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UN VIAJE AL INTERIOR…

Por jueves 30 de abril de 2020 Sin Comentarios

LETICIA DÍAZ ACOSTA

El acontecer trágico que como humanidad estamos atravesando con el contagio por coronavirus, nos ha obligado a un confinamiento necesario que desde nuestra perspectiva carnal, representa el cuarteamiento de nuestra libertad, pero que, analizado desde la visión del espíritu, quizá deba ser visto como algo que no sabíamos, pero que era urgente realizar.

A raíz del surgimiento del virus, se nos ha frenado en cuanto a seguir viviendo como lo hacíamos; se detuvo todo aquello que considerábamos necesario, vital, parte inherente de nuestra existencia: ya no más trabajo, no más clases, no más paseos a los centros comerciales, no más consumo de cosas innecesarias, no más viajes para gastar lo que no teníamos.

Hemos sido reducidos a las paredes de nuestras casas y obligados a la convivencia diaria con esas personas que a veces ni veíamos, con las que casi no hablábamos, a las que pocas veces escuchábamos; y no, no hablo solamente de nuestras familias, hablo de nosotros mismos.

Fuera de este caos, de este temor que sentimos, de la gran incertidumbre del no saber lo que sucederá, me he puesto a pensar que tal vez Dios o el Universo (como lo queramos llamar), nos está hablando, nos está dando la oportunidad de realizar una reingeniería interior, tanto de nuestras emociones, como de nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestras concepciones de la vida y los valores a los cuales obedecemos.

Si nos permitimos escucharle, callando las voces del miedo y la impotencia que nos hacen sentir acabados, derrotados, desesperados, presos, impotentes por no poder seguir nuestras rutinas, podríamos entonces, con entusiasmo, prepararnos para realizar un viaje a nuestro interior que nos permita ver cuáles son aquellas cosas o situaciones a las que les hemos dado prioridad en nuestra vida y a cuáles otras hemos dejado de responder. Cerremos los ojos, dejémonos llevar por su voz; ¿qué es aquello que quieres que vea?, ¿qué necesito hacer con mi existencia? Quizá estemos priorizando el trabajo en nuestra vida, dedicando gran parte de nuestros días al mismo, corriendo contra reloj, tratando de mantener el equilibrio en una balanza que ya está completamente desnivelada; quizá en ese afán por llenar las expectativas sociales, tan llenas de estereotipos y con una marcada tendencia consumista, hemos descuidado a lo más valioso que tenemos: nuestras familias.

Quizá nos sentimos “obligados” a llenarnos de trabajo, buscando cada vez más oportunidades de obtener dinero y cubrir las “necesidades” sociales que en las últimas décadas hemos inventado: teléfonos lujosos, televisores cada vez más grandes, ropa y calzado de marca, viajes costosos, gastos innecesarios de fin de semana, y muchas más.

Quizá también, en ese afán por saciar nuestras necesidades, volcados en nuestras rutinas, hemos permitido que nuestra mente se llene de pensamientos, deseos y actitudes negativas; sin darnos cuenta, le abrimos la puerta al egoísmo sin dejar espacio para la solidaridad ni la empatía; hemos perdido la capacidad para valorar las diferencias entre seres humanos; al contrario, les tememos y las atacamos, llenando nuestra alma de amargura, rencores y odio.

Hemos llegado a un punto donde ya no nos asombran los hechos violentos, como los abusos y acosos, los homicidios, las guerras, el narcotráfico, la inseguridad, y muchas situaciones oscuras más; hemos culturizado estas situaciones dándoles cabida en nuestra vida cotidiana y endureciendo nuestros corazones. Y lo más triste: hemos enseñado a nuestros niños que todo esto es “normal”.

Hemos sido indiferentes totalmente a las repercusiones de esta forma de vida, descuidando esa parte vital y sagrada que es el ejemplo a nuestros niños; sin darnos cuenta, le estamos cerrado las puertas al amor, a la confianza, a la compasión y el agradecimiento; en vez de ello, construimos corazas llenas de quejas y de infelicidad que no nos permiten ver que las cosas materiales no son lo más importante en la vida.

Nos hemos olvidado de ser felices; creemos que la felicidad será alcanzada conforme vayamos cubriendo las necesidades que hemos fabricado y descuidamos todo aquello que nos rodea y en lo cual está realmente la felicidad: el roce del viento sobre la cara, el perfume de una flor, la sonrisa de un extraño, el abrazo de un amigo, el beso del enamorado, o las risas de los hijos.

Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar lo que hacemos; nos llevamos viendo el reloj para salir del trabajo o de la escuela; realizamos nuestros deberes vencidos por la rutina y sentimos que todo nos asfixia. Sin pensarlo siquiera, nos hemos robotizado; seguimos patrones; nos alineamos a un sistema. Ya no somos capaces de innovar, de crear; hemos agotado nuestra disposición, nuestra alegría, y la hemos cambiado por la obligación y el desánimo. Y en medio de todo esto, nos hemos olvidado de orar, de creer, esperar y confiar.

Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar lo que hacemos; nos llevamos viendo el reloj para salir del trabajo o de la escuela; realizamos nuestros deberes vencidos por la rutina y sentimos que todo nos asfixia. Sin pensarlo siquiera, nos hemos robotizado; seguimos patrones; nos alineamos a un sistema. Ya no somos capaces de innovar, de crear; hemos agotado nuestra disposición, nuestra alegría, y la hemos cambiado por la obligación y el desánimo. Y en medio de todo esto, nos hemos olvidado de orar, de creer, esperar y confiar.

¿Eres capaz de ver la mano de Dios en esto que está sucediendo en el mundo?, ¿puedes abrir tu corazón y entender su mensaje?, ¿entiendes porque era urgente y necesario este confinamiento?, ¿estás dispuesto a viajar dentro de ti y encontrar a esa persona que tenías olvidada?, y lo más importante, ¿te crees capaz de atender a esa persona, de mimarla, de decirle que no necesita ir tan rápido, que no tiene porque complacer a todos, que no se crea los estereotipos, que no tiene nada que demostrar… que no tema?

Detente un momento, respira, reposa tu mirada en el infinito, cuídate, fortalécete, ama…y escucha, realmente escucha…Dios está ahí, dentro de ti, de mí, de todos.

*Especialista en estudios de género en educación

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