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Botes que reman contra la corriente: La grandeza de Gatsby

Por domingo 4 de agosto de 2013 Sin Comentarios

Por Horacio Valencia Rubio*

Gatsby1La literatura norteamericana ha sido construida por una galaxia de autores rebeldes, inconformes, críticos, oscuros, renovadores y capaces de contar los conflictos del espíritu humano de una manera eficaz. Los nombres de Poe, Twain, Faulkner, Caldwell, Hemingway, Cheever, Bellow, Salinger, Capote, Delillo o Wallace son algunos de los narradores que han cuestionado los problemas que plantea el becerro de oro del país económicamente más sólido del mundo: el poder que arrastra la moneda y la autodestrucción del ser.

Como ya se sabe, los escritores americanos han visto a la novela como un instrumento que habrá que perfeccionar, que habrá que utilizar en la búsqueda de las respuestas. Para el narrador español Antonio Muñoz Molina: “lleva casi dos siglos empeñada en contar el mundo tal como es”. Son muchas las novelas estadounidenses, ya que son bastos los estilos, los escritores y los lectores que buscan, desde una historia rosa, de venta en los anaqueles de Kmart (Danielle Steel, quien ha vendido 530 millones de ejemplares), hasta un clásico como Moby Dick de Melville.

No es exagerado afirmar que El gran Gatsby del autor Francis Scott Fitzgerald (Minnesota, 1886), sea una de las novelas más emblemáticas de la literatura del siglo XX. Eliot consideró que esta obra era “el primer avance que da la narrativa norteamericana después de Henry James”.

El gran Gatsby se publicó por primera vez en 1925. La novela vendió 24 mil ejemplares, y se puede considerar un éxito para la época. Pero el verdadero boom editorial de la obra (la impresión en papel y la versión electrónica), se ha dado tras la nueva interpretación cinematográfica dirigida por Baz Luhrmann, y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Toby Maguire. Este suceso del cine y de las letras plantea una pregunta básica: ¿Para qué traer al presente una historia de casi un siglo de edad?

Gatsby2En 1922 el autor declaró que deseaba escribir “algo hermoso y sencillo, con una estructura complicada”. El gran Gatsby nace de ese ejercicio artístico, que eleva a Fitzgerald al sitio de los imprescindibles de la literatura moderna. El libro es verdaderamente contado por Nick Carraway, quien ha sido testigo de una serie de sucesos que se centran en una sola persona: “No; en resumen, Gatsby resultó ser un hombre de una pieza; lo que le devoraba era el turbio polvo flotando en la estela de sus sueños, lo mismo que encerró temporalmente mi interés en las abortivas tristezas y cortas alegrías del género humano”.

La novela de Carraway, que también es la novela de Fitzgerald, narra la grandeza de Jay Gatsby, personaje protagonista que vive demasiado tiempo con un sólo sueño. Gatsby, tras regresar de la guerra, monta toda una fortuna (dinero que parece haberse generado de la obscuridad de la mafia), sólo para atraer a la mujer que siempre deseó tener. Daisy, prima de Nick, está casada con Tom Buchanan. He aquí el conflicto de intereses que desencadena la tragedia de la historia.

Fiestas interminables, orquestas de jazz, grandes mansiones, la ciudad de New York como escenario, excesos de vino espumante y whisky (en la época de la prohibición), infidelidades como estilo de vida, mujeres con actitudes de gato, hombres que hacen tratos bajo la mesa, la pujante bolsa de valores o la lujuria que flota en el aire de la modernidad son los elementos de una narración vibrante.

Pero, ¿para qué traer al presente de los lectores una historia de casi un siglo de edad? Si bien, el cine se encarga de una narración visual y sonora, e interpreta los textos de los escritores; la literatura posee las palabas esenciales para contar la trama de una serie de personajes que, por lo general, luchan contra el pasado irremediable y un futuro que es incierto. La novela El gran Gatsby se enlaza con nuestro presente, ya que en esta segunda década del siglo XXI vivimos la incertidumbre en casi todos los aspectos. Los sueños auténticos, que son las pulsiones de toda la historia conocida, se ven opacados por nuestras obsesiones: la ambición, la necesidad de reconocimiento y el dinero que puede penetrar hasta la sangre.

Más allá de ver las diversas versiones cinematográficas, leer la narración de Fitzgerald en nuestro tiempo, nos coloca frente a cualidades de una prosa casi poética que envuelve los ojos con un halo misterioso y onírico. El lenguaje de la narración nos hará conocer una parte de la totalidad de la novela americana, pero además, una gran visión acerca del despertar de una época, el desplome de la misma y la pérdida de la condición espiritual de una generación.

* Poeta , pedagogo y licenciado en literatura.

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