Nacional

Sueños en el camino del arte… o el chelista callejero

Por domingo 27 de febrero de 2011 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel El Cuervo*

Coconut Grove… Viernes por la noche… Un festival que se precia de ser artístico, se desarrolla a todo lo que da. Y al igual que en la afamada ciudad de las marchas y los bloqueos (léase México DF) Miami, por lo menos en gran parte de la zona de Coconut Grove, en todo su esplendor y su frivolidad, se encuentra con las calles bloqueadas por la poli­cía que controla el tránsito para dejarlas libres y se conviertan en paseos peatonales por el fin de semana.. La gente, camina, compra, bebe, come… Se entregan al hedonismo absoluto… Arriba, en una terraza que se sitúa por encima de la cabeza, las minifaldas proliferan generosas y no deja de producir una serie de emociones encontradas la presencia dancística de tantos jóvenes bellos de uno y otro sexo, entregados a la emoción super­ficial del atractivo… Meramente atractivo físico… Vacío emocional, espiritual… Así se comportan… A lo lejos, un sonido emerge dentro de la vorágine salsera que se vive en la terraza… Es un sonido distin­to, por eso sobresale… Nada que ver con estridencias ni rítmicas afrocaribeñas… Es un sonido gra­ve dulzón… Melancólico… Confor­me camino en dirección al mar, el sonido se hace más claro dejando atrás el de la música y el baile de la terraza… Como si fuera en fade in-fade out, la música dulzona va ha­ciéndose más identificable a cada paso… Es un chelo… Alguien toca un chelo de manera estupenda… Es increíble la digitación que tie­ne… No hay una sola desafinación por pequeña que sea… Me acerco en silencio… Con todo respeto… Un letrero delante del estuche, explica la razón de su música: ESTOY TRABAJANDO PARA PAGAR MI AUDICION A JULIARD. GRACIAS POR SU SPON­SOR… Está tocando bellamente ahí, en un ricón de la ban­queta ¡Es un niño!, pienso… No sé qué edad tendrá pero es un niño… Respetuosamente, me acerco a escucharlo y a señas le solicito me permita grabarlo… Sin dejar de tocar, asiente… Y la tecnología es ahora aprovechada para conservar una ejecu­ción al chelo, que mi fantasía convierte en histórica… Daniel Yucra, de apenas 16 años de edad, nacido en Miami, hijo de madre peruana, se convertiría al paso de los años, en uno de los más afamados y virtuosos chelistas de América… Estoy comentando desde una de las salas de la Academia Juliard, justamente donde este chelista extraordinario, estudiara para perfecccionarse y llevar su talento al mundo entero… En esta ocasión, el maestro Yucra, nos envuelve en la emoción de la suite #1 para chelo, de Bach… Una de las obras más be­llas y exigentes escritas para este instrumento… el público, escucha emocionado a uno de sus exalumnos más desta­cados… Termina la suite y la gente emocionada brinda una ovación enorme a Daniel Yucra… ¿Cuántas historias truncas no se tejerán a diario en este sentido…? ¿Cuánto talento en verdad extraordinario, se perderá en el camino por diversas razones…? El Chello, o violonchello, es un instrumento cuya sonoridad tan especial y melancólica, le ha brindado desde su invención, la posibilidad de abordar ejecuciones solistas de gran intensidad interpretativa. Sería el siglo XVI, el que vería nacer los primeros violoncellos (violonchelos en español) que surgen como descendientes directos del violín y no (como muchos piensan) de ese instrumento conocido como viola da gamba (viola de pierna).El violoncello, cobró fama entre los compositores muy rápidamente por su gran versatilidad y su capacidad de comunicación emocional en el sonido… Antes del violoncello, existían otros instrumentos que cumplían un papel similar a la musicalidad del actual violoncello o cello… Estos instrumentos, aunque cubrían registros similares, no dejaban totalmente satisfechos a los compsitores, instrumen­tos tales como violón, que era utilizado entonces como bajo contínuo; el violonzino o basset y la viola d’amore o viola de amor que es tal vez el instrumento que mayormente recuerda al violoncello en su ejecución tanto técnica como emocional interpretativa. En un principio, los violonchellos, eran sujeta­dos al cuerpo por medio de un cinturón… Había muchos dis­tintos tamaños de cellos, desde los más pequeños o tenores hasta los más grandes de registros más graves dependiendo de la intención que el compositor buscara en el sonido, todos ellos con diferentes tesituras y modos de sujeción al cuerpo. Unos sujetos por la cintura, otros por la espalda y algunos más en algún punto de apoyo en el mismo suelo. Hubieron muchos fabricantes de estos instrumentos, comenzando por los famosos luthiers italianos. Luthiers es una palabra france­sa que significa en español: Laudero, persona que se dedica a fabricar instrumentos de cuerda. Por cierto, de ahí sacaron el nombre los de un conjunto de virtuosos que parodian la mú­sica clásica: Les Luthiers. Dentro de estos luthiers o lauderos, los más afamados fueron los Amati y los Maggini. Es el violon­chelo en la actualidad, parte importantísima de la orquesta, al grado que existen un sin número de obras escritas para Chello y orquesta. Grandes ejecutantes han desfilado por las más im­portantes salas de concierto del mundo: Mstislav Rostropo­vich y Pablo Cassals que dedicara a México su obra para chelo y orquesta titulada: “El Pesebre” entre ellos desde luego…. Y termina la ejecución de Daniel Yucra a esta hermosísima suite # 1 de Bach para chello solista. Y la emoción en verdad es in­evitable debido al virtuosismo de este joven músico callejero (temporalmente ¿tal vez?) y la gente… La poquísima gente que disfrutó, que disfrutamos de este concierto improvisado, premiamos con un aplauso y una contribución económica que en algo ayude para su audición en Juliard… Agradezco su eje­cución una vez más y me alejo con un cúmulo de sensaciones encontradas… Por un lado, recuerdos de hace ¡tantos años! Cuando al salir mi disco, en una plaza comercial de México, abrí el estuche de mi guitarra y me puse a cantar para poder llevar comida a mis bebés… Por otro, un cierto dejo de triste­za al pensar todo lo que debemos atravesar en este bendito oficio de las artes… Y por último, una alegría muy especial por haber tenido la suerte de encontrar entre la superficialidad de Coconut Grove, un momento de virtuosismo y emoción que, como una isla de los archipiélagos de Florida, se presentó en ese rincón con Daniel, el chelista, el músico callejero… Por ahora… De Miami.

*Cantante, compositor y escritor.

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