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HUGO AVENDAÑO… El Barítono de México

Por domingo 6 de enero de 2013 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel “El Cuervo”*

Hugo-Avendaño01Terminaba el año cantando… Imposible evitar el considerar la famosa cábala que indica que como termines el año y comiences el siguiente, habrás de permanecer hasta el final del mismo… El Cuarteto Mexicano de Lorenzo Lara, me hacía viajar a mil recuerdos, mil historias unas muy recientes y otras no tanto… El recorrido nostálgico en estas fechas es casi obligado y más cuando se tiene a la mano esa mágica herramienta de la música cantada… Un trabajo sui generis el que me tocara este pasado fin de año… Y digo eso porque el público que me escuchaba, era más una bohemia familiar que una presentación en forma… Aunado a ello, había en mi pecho un deseo infinito de cantar… Una necesidad de transmitir al universo toda la emoción acumulada por lo experimentado durante el año agonizante… Y canté, canté, canté con toda entrega como si fuera la última vez que la vida me lo permitiría… Tres horas y no llegaba el cansancio a la voz… Una tras otra, las canciones me hacían volar en el recuerdo por una u otra razón… Y narraba a las diez o quince personas que constituían mi auditorio del último día del año, anécdotas acerca de los autores y sus canciones y cómo habían sido inspiradas y escritas… Creo que pocas veces disfruté tanto el cantar como el fin de año del 2012 y principio del 2013… Del amor al desamor, de la euforia a la tristeza pasando desde luego por el infaltable amor desolado… Y como todo fin de año, la nostalgia se hace presente y en uno de esos momentos en que los abrazos se daban, pedí a Lorenzo me acompañara esa hermosísima y nostálgica “Mi Viejo Amor” que más que escrita, había sido parida por el Maestro Alfonso Esparza Oteo y A. Fernández Bustamante…

“Por unos ojaaaaazos negros… Igual queeee penas de amooores… Hace tiempo tuuuuuuve anhelos… alegrías y siiiin saboooreees…”

Nadie, o casi nadie se percató que la estaba cantando… La canté para mí, porque tenía una gran necesidad de dejar volar esa emoción… Y así, al irla cantando, desandaba mi carrera en el canto casi día a día… Así llegué a aquella fiesta maravillosa, aquella que tal vez sería de las últimas bohemias en que participaban los gigantes que escribieron las páginas de oro de nuestra música… Aquella que era la primera de las bohemias que me tocaría vivir a lo largo de tantos años ya en este bendito oficio de cantor… Siempre me pregunté cuál había sido la razón de que me invitaran a esa bohemia donde mi presencia era más como un admirador que como intérprete… Yo comenzaba mi carrera y la fascinación por compartir con quienes habían sido mis ídolos desde la infancia, no tenía límite…

“Hace tiempo tuve anhelooooos… alegríiias y siiin saboooreeeees… Al dejarlooooos algún díiiia, me decían así lloraaaaandooooo… No te olvides vida míiiiaaaaa, de lo que te estooooyyy cantandoooooo…”

Y el corazón sangraba al tiempo que mi voz salía de algún lugar muy dentro de mí… Los demás, permanecían en la euforia del año que comienza, mientras yo viajaba a ¡Quién sabe dónde por medio de mi canto…! Cuántas veces habré estado inmerso en esa espiral de emociones, en esa vorágine mágica a donde conducen las canciones mientras para los demás son fechas de fiesta y celebración… No lo sé… Muchas, muchísimas… Pero la intensidad con que este fin de año me arrastró, no la recuerdo desde años, muchos años atrás… Sería quizá por los momentos bellos, por los momentos mágicos que me había tocado vivir… O tal vez por la contraparte… Por los momentos tan difíciles que para muchos, incluyéndome, resultó el año que terminaba… Por una u otra, Los ojos hacían agua una y otra vez como aquel cayuco viejo que tanto me aterrorizara cuando niño a mitad del río cuando se burlaban de mi llanto porque nos vamos a hundir… “No nos hundimos, pero si nos hundimos no pasa nada… ¿No sabes nadar?” “Sí, sé nadar, pero abajo del agua hay monstruos y si nos hundimos nos van a llevar al fondo…” Y la risa que solamente motivaba más de aquel llanto infantil… Y las risas y abrazos y felicitaciones que solamente motivaban que mis ojos ahora marchitos, hicieran agua como aquel cayuco viejo a mitad del río…

“¡Que un vieeeeeeejooo amooooooor… Ni se olvida niiii se deeeeejaaa… Que un vieeeeejo amooooor… De nuestra alma síiiiiii se aaaaaaleja pero nunca dice adiooooos… Que un viejooo aaaamoooor…!”

La primera vez que la escuché fue en aquella bohemia al principio de mi carrera… No pude haberla escuchado en alguien mejor… Fue la voz de Hugo Avendaño la que me hizo conocerla… En vivo… Al escuchar esa incomparable voz del barítono de México, sentía cómo cada nota me desgarraba en la añoranza… Una añoranza que era ajena… O tal vez, no sabía aún bien a bien qué era o quién lo que producía la sensación desgarradora… La admiración por Hugo Avendaño, desde luego era absolutamente bien cimentada. Nacido en Tuxpan, Veracruz, llegó a la ciudad de México, como tantos estudiantes, con mil sueños bajo el brazo y la nostalgia por el terruño en busca de su preparación en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México… Poco tiempo después, Avendaño se daría cuenta que su verdadera vocación era el canto y abandonando la Medicina, estudió canto con el no menos célebre Maestro José Pierson, quien había sido Maestro de grandes voces de nuestro país tales como José Mojica, Jorge Negrete, Pedro Vargas y José Sosa Esquivel, gran tenor y padre de nuestro siempre admirado y querido amigo José José…

Ha pasadooooo muuuuucho tiempoooo… Y otra veeeeez vi aqueeeellos oooojooos… Me miraron con despreeeeeciooo, fríameeeente y siiiin enooooojos…”

Hugo-Avendaño02Para continuar con su preparación, el Maestro Hugo Avendaño, viajó a Nueva York y ahí, en el afamadísimo Metropólitan Opera House, estudió con Dietch y Kimball, que fueran también maestros del célebre barítono Leonard Warren… Avendaño debutaría como cantante de ópera en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México interpretando a Amonasro en la inmortal “Aida” de Giuseppe Verdi justamente el año de mi nacimiento, a mitad del siglo XX… Poco a poco, teniendo en su repertorio cerca de veinte distintas óperas, Hugo Avendaño va acercándose a la música popular… Su extraordinaria voz, pero sobre todo una gran calidad interpretativa, le llevan a ganar un lugar privilegiado en el público de la música romántica de México…

Y al sentiiir aquel despreciooooo… De ojos queeeee a mi me aaaaadoraaaroooon… Preguntéeee si coooon el tiempoooooo, mis cariiiiiicias ooooolvidaaaaron…”

Desde luego, Hugo Avendaño formó parte de la enorme constelación de estrellas de la música mexicana que desfilaron en aquel afamadísimo programa de la XEW “La Hora Azul”… Participó también en muchos de los programas musicales más populares de la televisión tales como “El Estudio de Pedro Vargas” o “Variedades de Media Noche”. En el cine, incursionó en tres películas: El Gallo Colorado, realizada en 1957; Melodías Inolvidables, filmada en 1959 y La Valentina, al lado de la también afamadísima María Félix en el año de 1965… Se casó con la soprano Graziella Garza con quien compartió escenario muchas veces y grabó varios de sus cerca de 50 discos… Resulta entonces fácil imaginarse mi fascinación al estar escuchando a Hugo Avendaño en aquella bohemia… Después de cantar “Mi Viejo Amor”, que es el nombre original de la canción que la mayoría de la gente conoce como Un Viejo Amor, pidieron los amigos que Hugo cantara una hermosa canción escrita por Daniel Pérez Arcaraz, a quien yo conocía como conductor de aquel legendario programa de televisión “El Club del Hogar” que Daniel condujera junto con Madaleno, no imaginaba siquiera que Pérez Arcaraz fuera compositor… Pero faltaría una lección más que el gran Hugo Avendaño, me daría además de su técnica y su calidad interpretativa…

—¡Hugo, por favor canta “Mientes”… La cantas maravillosamente bien…!

—¡Sí, por favor, Hugo, cántala…!

—Lo siento, pero esa canción no podría cantarla…

—Por qué no, si es uno de tus éxitos y la cantas estupendo… ¿Te sientes mal de la voz?

—No, nada de eso, es otra la razón…

—Creo que al Maestro Avendaño, esa canción le llega jajajajajaja A ver, dinos qué secreto tienes que te impide cantarla…

—Ningún secreto… Es solamente que no podría cantarla estando presente nuestro amigo y compositor de esa primorosa canción… Nadie mejor que él para cantarla, ningún cantante, ningún intérprete podrá jamás cantarla como él, así que me voy a permitir pedirle al Maestro Daniel Pérez Arcaraz que él mismo se acompañe al piano “Mientes…”

Todos los grandes autores de la música romántica mexicana de aquel entonces, fueron grabados por Hugo Avendaño… Tata Nacho, Esparza Oteo, María Grever, Agustín Lara, etc… A lo largo de mi carrera, tendría varias veces la oportunidad y el privilegio de compartir en escenarios y reuniones con el gran barítono… Siempre aprendiendo de él, siempre abrevando de su técnica, su estilo, su capacidad interpretativa… Aproximadamente en el año de 1993, se le diagnosticó un cáncer de Pancreas que le llevaría a la tumba después de lidiar cerca de cinco años contra la enfermedad… Así, esa inolvidable voz, ese gran Maestro de la canción romántica de México, terminó el camino el cinco de enero de 1998 cumpliéndose justo el día anterior a la publicación de este artículo catorce años de habernos dejado… Todo eso recreaba en mi pensar mientras seguían los abrazos, los brindis, las promesas y las bromas en torno al año fenecido y al que apenas comenzaba…

Que un viejo amoooooor… Que un viejooooo aaaaamoooooor…”

Recordando al insuperable Hugo Avendaño por medio de mi canto.

*Cantante, compositor y escritor.

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