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Matrimonio igualitario: la singularidad de lo diverso

Por jueves 15 de septiembre de 2016 Sin Comentarios

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Por: Iván Escoto Mora

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Se anunció en diversos medios de comunicación que, el sábado 10 de septiembre, grupos vinculados al ala conservadora del catolicismo se manifestarían en contra de los matrimonios igualitarios. Alrededor del tema se observan diferentes aristas. A continuación, se abordan dos: a) el rechazo al matrimonio igualitario bajo argumentos religiosos y; b) la radicalización asumida por quienes se enfrentan en el “affaire” diversidad sexual Vs. tradiciones religiosas.

Argumento religioso. Es frecuente la invocación de Levítico 18:22, para desconocer el derecho a la diversidad sexual: “no te echarás con varón como con mujer” (Reina-Valera,1960). Pero, ¿cómo debe interpretarse este versículo? Una posible respuesta podría ser histórico-teológica. La cita de referencia se encuentra en el antiguo testamento, pero ¿acaso el sacrificio del mesías Jesús no supuso una transformación en los paradigmas religiosos? El apóstol Pablo señala:
“No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14).

La ley se refiere a prohibiciones y permisiones; la filosofía cristiana, al amor. Ahora bien, ¿cómo es el amor en el nuevo testamento?: “Es paciente, es bondadoso. No es envidioso ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. No se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

(Corintios 13:4-8). Así entendido, sin excepciones ni limitaciones, el amor entre dos personas que han decidido unir sus vidas debería ser interpretado simplemente como amor; lectura realizada -como lo apunta Benedetti- de manera franca, fuera de simulacros, de telones, de abismos.

Considerando esa narrativa, no queda espacio para el odio, la rudeza ni el rencor. Ratzinger lo expuso claramente: “Dios es amor; quien está en el amor, habita en Dios y Dios habita en él… Estas palabras expresan el centro de la fe cristiana. En un mundo en el cual al nombre de Dios se le asocia a veces con la venganza o incluso el odio y la violencia, el mensaje cristiano del Dios-Amor es de gran actualidad” (Deus caritas est, 2005). Radicalización social. El cuerpo humano, y sobre todo el corazón como símbolo de la capacidad de amar, no está diseñado para “expeler” o repudiar, sino para recibir y para entregar.

Más allá de la lectura del antiguo testamento, la comunidad judía, o al menos parte de ella, parece coincidir con el lenguaje del amor solidario; baste señalar algunos ejemplos: el Congreso mundial LGBT Judío (World Congress of GLBT Jews); las políticas de Israel en favor de los derechos de la diversidad sexual; las prácticas progresistas del judaísmo reformista impulsado por el Rabino Abraham Geiger desde el siglo XIX, en cuyo seno se objetan todas las prácticas de segregación, etc. No obstante las perspectivas de avanzada, adoptadas por iglesias de distintas denominaciones, existe mucho trayecto por recorrer. Algunos segmentos religiosos de corte conservador se expresan coléricos contra de la comunidad LGBTTTI y, por su parte, vertientes liberales de la sociedad, dentro y fuera del espectro clerical, responden.

En vez del intercambio de abrojos, ¿sería posible tender puentes de diálogo para la construcción de una sociedad civilizada en la que la “convivencia” sea una realidad? Pregunta abierta en espera de respuesta. Regocijo de una verdad innegable. El mundo cambia, las sociedades cambian. La historia es quizá uno de los fenómenos de mayor plasticidad. La materialidad de los hechos, transmutados en el tiempo, demuestra que las sociedades, tradiciones, cultura, todo se modifica. En el terreno existente de lo humano, nada es por siempre igual, aunque siempre sea humano.

Felix Guattari sostiene que: “La homogeneización de identidades”, es una “catástrofe eco-social” (Tres ecologías, 1996). ¿Qué sería de la riqueza del mundo si se le apresara bajo el látigo de la uniformidad? Guattari sugiere que la “singularidad” es, de alguna manera, una respuesta a la “identidad homogeneizada” (Micropolítica. Cartografías del deseo, 2005). Lo cual implica defender lo diverso como afirmación de la libertad, pero principalmente, como reconocimiento innegable de la condición humana, caracterizada por la mudanza.

matrimonio1Ethan Hethcote señala en su post “Express yourself” que: “La vida no es binaria, es un espectro… un infinito continuo” (Everydaypro.com, 2016). En una “realidad continua” resulta imposible excluir, desconocer, segregar, pues cuanto existe en lo humano es bien común y la idea del “otro” queda fundida en la idea del “yo”.

Ante la imposibilidad de solidarizarse con lo “diverso en el otro”, mengua la posibilidad de reconocer lo diverso en lo propio. Cabría preguntar en qué medida, quien “expele y rechaza”, se niega a aceptar una parte de su propia naturaleza. Estar consciente del otro, de sus necesidades, de su existencia, etc., es también la oportunidad de asumir la responsabilidad por el “todo”. La catástrofe emergente del desconocimiento de la diversidad, deriva en el acto de sepultar el sentido trascendental e infinito de lo humano.

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* Lic. en Derecho y filosofía

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