones.

Amor perdido, Días de guardar, Escenas de pudor y li­viandad, Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se or­ganiza, Los rituales del caos, son algunos de los títulos de Carlos Monsiváis que se hacen imprescindibles para enten­der lo que es y ha sido el país en las últimas décadas.

Que no sea su eventual desaparición pública la que nos haga iniciar o retomar el diálogo –a través de la lectura– con uno de los observadores más agudos de la realidad contemporánea de México.

Queda pues la invitación y va un brindis a la salud del enfermo, por su pronta recuperación.

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