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TIRSO NIEBLA

Por domingo 11 de noviembre de 2012 Sin Comentarios

Por Tony Gómez*

La figura de Tirso se pierde en las nubes del tiempo, un viejo ya mayor, ajado por la vida, originario de la sierra de Durango, del poblado de Maculi, para mas señas. Deambulaba el viejo por los municipios de Angostura y Mocorito, en ese entonces no existía todavía Salvador Alvarado. Traía con él una lona larga con la que hacia un circulo grande y ese era su propio circo, no había mas artistas, únicamente el gran Tirso.

En el viejo Mocorito no había muchas atracciones a las cuales asistir, de manera que Tirso se apostaba en la alameda vieja y en ese lugar levantaba sus lonas apestosas.

Luego se vestía con larga túnica, toda sucia y vieja por el uso, se ponía un cucurucho en la cabeza y se iba por esas calles polvorientas para dar a conocer que pronto comenzaría con sus presentaciones. Me olvide de decirles que Tirso tenía secuelas de poliomielitis y arrastraba su pie derecho, de manera que la gente lo llamaba Tirso “Pata de ala”. Pobre viejo, el quería hacer pasar un rato ameno a la gente y ellos le pagaron con un apodo, pero ya ve como somos en el pueblo. Pues bien, arrastrando su pie y disfrazado ¿vaya a saber de qué?, (aunque intuyo que se quería parecer a los viejos magos, como Merlín), se iba por esas calle de dios gritando en que consistían sus presentaciones, atrás de el una plebada tirandole piedras u otros objetos, unos cuantos perros que se unían a tan singular procesión y un polvaderón de los mil diablos, bajo los rayos de este sol nuestro, tan candente.

Luego llegaba la noche y con ella la función circense, entonces entre gritos de los asistentes aparecía Tirso con su atuendo de mago, se clavaba agujas en los pliegues de su cuello viejo y elástico, también lo hacia en los brazos y enseguida hacia trucos de magia muy sencillos pero divertidos para todos. Tirso al llegar al pueblo requería de ayudantes para montar su circo rústico, sin techo, solamente con las lonas miadas en un circulo y para ello contrataba a mis dos primos (q.e.p.d.), Roberto y José Luis, tan dados a la broma como lo pueden ser unos desocupados sin oficio ni beneficio. Nuestro querido “pata de ala” también hacia el número en el que escarbaba una tumba y se le ponía alguna tapadera, de tal suerte que se enterraba en vida, colocaban un cristal y ahí por un peso se le podía ver. El acto duraba dos o tres días. Pero no vaya usted a creer que no le llegaba oxigeno a su entierro, los ayudantes colocaban un trozo de manguera que iba del hoyo a un lugar cercano y difícil de localizar, tapaban con tierra ese conducto y así podía respirar nuestro buen mago.

Pero mis primos, traviesos como ellos mismos, por la noche tapaban el extremo de la manguera por donde entraba oxigeno y el buen Tirso tenia que salir ya un poco morado por la falta de aire puro y desbaratar el acto, no pocas veces hubo necesidad de llamar un medico para revivirlo. Cuéntese también de un galán que una de esas noches invitó a su novia al circo y traía en su bolsillo solamente dos pesos (la entrada costaba un peso), pero se le pegó la suegra y ni modo de negarse a llevarla, pero a la buena señora la pasó por abajo de la lona, es decir “de trampa”, y la novia y el galán entraron por la puerta. Ya dentro oyeron un alboroto y al ir a ver se dieron cuenta que la suegra había caído en el foso donde tirso pensaba “enterrarse” un día después. Se armo entonces la bronca, tirso a sacar a la trampera y la suegra tras el yerno reclamándole su proceder. En otra ocasión tirso trató de hacer el número de los voladores de Papantla, mis primos fueron los encargados de hacer el hoyo y colocar ahí el palo del cual se colgaría nuestro émulo de volador. Mis parientes como buenos ayudantes hicieron el agujero, pero no lo enterraron lo suficiente a propósito, de tal manera que al comenzar el acto el palo se vino abajo y Tirso fue a dar a un Guamúchil cercano, para bajarlo de ahí fue el problema, entre tanta espina.

La historia de Tirso no termina aquí, apenas comienza, fueron mil y una diablura la que le jugaron al pobre hombre, pero nunca dejó de divertir a los lugareños, tomaba las cosas con su filosofía de hombre viejo y sapiente, también se reía y seguía adelante. Uno de esos años del siglo pasado Tirso realizó su último acto de enterrarse, se fue para siempre en alguno de los poblados que visitaba y que gustaban de sus actos, pero entre los viejos álamos todavía se escucha su voz desde un improvisado altavoz hecho de cartón, anunciando la función, gritando que en estos “triquitos” momentos dará comienzo. No sé en qué lugar se encuentre nuestro buen amigo, pero se que fue a un lugar donde se sigue riendo de las travesuras que le hicieron, haciéndole sus añejos trucos de magia vaya a saber usted a quienes, pero espero en dios que este en paz, fue un buen hombre que hizo la delicia de chicos y grandes, puso su nota de alegría a las vidas encerradas en aquel viejo Mocorito.

*Lic. en Derecho.

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