Nacional

Vida y libertad: significados en uso

Por domingo 18 de septiembre de 2011 Sin Comentarios

Por Iván Escoto Mora*

Si las palabras significan en función de su uso, el problema es saber qué uso se les da, cómo se establecen las reglas que las justifican, cómo se definen y aceptan sus contenidos.

Podríamos preguntar: ¿cómo se dota de sentido a la palabra “vida”? Es un derecho humano, connatural al hombre o una prerrogativa reconocida por el Estado. Derivado de estos supuestos se adoptan varias posturas: a) Si es derecho humano, connatural al hombre, todos tienen derecho a vivir. Por tanto nadie, bajo ninguna circunstancia, puede cancelar la vida de otro. b) Si es una prerrogativa que reconoce el Estado, ¿puede también desconocerla?, ¿está justificada la muerte, la guerra o la destrucción al amparo de las decisiones gubernamentales? ¿Tendríamos que admitir que la vida humana depende de condiciones de territorialidad, nacionalidad, filiación política o convicción ideológica?, ¿Debemos aceptar que “lo humano” es accesorio de imposturas sociales, culturales o jurídicas?

Estas preguntas, y la manera en que se respondan, podrían generar consecuencias trascendentales dentro del juego de las relaciones sociales. Los hombres se cuestionan: ¿quién tiene derecho a la vida? Quién tiene derecho a todo lo que la vida implica: trabajo, educación, vivienda, salud, etc.

Los Estados adoptan, por orden de las élites en el poder, directrices de gobierno sesgadas y deciden quiénes tiene derecho a la dignidad, quiénes merecen ser asistidos, quiénes perseguidos y quiénes confinados.

¿Qué es la vida y cómo se protege dentro del juego social?, es una interrogante abierta para los gobiernos en todos los países. Se construyen argumentos a favor y en contra de la muerte. Se defiende o reprueba la violencia institucionalizada. Unos se horrorizan por los baños de sangre y otros aseguran buscar en ellos el bienestar social pese a los desgarros “colaterales” que produzcan.

Dentro de un juego de ambigüedades se tratan y explican todos los temas relacionados con la vida del hombre y la manera en que se entiende al “ser humano” en su contexto social. Reglas a favor y en contra se enderezan para justificar lo injustificable que, dadas ciertas condiciones, pretende tener sentido e incluso, aparecer como producto de la sensatez y la razón.

Marcela Yarce Viveros, Rocío González Trápaga, Humberto Millán, son algunos nombres entre decenas que podrían contarse. Vidas que han sido segadas, plumas coartadas, periodistas acaecidos en medio de un mundo convulso en el que la lógica ha dejado de tener sentido y aún los vocablos más comunes han perdido significado.

En medio del discurso de la intolerancia, las muertes de unos se justifican para preservar las de otros, nosotros preguntamos: ¿las de quiénes?, ¿cómo se pondera entre dos bienes de igual valor?, ¿vida o seguridad?, ¿libertad o vida?

La libertad, el derecho a existir, a pensar, a criticar y aún a soñar, son recuerdos sepultados entre paranoias internacionales y miedos enquistados. Todas las formas de relación humana se encuentran hoy supeditadas al orden discursivo de la represión capaz de reducir al grado de lo nimio la vida de tres, diez, veinte, cincuenta mil o más muertos. La vida se ha vuelto irrelevante bajo el argumento preponderante de nuestros días: “la seguridad a costa de todo”. ¿Seguridad para quién?, ¿seguridad para qué?

Jafar Panahi (1960), cineasta iraní, fue sentenciado a sufrir una pena privativa de libertad en diciembre del 2010. Su delito: la disidencia política. La condena: seis años de prisión y la prohibición de filmar o escribir durante veinte años, tiempo en el cual el realizador tampoco podrá abandonar la República Islámica de Irán.

Ganador de premios en Cannes y Venecia, Panahi dirigió una carta abierta al público internacional, que fue leída por Isabella Rossellini en el 61 Festival de Cine de Berlín. En su texto, Panahi habla de la actividad de los cineastas, de la tarea que permite retratar la realidad a través de los matices de una lente que amplifica los sueños, captura y resalta los rincones intrincados de la humanidad en esa complejidad que parece ajena a toda lógica, brutal y sin embargo, deseable productora de belleza y sentido. Jafar Panahi detenta un oficio común con los periodistas. Su actividad es un ejercicio social que se refiere al mundo, a la crítica de la intolerancia, de la violencia y del poder.

En un punto histórico en que los conceptos “vida” y “muerte” se han vaciado de significado, en medio de tantas preguntas sin respuesta, desde la cárcel física, los sueños de Panahi siguen buscando la libertad. En su carta expresa:

“La realidad es que me han desposeído de la posibilidad de pensar y de escribir durante veinte años, pero no pueden impedirme que sueñe… Espero que cuando sea libre, pueda viajar en un mundo sin fronteras geográficas, étnicas o ideológicas, donde la gente viva junta, en paz y en libertad, a pesar de sus creencias y convicciones… Me han condenado a veinte años de silencio. Pero en mis sueños, grito por un tiempo en el que podamos tolerarnos los unos a los otros, respetar nuestras opiniones y vivir nuestras propias vidas”.

En medio de tanta violencia, todos deseamos inscribirnos en el mismo sueño de Panahi.

*Abogado y filósofo/UNAM.

 

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