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Alvin Ailey: memoria en movimiento

Por domingo 9 de noviembre de 2014 Sin Comentarios

Por Iván Escoto Mora*

La danza es una revelación que en su lenguaje cinético encierra todas las palabras posibles. Hundirse en el caudal de sus expresiones, es seguir la invitación que desde la poesía extiende Octavio Paz:

Cierra los ojos y a obscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y sueña allá, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.

pag 5 Iván Escoto Mora1Alvin Ailey es probablemente uno de los hombres que más influyó en el desarrollo danza contemporánea, su huella se aprecia como una catarata ensordecedora.

Observar las coreografías de Ailey, sin duda, implica sumergirse en un mar cargado con la intensidad de historias profundas, antiguas, fértiles como la tierra del continente africano y su cultura que, tras una diáspora innombrable e insuficientemente reivindicada, llegó a todos los rincones del planeta.

Alvin Ailey nació el 5 de enero de 1931, en la ciudad texana de Rogers, Estados Unidos. Cientos de páginas dan cuenta de sus aportaciones al mundo de la danza. Hijo de una familia humilde y desintegrada, logró reponerse al abandono paterno y al racismo sureño que con especial crudeza se propagaba en las décadas de los cincuentas y sesentas dentro de la Unión Americana.

A los doce años se mudó a Los Ángeles, lugar donde detonó su genio artístico, aunque quizá debería decirse que éste se gestó mucho antes, en una infancia llena de música, esperanza y tardes de servicio dominical, en la iglesia bautista.

Fue alumno Lester Horton y de Martha Graham. En 1954 debutó en Broadway con el musical House of Flowers, escrito por Truman Capote. En 1958 fundó su propia compañía de ballet. El sitio oficial Ailey American Dance Theater afirma que dos de sus creaciones emblemáticas son Blues Suit y Revelations. La primera pieza retrata sus raíces sureñas; la segunda, da cuenta de un fragmento de la historia de los Estados Unidos aunque también, de alguna manera, de la vida del bailarín y coreógrafo.

Revelations es un ensamble de luz y movimiento. La obra se inspira en la música que marcó la niñez de su autor, a través de ésta, se narra el camino de fe y tenacidad de la comunidad afroamericana que logró pasar de la esclavitud a la libertad en el curso de un largo trayecto, el cual culmina, en la obra de Ailey, como una epifanía de belleza y fortaleza.

El montaje corre cruzado por varios sets de música góspel y blues distribuidos en tres secciones. La primera se titula Pilgrim of Sorrow, en ésta se describe el dolor de la explotación sobre la cual descansó la fundación de las colonias inglesas.

El acto inicia presentando un círculo de luz tibia. Un grupo de mujeres y hombres aparecen, contraídos en primer plano, alineados como una bandada de aves que migran. Poco a poco el grupo se extiende a semejanza de semillas que germinan bajo un sol vencido por la noche. La imagen recuerda el vuelo de una familia gaviotas cruzando el océano, o un alumbramiento en el cielo del atardecer. El cuadro es de una gran paz.

En un segundo momento la calidez la luz desaparece. Todo se vuelve frío, un círculo blanco se proyecta en el escenario sobre un fondo negro impenetrable. Todo oscurece a excepción del círculo brillante, en él yace un hombre en tensión. La música se torna frenética igual que el baile del hombre, minutos después, el escenario desaparece entre sombras.

Take me to the weather es el nombre del segundo acto, en él se da cuenta de la fortaleza sostenida en la robustez de una espiritualidad invencible.

En esta sección un hombre y una mujer se contonean alegremente frente un lienzo rectangular que simula un río. Festejan un rito importante. La claridad ha regresado al escenario. La pareja se encuentra con Dios en el sacramento bautismal. Sombrillas, sombreros, vestidos ampones, la celebración inunda la sala.

Move members, move, título del tercer acto, elogia la culminación de siglos de lucha que,  finalmente, florecen en el fruto de la libertad.

Este momento es un homenaje a la vida. Hombres y mujeres danzan en un gran cuadro de verano. El escenario se trasforma en una paleta infinita. Los colores se abren con el veloz corte de abanicos que vuelan de extremo a extremo. Un brillante amarillo se apodera del espacio. La música truena con ritmos cadenciosos e irresistibles. Al final cae el telón, tras de sí queda la sombra líquida del gran sueño de la libertad.

Alvin Ailey muestra en Revelations no sólo la historia de su pueblo, la esencia de su naturaleza y la potencia de su condición, también, lo más hondo de una biografía de entereza y valor. Sin duda su nombre es sinónimo de un arte descomunal que no puede pasar desapercibido en la cultura contemporánea. En 1989, el artista murió en la ciudad de Nueva York, pero su memoria en movimiento se preservará por siempre dentro de los escenarios inmortales de la posteridad.

*Lic, en derecho y filosofía.

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