Estatal

GULA

Por miércoles 28 de febrero de 2018 Sin Comentarios

CARLOS VARELA NÁJERA

Quiere el amante a sí reconocerse en el amor, igual que en un espejo, sin saber que él es otro espejo en manos de otro amante, que a sí mismo Se busca … . Busca otra soledad y no la encuentra, porque es la soledad el amor mismo disfrazado de carne y de caricia, alzando su clamor en el desierto. (Antonio Gala).
La gula más que un trastorno alimenticio se instala en una pasión canibalistica, devoradora, convirtiendo mediante el bocado un trozo de alimento en mierda, con las consecuencias que todos sabemos, por un lado la inflación narcisista, por el otro tragarse al mundo para ver si de esa manera se tapona la castración, y darle a la vida un sentido de plenitud, pero nada de esto se alcanza si acaso una masa amorfa, que amenaza la vida del sujeto.
La pasión por lo lleno es una fijación oral que el sujeto encarna, ya que estar vacio lo angustia, por ello necesita estar atragantado por un objeto que le haga sentir la llenitud que por otros medios no alcanza, solo el bocado le hace el paro. De esta manera llenarse toda o todo, implica la falsa creencia de que ya se alcanzó el cenit del goce, y que bajo este imperativo la saciedad lo dejara en paz, sin embargo este es el funesto destino de estas falsas creencias, entre mas se traga, mas vacio se siente el estomago, ya que la panza se ensancha..

Sin embargo la gula que encarnan los sujetos, sólo demuestra lo que la experiencia de la orientación lacaniana nos enseña, a saber que nada tapona la falta, o en el caso expuesto que una vaca completa no satisface la gula, no hay satisfacción plena, si acaso dolores de estómago por la inflamación que el alimento provoca, más allá de eso, el circuito pulsional lo pone en el marcaje de consumir antes de que al finalizar el día cierre la cocina.
En la gula quien comanda es Don señor principio del placer, nadie puede interferir con este amo que gobierna el uso de los placeres, del cual Freud da cuenta, y hace de este un principio inobjetable, ya que cualquier psicólogo sea pinto o colorado del doctrinario que sea o algún sexólogo trasnochado, se le rinde a este amo que gobierna con mucha actualidad las pasiones, sometiendo al sujeto a el reino, donde esta repetición de placeres incesantes, permite que se asome de manera siniestra la pulsión de muerte. ¿Cómo se da esto? A partir de que el sujeto que consume intenta por todos los medios hacer estallar sus intestinos que ya de por si llenos de materias fecales es posible que reviente en infartos y otros males, donde la muesca de lo real lo troza.

La pulsión oral en la gula genera siempre secuelas, la boca nunca se llena, se puede cansar de masticar o un dolor de muelas puede interferir pero la boca es el comienzo de un vacio imposible de llenar, todo comenzó con la papilla que la madre ofrecía luego me quede fijado oralmente al banquete, esa pulsión oral que no obedece al orden biológico, tampoco a lo genético, sino que bordea insistentemente produciendo más bordes y vacios que son precipicios y sobre todo desequilibran la saciedad, es antihomeostático, de ese modo nada llena la pulsión oral su divertimento es tragar todo lo que tenga un sabor agradable, pudiendo si se le dejara, tragarse al mundo y aun así la pulsión en su divertimento jamás se llenaría, no tiene lucha este semidios que solamente sus heces le vuelven a recordar lo humano.
La pulsión oral somete y esclaviza al sujeto a una insatisfacción que no disminuye sino que se acrecienta, y en esa búsqueda por llenarse completamente siempre falla como si freudianamente intentara reencontrar esa satisfacción mítica al cual supone este sujeto que su madre lo encarriló, y al no encontrarla se descarriló bulímicamente, taponando con el alimento esa insistencia gozosa que no lo deja en paz, hasta que se lo lleva a la tumba. Asociar la comida no con la satisfacción sino con un modo perverso de gozar, trae más dolores de cabeza a los sujetos, no es llenarse de antojitos gastronómicos sino de volver a gozar un goce estallante que casi desorbita la mirada, esa meza servida de goce es el principio de un malestar corporal que se vivirá bajo el acoso de las miradas donde la persecución del obeso es la factura a pagar por gozar arriba de la mesa.

* Lic. en Psicología y Doctor en Educación

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