Nacional

Algunas Anécdotas del General Charis (1896-1964)

Por domingo 2 de diciembre de 2012 3 Comentarios

Hace quince años (1997), el Dr. Efraín Toledo Sumoza, Presidente del Grupo Cultural “La Peña del Sol” de la ciudad de Tonalá, quién falleció en el año del 2003, escribió un artículo sobre el General Heliodoro Charis Castro, militar juchiteco nacido el 3 de julio de 1896.

El Dr. Efraín Toledo nacido en Tonalá, pero con raíces istmeñas, conoció al Gral. Charis por los años 30´s, iniciando una gran amistad con él, a tal grado que fue su médico de cabecera una buena temporada. Nos comentaba el Dr. Toledo que Charis no le pagaba por su trabajo, pero a cambio lo invitaba a comer, por lo cual convivieron buenos ratos, y así conoció muchas anécdotas de este personaje.

El Gral. Heliodoro Charis era de origen indígena y humilde, que lo privó de ir a la escuela, por lo que no sabía leer, ni escribir. A la edad de 15 años se da de alta en el ejército revolucionario, en la Decena Trágica; Charis se levanta en armas en contra de Victoriano Huerta junto a José F. Gómez.

Se adhirió al Plan de Agua Prieta, y poco después se unió a las fuerzas de Álvaro Obregón. Fue nombrado General Brigadier por el General Álvaro Obregón. Participó al lado de Joaquín Amaro en la Batalla de Ocotlán, Jalisco el 9 de febrero de 1924 con su 13º. Batallón de 300 juchitecos. Ese día a las 11 de la mañana salen rumbo a la vía del ferrocarril, a quitar la artillería. En esta lucha es herido el General Charis en una pierna y un brazo; aunque ganan la batalla: Obregón, Joaquín Amaro y Charis. Igualmente participa en la Campaña Yaqui en Sonora, derrotando al enemigo sin sufrir ni una sola baja. El 24 de mayo participa en el asalto de Manzanillo o Batalla de Manzanillo, donde hubo 123 muertos del ejército cristero y 29 soldados federales, victoria que lo consolidó como uno de los mejores generales de la época.

Fue Diputado Federal (1926-1928) por el 17º distrito electoral de Oaxaca, y Senador de (1940 a 1946). Una vez retirado del servicio activo del ejército en Querétaro, a mediados de 1931, se dedicó con contagioso entusiasmo a la política y a la agricultura.

Comentaba el Dr. Toledo, que desde el primer momento que lo conoció lo impresionó por su austera figura, su gallardía y su bonachonería. Su mirada dura se dulcificaba, cuando reía, lo cual hacia frecuentemente, pues estaba pronto al chiste y al retrueco. Se reía de las bromas de mal gusto, en las que lo señalaban como carente de instrucción. Su sentido común era muy agudizado, lo salvaba del escaso acervo de conocimiento y siempre respondía a todo y a todos, rápida y sutilmente. Como ejemplo de lo que he dicho de su personalidad, van los siguientes relatos que él mismo hiciera.

ANECDOTAS:

-“Cruzábamos, él y yo, una calle del centro de la ciudad de México. Yo, a pesar de, que un automóvil daba la vuelta a la esquina con rapidez, brincando gané la otra acera. El General se quedo esperando a que el automóvil pasara. Al llegar a donde yo lo esperaba, le pregunté porque no había cruzado la calle conmigo. Al instante, me respondió: “Gozaré de fueros, pero no de cueros”.

Para enfatizar su fama de valiente juchiteco, haré la relación de otro suceso. Con frecuencia, después de haberle recetado, tenía la amabilidad de invitarme, junto con otros militares subalternos, a restaurantes-cantina, lujosos, de su preferencia. En una ocasión, vimos dirigirse hacia nosotros, al Jefe de la Policía de la Cd. de México, acompañado de sus cercanos ayudantes; al estar frente a frente los dos generales, el jefe policíaco, sonriente y respetuoso, le tendió la mano al Gral. Charis, acompañando esto con palabras de salutación. Charis, en respuesta, fijó su lacerante mirada en el rostro de quién lo saludaba y después de unos segundos le dijo en tono duro y cortante: “Yo no saludo a cobardes”. El General de tez muy blanca, cambió de color, y sin pronunciar palabra, se retiró. Charis, todavía perturbado por el incidente, nos dijo que: “le había visto el trasero” en Tabasco durante la Revolución.

En otra ocasión fui testigo del explosivo temperamento juchiteco, cuando llegué al cuarto del hotel , que siempre habitaba, me encontré que los presentes estaban tensos, y sólo se oía la estentórea voz del General, con su característica penetrante mirada, lleno de ira, que se reflejaba en sus movimientos y en el tono de autoritaria voz, le decía a un Mayor, ayudante: “¡Vaya Usted inmediatamente y dígale a ese torerito de mierda, que me traiga la pistola que le presté, tiene más de dos meses que no me la devuelve!” – No pasó mucho tiempo en presentarse un torero famoso por su valentía ante los toros, llevando consigo un estuche, el que entregó al General Charis, el cual, sin escuchar su excusa por su tardanza, lo increpó, diciéndole: “Es usted, un sinvergüenza, tiene más de dos meses que me pidió la pistola, ésta es la pistola que más aprecio.” Después de retirarse el famoso personaje, el General, nos relató de que esa pistola era la más estimada por él, porque había sido un regalo del General Joaquín Amaro. En verdad, que era bella, pues tenía cachas de nácar, y un águila dorada, con inscripción dedicada al General Charis.

En otra ocasión, me relató un suceso, del que también fue protagonista, cuando era Jefe de las Operaciones en Colima. En unos días de feria, se llevó a cabo el concurso de reina, habían dos contendientes: una, la de los ricos; la otra, de los comerciantes; pero también, el ejército, lanzó una candidata. El día en que se anunció ante la plaza repleta de gentes el resultado de la votación, como era de esperarse, declararon vencedora a la primera y en último lugar, le tocó a la representante del ejército. El General, lleno de disgusto e ira, por lo que consideraba un desprecio a la que representaba a la más pobre, sus ojos se llenaron de fiereza, la misma que tenía cuando entraba en combate y antes de que su razón dominara sus fieros pensamientos, gritó con todas sus fuerzas: -“¡Pueblo de Colima, no voten por esas…(un sinónimo de hetairas), voten por mi candidata, que es humilde, pero buena!”- Está por demás decir, que la muchedumbre rápidamente abandono la plaza. Cuando me contó este suceso, vi en su rostro un reflejo de arrepentimiento, por aquel exabrupto.

Combatiendo a los cristeros, en una pequeña población del estado de Jalisco, sus soldados le llevaron a un cura, al que sorprendieron huyendo, llevando consigo una pesada maleta. Al preguntarle al General, cuál era el contenido de ella, le respondió cabizbajo y asustado, que era dinero de la Iglesia. Ante la admiración e incredulidad de los soldados, el General Charis, le dijo: -“¡Váyase curita, antes de que yo me arrepienta, y le quite el dinero y la vida!” –

Nos contaba el General a un grupo de sus subalternos y a mí, que cuando el ejército triunfador en Celaya, comandado por el Gral. Obregón, del cual él formaba parte, entró triunfante en la capital, se le ocurrió caminar por el Zócalo, para admirar la gran Ciudad. Repentinamente sintió una bala le atravesaba el sombrero. Pocos instantes después de salir de su asombro, el sentirse que todavía estaba vivo, se quitó el tejano y con sorpresa vio, que la bala había atravesado el águila dorada, y sólo había doblado la medalla de la Virgen de Guadalupe, que había puesto, precisamente atrás del águila.

En 1935, siendo interno del Hospital General, lo visité y me pidió que lo llevase con el que yo consideraba el mejor cirujano, pues como resultado de un accidente durante una cacería de venado, en la que, un profesor que lo acompañaba, al parecer, no muy versado en ese deporte, accidentalmente, lo hirió en el lado derecho del cuello. Milagrosamente, fue en sedal, atravesando nada más, los músculos escalenos, dejando esquirlas o fragmentos de la bala expansiva, en sus bien desarrollados músculos y una cicatriz retráctil que hizo que el General siempre llevara la cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha.

Me contó, que en esos momentos, cuando se sintió herido, quiso dar muerte al profesor, pero razonablemente pensó que había sido accidental y lo dejó vivir. Concerté una cita con el Maestro Gustavo Baz y después del examen, lo operamos, con el fin de extraerle los pequeños fragmentos de la bala, teniendo frente a nosotros la radiografía que mostraba, de manera clara, media docena de ellos, en diferentes sitios de sus músculos. Extrajimos algunas, pero se quedaron las más profundas, las cercanas a los vasos del cuello. En esa época, se desconocía la cirugía vascular en México, y en muchas otras partes del mundo. Afortunadamente, pudo continuar su vida, sin muchas molestias, porque no hubo lesión de nervios importantes.

Al final, el Dr. Efraín Toledo Sumoza comentaba sobre Charis, “que la historia y el tiempo, ha reconocido la extraordinaria y recia personalidad de este singular juchiteco, que forma parte de la leyenda y de la historia.”

El General Heliodoro Charis Castro murió en la ciudad de México el día 26 de abril de 1964. A pesar de su fama, pocos datos hay sobre vida familiar; actualmente su nieta Guadalupe Altamirano Charis está recabando datos y anécdotas para hacer un libro a su abuelo.

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