Nacional

Niños sin reglas… niños sin ley

Por domingo 6 de abril de 2014 Sin Comentarios

Por Verónika Hernández Jacobo*

A partir de nuestra práctica profesional en primarias públicas tenemos el siguiente referente empírico “los niños ya no respetan, no tienen límites, en sus casas no les dan las bases para respetar”, expresiones de la vida cotidiana en los hogares y escuelas,  hay incluso teóricos contemporáneos que nos hablan de la caída de la autoridad paterna. En el acercamiento al contexto escolar maestros y padres  comentan que no saben qué hacer con niños y jóvenes, unos a otros se desresponsabilizan, intentando ubicar en la otra parte la falla de la autoridad.

El maestro cuestiona a la estructura familiar, el padre cuestiona a la institución educativa, y cuando no se reciben respuestas ambos voltean su mirada interrogando a los especialistas que  ostentan el poder científico, sean estos médicos, psicólogos, psiquiatras, neurólogos, terapeutas de lenguaje, entre otros, para recibir a cambio la supuesta verdad de lo que pasa a  niños y jóvenes problemáticos. En relación a lo anterior Camilo Ramírez se cuestiona ¿quién asumirá la función de autoridad, de guía?, él se responde que la autoridad la ejercerán “aquellos considerados como expertos, especialistas de todo tipo, psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos, médicos, neurólogos, genetistas, consejeros.

La familia al no poder sostener la autoridad, entendida como la capacidad de poner límites que permiten la instauración de la ley subjetiva, va delegando en los otros, Estado y escuela, lo que le corresponde hacer para la tramitación subjetiva de sus hijos.  De ahí encontramos la existencia de la fuerza externa ejercida por la autoridad del Estado mediante el desfile del ejército en la vida cotidiana del entorno nacional, su objetivo es parar la violencia que los grupos del crimen organizado han desatado.

Esos criminales que alguna vez fueron niños y que ni su familia ni la institución educativa a la que pertenecieron, ni el Estado cumplieron su función, fallaron en el momento en que esos niños construían su espacio subjetivo, ahora no tienen ley subjetiva que contenga su agresividad.

El elemento central en esta discusión es reflexionar acerca del papel de la autoridad en el seno de la familia,  hay que decirlo, lo que tenemos ahora son padres que dejan huérfanos de autoridad a sus hijos, por un lado están los padres consentidores que todo lo complacen con el supuesto psicológico de “hacerse amigo de sus hijos” que no les permite limitar cuando es necesario, si se les da todo los niños y niñas van subjetivando que no es necesario esforzarse, ni responsabilizarse de sus actos, pues cuanto piden obtienen.

Por otro lado, también hay padres que desatienden la crianza de sus hijos, los dejan libres, sin rumbo, sin protección, el cuidado y la autoridad  indispensable que le permite al niño elaborar su subjetividad están ausentes. Fernando Osorio nos dice que los padres han pasado de un discurso autoritario, a un discurso permisivista posdemocrático estos padres confunden el valor de la autoridad y de la sanción; se cansan a la hora de poner límites a sus hijos  o simplemente los dejan hacer.

La estructura familiar aparece en nuestra contemporaneidad debilitada, no puede con el desborde pulsional de sus hijos; el respeto y la tolerancia, y en general los valores familiares que eran la base de la estructura social ya no son tales, otros “valores” o más bien antivalores se han instalado en su lugar, ya no son valores culturales sino de mercado, hoy un niño es “educado” por los medios de comunicación, esto cualquier ciudadano común lo sabe. Si antes el piso que fomentaba la formación de los niños era la familia y la iglesia, luego se compartió la estafeta con la escuela,  se agrega la televisión y todo aquello que los niños puedan encontrar en internet.

En cuanto a la participación de los padres en la formación de sus hijos, todavía podemos ver al igual que en otros tiempos la participación de éstos, en la vida escolar, pero dicha participación lo es según Ramírez  “des-implicándose de una manera particular, es decir, casi no hay relatos familiares que se responsabilicen por lo que atañe a sus hijos, casi siempre es el otro compañero el que agrede, es el profesor que no sabe enseñar, es un daño cerebral mínimo,  o en el peor de los casos es el niño el único culpable de su malestar, padre y madre creen que no tienen ellos nada que ver con el desorden de su hijo narrado por los profesores.

*Doctora en educación

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