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Tlacahuapahuiztli… arte de criar y educar a los hombres

Por domingo 15 de mayo de 2011 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel El Cuervo*

Mamá… ¿hasta dónde llega el cielo…?
–El cielo no termina nunca… No tiene fin…
–Y cómo sabes que no tiene fin si nunca has ido al cielo
–Porque lo saben los científicos y nos lo dicen…
–Mami… ¿Quién inventó a las mamás?
–No las inventó nadie, las mamás son mamás en todas las especies… Cada animalito tiene una mamá…
–¿Nosotros somos animalitos?
–Sí, somos animales racionales…
–Y entonces ¿por qué cuando me porto mal dices que parezco un animalito…?

Cuántas veces, no hemos observado ese tipo de diálogos entre madres y sus hijos pequeños… Diálogos o preguntas solamente, que se repiten de generación en generación mostrando que en el pensamiento de un niño, nada hay más sabio ni más poderoso que la mamá… La mamá, es un ser incansable y entregado a sus hijos, a sus crías, sirviendo o intentando servir de alivio a toda tristeza o dolor que el hijo sufra en el camino… Las madres, son: economistas, enfermeras, nutriólogas, psicoterapeutas, administradoras, plomeros, albañiles, etc., etc., etc… Mi madre, no se cansaba jamás de expicarme que los hielos se derretían… Una y otra vez, en mi cálida tierra del sureste, llenaba las bolsas de mis pantalones de peto con cubitos de hielo… Una y otra vez me iba a jugar e indefectiblemente me quedaba dormido a la sombra de un naranjo o de un mango, para despertar llorando porque mis hielos los había robado algún niño malo… Y mi llanto, indefectiblemente era enjugado entre las sonrisas que mi inocencia (a veces le llamo de otra manera), motivaba en mi madre para volverme a explicar que no me los había robado nadie, que el hielo es agua congelada y con el calor se vuelve agua y posteriormente se evapora… Mi madre no se cansó jamás de permanecer al lado de mi cama en el Hospital Infantil de México, durante los tres meses que la glomerulonefritis aguda de carácter viral, me llevó incluso a la muerte clínica durante dos minutos… Lloraba en el baño para que yo solamente viera su sonrisa… Mi madre, no se ha cansado jamás de apoyarme y aconsejarme en toda actividad que desempeñe con ese amor incomparable y carente de todo egoísmo… Y así como yo hablo de ella, cada hijo sobre el planeta, supongo que debe sentir algo similar por su propia madre… Por desfortuna, en este tiempo nuestro, cada vez menos se valora el papel de la madre como ama de casa entregada a la formación de sus hijos, ese oficio bendito que siendo tal vez el más importante, es uno de los que no tiene preparación ni re­conocimiento universitario… Pero no todo el tiempo ha sido lo mismo. En la época prehispánica, el papel de las madres era valorado en su justa dimensión… Pero no solamente hablo en el sentido romántico, cursi tal vez… No, hablo de una valoración en el aspecto psicopedagógico, social, económico, etc. La mujer recibía una preparación adecuada con base en los principios masculino-femenino, naturalezas distintas y complementarias una de la otra. A la mujer se le enseñaba a sentirse orgullosa de su femineidad. La mujer era altamente respetada y querida por tener el don de la fertilidad, de dar vida… Pero esto, no quiere decir que se les tomara como objetos o vientres-máquinas para la reproducción y ya, no. Ser madre era, como desafortunadamente no siempre sucede en la actualidad, una gran responsabilidad en todos los sentidos. El ser “… Hacedora de vidas tiernas, exigía la obligación del conocimiento de la vida, de la tierra que germina, del equilibrio de los astros, del brote del agua en la tierra…” Eso decían los antiguos mexicanos. Al igual que los griegos, en aquél México, se consideraba a la educación como el medio que transmite de generación en generación, los logros conseguidos por la cultura. Una constante evaluación y seguimiento era indispensable para corregir y modificar la conducta a fin de que el ser humano alcanzara o intentara alcanzar su perfección.

Tlacahuapahualiztli, el arte de criar o educar a los hombres, era en gran parte responsabilidad materna. Por esta razón, la mujer aprendía medicina familiar elemental, técnicas de la alimentación adecuada, así como los más importantes principios de la pedagogía, la higiene y la economía del hogar. Las madres, en la escuela femenina, cobraban conciencia de que la enseñanza tenía como propósito fundamental, el In Ixtli in Yollotl, alcanzar el rostro y el corazón, es decir, conformar adecuadamente la personalidad del individuo.

Los mexicanos de entonces sabían mucho acerca del lenguaje interior, la mirada, las manos, el calor del cuerpo, todo aquello que significara el expresar sin palabras los más profundos pensares y sentires. Aún cuando el gesto fuera de reproche, afloraba siempre cargado de afecto. Lo más importante era sembrar primero la seguridad del afecto, si no, posteriormente no serían escuchados ni atendidos cuando emplearan la palabra para educarlos. La mujer, para preparar a los hijos en la Ixtlamachiliztli, sabiduría que se transmite a los rostros ajenos, estudiaba arduamente, pero de una manera profunda y académica profesional. Por ejemplo, al aprender la confección de las vestimentas, aprendía principios de hilado, estética y el origen de los materiales que utilizaba. Para procurarles a los hijos pequeños una clara identidad sexual, la madre mantenía cerca de ella a la niña, mismo que hacía el padre con el varón. En fin, que ser madre en el antiguo México implicaba una preparación que bien equivaldría en la actualidad, cuando menos a una licenciatura en psicopedagogía, enfermería y economía familiar… ¡Cuánta falta hace algo así en nuestros días! Sobre todo, en cuanto a la conciencia del papel tan importante que una madre tiene. Así que, con toda razón, vamos a desmentir la frase afamada “Madre, sólo hay una”… Porque una buena madre, tiene que dividirse necesariamente en muchas para cumplir adecuadamente con los muchos roles que desempeña… Vaya mi admiración y mi respeto por todas las madres mexicanas en ese difícil desempeño profesional de la TLACAHUAPAHUALIZTLI… Arte de criar y educar a los hombres…

*Cantante, compositor y escritor.

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