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MOVIMIENTOS PRODIGIOSOS EN EL ROSARIO

Por viernes 31 de julio de 2020 Sin Comentarios

SERGIO UZÁRRAGA ACOSTA

El sábado 3 de agosto de 1655, día de Santo Domingo de Guzmán, un hombre que andaba a orillas del río de Chametla se detuvo en un lugar porque se le había cortado el rosario que llevaba. Al inclinarse a recoger las cuentas se encontró un mineral. Al saberse el suceso varias personas se acercaron, llegaron gambusinos, trabajaron la primera mina y se asentaron a vivir ahí. El lugar se pobló, y pronto le empezaron a llamar Real de Minas del Rosario. Se construyó un pequeño templo que satisfizo las necesidades espirituales de sus pocos habitantes, y conforme fue creciendo la actividad minera la población aumentó. En el pequeño templo se llevaban a cabo los actos religiosos más importantes, y varios curas jesuitas ejercían su ministerio ahí. En ese pequeño recinto el 4 de noviembre de 1662 el licenciado Juan Ruiz de Caseñanas efectuó un bautismo con licencia del cura licenciado Pascual de Villela, y a este acto le siguieron muchos más. Así se reunían los habitantes a convivir en fiestas que los curas del lugar promovían, y el fervor religioso creció.

Varios curas de Durango iban y venían al Real de Minas del Rosario. En marzo de 1680 estuvo ahí el obispo diocesano fray Bartolomé García de Escañuela. Él, viendo que el templo con el que contaban era muy humilde, exhortó a los vecinos a que fabricaran una iglesia “menos indecente que la que tenían […].”Les señaló, con un cordel y ceniza, área para ello, y dio los primeros picazos para abrir cimientos. Ya que lo hizo celebró misa en el mismo sitio, y después se dio comienzo a la construcción del nuevo templo. Se colocaron unos cuantos adobes, pero no se avanzó mucho. El 7 de abril de 1683 Bernardo Pascual Asensio de Loyola puso ahí una cruz de madera fuerte llamada remo. Medía dos varas y una octava de larga, y sus brazos eran de una vara y tres dieciseisavos. Para que no se la llevaran los que en la semana santa, que ya estaba próxima, iban a buscar para cargar a cuestas y andar las estaciones, la colocó en una peana que fabricó de piedra y lodo. Procuró asegurarla muy bien. Le metió una vara en la peana y la acuñó con barro y piedra a toda fuerza. “El jueves Santo 15 de dicho abril, entre dos y tres de la tarde comenzó á moverse la santísima Cruz […].”Este suceso sorprendió a quienes la vieron y, maravillados, difundieron la noticia. Se supo que la cruz se había movido con tanta fuerza que el presbítero don Juan Martínez de Guevara y el capitán don Francisco López Portillo, para certificarse de aquel prodigio, subieron a la peana y, teniéndola cada uno por su lado, los brazos de la santísima cruz les vencía los suyos con sus movimientos. Del 15 al 24 de abril de 1683, a varias horas del día y de la noche, la cruz se movió “maravillosamente,” y de este suceso, que se interpretó como un fenómeno sobrenatural, hubo muchos testigos de vista. El cura propio Lorenzo de Cárdenas y Guzmán, en carta de 22 de abril, dijo al ilustrísimo señor Bartolomé García de Escañuela: “Subí yo (á la peana) y con evidencia veía y sentía, que se movía la santísima Cruz: estaba mirando y escudriñando si pudiese haber alguna causa natural para aquel movimiento, y estando con este cuidado, advertí que de media vara, poco más ó ménos, de la santa Cruz para abajo hacia la peana, no se movía, y de allí para arriba era el movimiento: que siendo cuerpo continuo de arriba abajo, no parece poderse mover naturalmente la mitad del cuerpo, sin moverse lo demás.”

Dada la importancia del hecho, el 24 de mayo de 1683 el ilustrísimo señor don fray Bartolomé García de Escañuela, obispo diocesano autorizó al cura propio y juez eclesiástico del Real de Minas del Rosario, bachiller don Lorenzo de Cárdenas y Guzmán, para que recibiera las declaraciones de varios testigos. Los examinó y ratificó el hecho. Entre los examinados hubo un sacerdote y dos seculares que juraron haber observado que no se movía toda la cruz, sino que estando quieta cerca de la mitad de su pie, que salía de la peana, de allí para arriba se hacían los movimientos. El presbítero Juan Martínez de Guevara fue el primero de los que se examinaron y el 28 de junio de 1683 en su declaración ratificó que tuvo por el pie a la santísima cruz y que no vio ni sintió allí movimiento alguno. Sólo vio que se movía de poco más de la mitad para arriba. Veintiún testigos de vista que sabían firmar fueron examinados por el cura propietario bachiller don Lorenzo de Cárdenas y Guzmán, y cada uno juró ante el notario público Gerónimo del Corral decir la verdad. Todos afirmaron haber visto muchas veces que la santísima cruz se movió, y comentaron que sus movimientos se llevaron a cabo particularmente el jueves, viernes y sábado santos. Además todos citaron a muchas personas de ambos sexos que estuvieron con ellos mirando los movimientos prodigiosos. Aseguraron que los tuvieron por tales porque a su entender “no podían proceder de causa natural” debido a que, cuando se hacían, no se movía en la misma forma cosa alguna conjunta a la santísima cruz.

El ilustrísimo señor fray Bartolomé García de Escañuela envió una carta a todos los fieles católicos cristianos de su obispado para explicar el hecho. Se dirigió principalmente a los vecinos moradores, estantes y habitantes del Real de Minas del Rosario y sus contornos, en la cual dijo:

“Despierta el Criador y Redentor de nuestras almas en éste obispado al mundo, á mí, á mis hijos, así eclesiásticos como seculares, así hombres como mujeres, de todos estados, y de todos linajes, sin excepción de personas […].”Según él el criador y el redentor, es decir, Dios y Jesucristo, con la señal que dieron se dirigieron particularmente al corazón de los habitantes de su obispado y especialmente a los de la provincia de Sinaloa y a los del Real de Minas del Rosario. Recordó la poca firmeza que había en la gente cuando dio la primera misa ahí: “no hubo de hallar firmeza en vosotros Dios, pues en el mismo lugar tiembla y no descansa el trono de Dios, que es su cruz.” Recordó también que cuando en ese lugar había abierto los cimientos con sus manos para que los que habían sido tan pródigos con el demonio y sus vicios fueran liberados con Dios, algunos habían vertido veneno “mordiendo las víboras las manos que debieran besar: perseguisteis el ungido de Dios en sus miembros: volvisteis la espalda con odio al manípulo de Josef, que por oficio debierais venerar con amor […]”Más adelante dice: “Sin embargo de todo eso, amadísimos siervos de Dios, hijos, hermanos y compañeros míos, para justificar Dios mas su causa, y que superabunda la piedad donde abundó la malicia: en ese mismo lugar, donde tanto había delinquido, […], os llama para despertaros Dios […].”Terminó diciendo a los fieles del Real de Minas del Rosario que Dios “os quiere hacer grandes, si os reducís á pequeños por virtuosa inocencia, si le dais casa en que vivir.”

El suceso impactó tanto a los habitantes del Real de Minas del Rosario y sus alrededores, y las palabras del obispo penetraron tanto en su mente que a partir de entonces comenzó a venerarse la santísima cruz, y en los años siguientes se hicieron festejos en los que se manifestó con fervor la religiosidad de toda la población. Con ese sentimiento que los animaba continuaron la construcción del nuevo templo, y mucho tiempo después resultó ser una joya arquitectónica de grandes dimensiones y una belleza extraordinaria.

BIBLIOGRAFÍA

Carlos Hubbard: “El ayer de El Rosario,” en José Ma. Figueroa y Gilberto López Alanís (Coordinadores): Encuentros con la historia., Culiacán, Sinaloa, México, Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, 2000.

HEMEROGRAFÍA

Diario de México.

Maestro en Historia del Arte en la UNAM

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