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EL SOLAR DONDE SE LEVANTÓ EL TEATRO ITURBIDE, HOY DE LA REPÚBLICA

Por miércoles 31 de enero de 2018 Sin Comentarios

ANDRÉS GARRIDO DEL TORAL

Una verdadera joya para la Historia Patria es el hoy Teatro de la República, un verdadero altar cívico para la mexicanidad. Allí se estrenó por unas horas antes que en la Ciudad de México, el Himno Nacional Mexicano el 15 de septiembre de 1854. Entre 1866 y 1883 cantó allí en cinco temporadas diferentes la divina Diva Ángela Peralta. Fue sede del tribunal de Guerra que juzgó y condenó a Maximiliano de Habsburgo, Miguel Miramón y a Tomás Mejía del 13 al 14 de junio de 1867.
Fue escenario de las principales galas dadas por Porfirio Díaz en la ciudad en los años de 1882 y 1903. En su interior Francisco I. Madero hizo un mitin del Partido Anti Reeleccionista en diciembre de 1909. Fue sede oficial de las sesiones preliminares y de las sesiones ordinarias, extraordinarias y permanentes del Congreso Constituyente entre noviembre de 1916 y enero de 1917.

En su recinto plenario se aprobó, firmó y protestó la Constitución que hoy nos rige, pero no se promulgó allí sino en Madero 70 que era el Palacio Nacional. En este coliseo se aprobó la nueva Constitución que sería pionera a nivel mundial en llevar derechos y garantías sociales a un texto fundamental, renovándose desde entonces el Derecho Social como un instrumento de defensa, tutela y reivindicación de los derechos de los más vulnerables y no en un simple protector. En 1929, concretamente el 4 de marzo, se funda el Partido Nacional Revolucionario.
En diciembre de 1933 se convierte el Teatro en laboratorio de la planeación nacional al aprobarse los nuevos estatutos del PNR y la candidatura del general Lázaro Cárdenas para períodos presidenciales de seis años. Pues bien, a pesar de su importancia artística e histórica, todavía la mayoría de la gente se hace pelotas y teje marañas respecto a la propiedad del terreno originario del coso, que ya es propiedad del Estado mexicano y administrado por el Senado de la República desde el 5 de febrero de 2017.

Es objeto de este artículo dar luces sobre la propiedad originaria de este predio y sobre cómo terminó siendo patrimonio de la Junta Vergara.
A partir de 1573 hubo una orden real en todo el Imperio español que obligaba a los pueblos, villas y ciudades a contar con una alhóndiga para aprovisionar de alimentos y granos básicos a las poblaciones en futuras emergencias, por lo que la Alhóndiga de Querétaro se construyó en el perímetro de la plaza de San Francisco, hacia el norponiente, concretamente en las esquinas de la calle segunda de San Antonio y de La Alhóndiga, actuales Ángela Peralta y Juárez. El terreno de la Alhóndiga cubría casi toda la cuadra y manzana, hasta donde hoy conocemos como las oficinas de la CFE y Banamex. La propiedad era del Ayuntamiento de Querétaro desde 1578. Obligadamente tenía que ser en esta zona, que desde hacía casi cinco siglos era y es el corazón de la ciudad de Santiago de Querétaro a partir de la construcción del templo y convento de San Francisco en 1550.
A todo esto hace falta una precisión: esta construcción comenzada en el siglo XVI fue llamada posteriormente como “la Vieja Alhóndiga”, para diferenciarla de la que construiría a sus expensas el muy generoso benefactor Juan Caballero y Ocio, a un lado de la Vieja Alhóndiga, en un terreno de su propiedad, heredado de su padre Juan Caballero y Medina, quien a su vez compró varios predios ubicados en esa manzana a un tal Juan Durán en el primer tercio del siglo XVII.

Allí nacieron los hijos de este poderoso militar virreinal incluyendo Juan Caballero y Ocio, que era el menor, viviendo muchos años la familia en esa casona, hasta que muerto el jefe de la misma, don Juan Caballero y Ocio se trasladó a vivir a un costado de La Congregación de Guadalupe en el hoy Mesón de los Cómicos de la Legua y autorizó al Ayuntamiento de Querétaro para utilizar el predio de referencia para la Nueva Alhóndiga, cosa en la que estuvo de acuerdo su hermano mayor de nombre Nicolás, al considerar que el viejo edificio era insuficiente para proveer de maíz a la gente pobre de la sociedad queretana.
En mapas de la ciudad de finales del siglo XVIII se pueden observar ambas edificaciones convertidas en una misma casona, con similitud arquitectónica. Entonces aquí se dan elementos para terminar con viejas especulaciones sobre la propiedad del terreno donde se erigió el Teatro Iturbide a partir de 1845. En la actual panadería “La Vienesa” de la calle Juárez todavía se puede observar la imponente arquería de parte de la casa que fue de don Juan Caballero y Osio, mismo que murió en 1707, más de un siglo antes que doña Josefa Vergara y Hernández, la cual designaría al Ayuntamiento de Querétaro como albacea de todos sus bienes.

Al ser el solar donde se construiría el futuro teatro la casa de don Juan Caballero y Osio –y antes de su padre Juan Caballero y Medina- se cae la teoría de que ese predio era baldío o sin construcción.
Al llegar la Independencia de México, los edificios realengos pasaron a formar parte del Estado Federal, de las entidades federativas o de los municipios, quedando en este caso la propiedad del solar de referencia (Alhóndiga Vieja) en favor del municipio de Querétaro, de eso no hay duda, pero en relación al terreno y destino del nuevo almacén es donde vamos a profundizar. El antecedente notarial de Gabriel Rincón Frías nos dice que ese solar fue comprado por Juan Caballero y Medina a Juan Durán allá por 1630 y que al heredarlo su hijo Juan Caballero y Ocio lo destinó para su morada y luego lo cedió al Ayuntamiento para la Alhóndiga.
Después pasó a ser propiedad de la sucesión de doña Josefa Vergara y Hernández, fallecida en 1809, porque el Ayuntamiento de Querétaro tomó fondos de los bienes de doña Josefa para terminar la construcción del teatro y además fue una forma de que el Ayuntamiento resarciera los daños causados al patrimonio de Vergara ocasionados por el despojo que a los mismos hiciera el nefasto Antonio López de Santa Anna. ¡Querétaro era una ciudad muy culta, sin lugar digno para expresar la cultura!.
En 1845 los gobernantes y pueblo de Querétaro reflexionaron sobre la necesidad de contar con un teatro, digno de la ciudad, por lo que llegaron a la conclusión de que la Nueva Alhóndiga ya no cumplía con su función o no era tan necesaria porque había otros almacenes de víveres, y decidieron construir el teatro sobre 994.43 m2 del viejo almacén. El gobernador era Sabás Antonio Domínguez y el arquitecto, autor del proyecto y primer constructor, fue Camilo San Germán.
El Estado le dejó al Ayuntamiento capitalino la responsabilidad de conseguir los cuatro mil pesos necesarios para arrancar la obra, lográndolos gracias a que se le presionó al español don Cayetano Rubio –dueño de las principales fábricas- que cooperara como una especie de indemnización al pueblo por el aprovechamiento que hacía de las aguas del Río Blanco (hoy Río Querétaro).
La guerra contra los Estados Unidos (1846-1847) interrumpió el proyecto del coso, en la agresión más villana que hayan consumado éstos en su larga historia de atropellos internacionales, Querétaro se convirtió en capital de la República con el traslado de los poderes federales, a la cabeza de los cuales estaba el presidente de la República Manuel de la Peña y Peña.
Concluida la guerra, aprobado y ratificado que fue el Tratado de Guadalupe-Hidalgo en Querétaro, el gobierno de México partió a su sede en 1848 habiéndose designado previamente presidente de la República al general José Joaquín Herrera. Volvió la calma a la ciudad provinciana; otra vez la quietud, el contemplar, el transcurrir de la vida sin sobresaltos.

Entonces se pensó en continuar la construcción abandonada del Teatro, para lo que se volvió a pedir la cooperación de quienes pudiendo se habían hecho accionistas de la empresa. Más, como corresponde a la grande obra que iba a resultar, las dificultades menudearon y pasó un año – 1849 – y no se advertía avance en la misma; los accionistas se fatigaron de aportar cantidades para la misma y prácticamente la abandonaron.
La dejaron en manos del Ayuntamiento queretano, al que cedieron sus aportaciones, a condición de que la continuase por su cuenta y, una vez concluida la obra, sus productos fueran a engrosar el patrimonio del Hospicio fundado con los bienes que para ello destinó doña Josefa Vergara y Hernández.
En el porfiriato, a finales del siglo XIX, el Ayuntamiento de Querétaro dejó de ser el albacea de la sucesión de la señora Josefa Vergara – por decisión propia y falta de capacidad técnica- y entrega la custodia de los bienes al gobierno del estado de Querétaro.
En el sexenio gubernamental de don Enrique Burgos García, se le dio certeza jurídica a la propiedad que tenía la heredad de doña Josefa Vergara y Hernández sobre el Teatro, ordenando el gobernador Burgos la regularización de éste y otros ocho inmuebles y la correspondiente inscripción en el Registro Público de la Propiedad y el Comercio, terminando con una indolencia y desorden jurídicos de casi ciento cincuenta años.

* Doctor en derecho, Cronista de Querétaro

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