Estatal

De cuando Alberto Ángel “El Cuervo” grabó con la tambora

Por domingo 3 de abril de 2011 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

No recuerdo el año, ni si fue a finales de los 80 o principios de los 90. Pero entonces, en la industria del disco, el sonido de la banda sinaloense estaba en su apogeo. Tanto, que hasta algunos ídolos difuntos grababan con la tambora, como Pedro Infante, Javier Solís y El Pirulí, ya que, aprovechando los adelan­tos técnicos en la materia, se ensamblaban sus voces con las bandas El Recodo, de Cruz Lizárraga, y La Coste­ña, de Ramón López Alvarado.

En ese tiempo, yo vivía en la ciudad de México y Ramón López Alvarado de vez en cuando me invitaba a sus grabaciones con Antonio Aguilar y María de Lour­des. Un día me llamó para comunicarme que grabaría con Alberto Ángel “El Cuervo” y Humberto Cravioto, en un estudio por la colonia Portales. Se lo comenté al buen amigo y paisano Jesús Monárrez, quien me puso al tanto de que “El Cuervo”, hombre de vasta cultura, era politécnico, como nosotros, pues había egresado como químico farmaco biólogo, QFB. Supe, además, que era igualmente licenciado en psicología y su nombre com­pleto es Alberto Ángel Bustillo Alamilla.

Recuerdo que, ya en el estudio, todo estaba dispues­to para hacer las “pistas” para Cravioto y él mismo, en ausencia del primero. Alberto Ángel llevaba anotados los tonos de las canciones seleccionadas, en su mayoría joyas del cancionero mexicano.

Para mí no dejaba de ser emocionante que Alberto Ángel “El Cuervo”, todo un gran tenor de enorme y vi­gorosa voz, que hacía excelentes presentaciones acom­pañado por orquestas sinfónicas, decidiera grabar con banda sinaloense, lo más representativo de nuestra alma musical. Y todo se desarrollaba bien hasta que dijo el tono de la siguiente canción, La Negra Noche, pieza de la tradición popular, clásica. “En Do”, le indicó a López Alvarado. Y éste, automáticamente, le ordenó a los músicos: “Re”. Alberto Án­gel, creyendo que no lo había escuchado bien Ramón López Alvarado, le repitió subiendo el tono: “Do”. López Alvarado, asintiendo con la cabeza, le volvió a ordenar a los músicos de La Costeña: “Re”.

“El Cuervo” casi se sale de sus casillas pensando que las cosas no podían ser de esa manera. Sabiendo yo lo que esta­ba ocurriendo, intervine ante el cantante y le dije que no se preocupara, que lo iban a acompañar correctamente. “Pero cómo va a ser correcto, si yo digo Do y me cambian a Re”, agregó ya un tanto molesto. Es que la banda está afinada una nota arriba de piano, le informé. Si usted canta en Do lo acompañan en Re; si canta en Re, lo acompañan en Mi y así sucesivamente. Pienso que con incredulidad “El Cuervo” aguardó a los músicos y, sí, para su sorpresa él podía cantar perfectamente en Do.

Superado el incidente, que seguramente le brindó un nue­vo conocimiento sobre nuestra cultura musical al recio tenor, pensé que posiblemente habría otro tropiezo en la parte del sostenido “dentro de mi alma no hay tinieblas”, dado que, de acuerdo a la propia canción, para el lucimiento del intérprete éste detiene las sílabas a capricho y rompe la cuadratura rít­mica del acompañamiento, lo que resulta fatal para la tambora, pues carece de cuerdas para darle sustento a la voz. En ocasiones, en una orquesta sinfónica se cubren los sosteni­dos, según el caso, con un fondo de timbales reforzando la expresividad del cantante. Total, que en aquella ocasión de la primera grabación de “El Cuervo” con tambora, el genio de Ramón López Alvarado resolvió el problema con sus músi­cos.

Ya no hubo tiempo ni espacio para conversar sobre esas cuestiones con el distinguido egresado del Instituto Politéc­nico Nacional. Alguna vez, si se presentan las circunstancias, habrá ocasión para ello. Como homenaje a Alberto Ángel Bustillo Alamilla, transcribo los versos que escribí sobre la tambora, a propósito de un corrido que me grabó la Banda El Recodo:

El que no tiene raíces
el viento lo desmorona,
no lo identifica nada,
todo lo imita o lo copia.
Envidia lo que no tiene
y, así, tampoco valora
lo que distingue a los otros:
es oscuro como sombra.

Yo no padezco esos males
porque me basta y me sobra
haber nacido en mi tierra
para sentirme en la gloria.
Soy de un pueblo luminoso,
soy de un pueblo con historia
que expresa su sentimiento
a través de la Tambora.

Habrá a quienes los sature
su brillantez poderosa,
pero así es el sinaloense:
cuando se da se desborda.

Este es mi humilde homenaje
a la Banda, que es luz propia,
y es parte de la cultura
del pueblo de Sinaloa.

*Economista y compositor.

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