Nacional

Deporte, política y arte.

Por miércoles 31 de agosto de 2016 Sin Comentarios

Por: Sylvia Teresa Manríquez

De niña jugué al carro, esa especie de beisbol en el que se intercambian las posiciones de los jugadores, niñas y niños podíamos estar en primera, segunda o tercera base, ser pitcher o cátcher según avanzaba el juego. Recuerdo que cuando yo tenía nueve años ambicionaba ser como Nadia Comàneci, la atleta rumana que conquistó un diez perfecto en barras asimétricas en las olimpiadas de 1976. Pero no había en casa las condiciones para que yo practicara gimnasia artística.

deporteAños después, inculqué a mi hija el gusto por este deporte que yo no pude practicar. En 1997, cuando ella tenía tan solo cinco años de edad participó en sus primeras competencias en Culiacán, Sinaloa. Aunque se trajo una medalla de oro, fueron las únicas en que participó.Tomé esa decisión porque no estuve de acuerdo en la forma en que se da lo que llamo “logística”. Ella practicaba en el gimnasio estatal. Madres y padres de familia corríamos con todos los gastos, todos.

Pagar inscripción y uniforme lo comprendo; también, dadas las condiciones de austeridad, el pago del autobús donde viajamos, que resultó de lo peor, se le colaba el aire frío del exterior por todas las ventanas, por obra divina las niñas no se enfermaron. Pagamos hotel, comida, hasta el sueldo de los jueces y otros detalles que hoy se me escapan. Al regresar aquí, no encontramos por lo menos una felicitación para las pequeñas gimnastas, me desilusioné. He visto a amigas y amigos tocar puertas incansablemente para lograr que sus atletas puedan seguir avanzando en el deporte, sobreviviendo heroicamente al desinterés de las autoridades que deben apoyar desde que las y los atletas están en formación.

Hago este recuento de vivencias deportivas porque vi en televisión un partido de campeonato de una liga infantil de beisbol. En un equipo el entrenador les pedía disfrutar el partido, en el otro su respectivo les exigía poner atención a las jugadas. Como mi juego del carro, los entrenadores intercambian las posiciones, todos pueden ser pitchers o lanzadores. Son niños de doce y trece años practicando un juego de adultos.
Me recordaron a nuestros políticos cuando juegan a ser funciopolicianarios. Conocen las reglas del juego, pero olvidan las del servicio público, lo peor: parece no importarles responder con buenos resultados a la ciudadanía que pagamos su sueldo. Les cantamos uno, dos, tres strikes y ellos toman la base por bolas.

Pido disculpas a los niños beisbolista s si la comparación los ofende, también a las y los buenos políticos, que estoy segura existen. Planteo este paralelismo entre deporte y política para señalar que en cada “mal partido” que juegan nuestros políticos, el público o ciudadanos nos sentimos defraudados.

Acaso usted no tiene esa sensación cada vez que nuestros derechos se diluyen en laberintos de trámites engorrosos y complicados; cuando transitamos por las calles en mal estado, mal señaladas a pesar de pagar debidamente nuestros impuestos. Nos sentimos temerosos y desprotegidos cada vez que tenemos que salir de noche a la calle, o cuando no sabemos si algún machete detendrá el regreso de hijas o hijos a casa. Nos sentimos indefensos cuando encontramos un retén y no sabemos a ciencia cierta quién lo puso allí ¿los buenos o los malos?

politica

Qué siente usted, lector, lectora, cuando es víctimas de un delito y quienes deben cuidarnos están lejos, no acuden a tiempo a nuestro llamado y cuando llegan nos hacen sentir impotentes por no poder reclamar su falta de sensibilidad y en muchos casos, prepotencia. Inicié esta opinión hablando de deporte y comparando el quehacer de algunos políticos con un juego de beisbol. Quizá nos falta convertirnos en ampáyeres estrictos y valientes, aún con el riesgo que significa señalar buenas y malas jugadas, errores y aciertos, buena función pública o mala. Este texto se titula “Deporte, política y arte”. El arte es de nosotras, nosotros, que sobrevivimos el día a día en un juego de inmunidad y corrupción que no pedimos jugar, en el que nos toca la peor parte.

*Autora y productora de Radio SonoraDeporte

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