Nacional

Los Calores (Cuento)

Por domingo 4 de mayo de 2014 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel “El Cuervo”*

Caminamos un tramo muy largo… Muy largo… No sabría decirlo en horas ni en kilómetros… Tal vez en cansancios… Caminamos durante muchos cansancios buscando un arroyo, una laguna, una poza donde refrescarnos de los calores terribles de la canícula… La canícula me daba miedo, siempre me dio mucho miedo… Los mayores siempre hablaban de la canícula como una época en que las calamidades se daban al por mayor… Por eso me daba tanto miedo, porque seguramente algo iba a pasar cada vez que la canícula llegaba… Muchos cansancios más y nada, ni un arroyo, ni una laguna ni una poza siquiera que sirviera de abrevadero a las vacas…

Nos habían prometido los grandes que llegaríamos a un arroyo maravilloso… Pero lo único que veíamos era el aire tembloroso por el sol terriblemente ardiente… El calor hacía danzar al viento… Lo hacía danzar como fantasmas que brotaban de los repastos… Fantasmas transparentes que suben desde debajo de la tierra… El sol quemaba, quemaba la memoria, las ideas… Ni siquiera las vacas andaban al sol… Sólo nosotros porque andábamos buscando aunque fuera una poza… Me jalé la camisa hacia arriba para protegerme la cabeza de los rayos ardientísimos… Mientras caminábamos, con la camisa arriba, miraba mi panza como se movía… Se movía como la panza de aquella mujer…

Debió haberse vuelto loca por los calores… Por la canícula… Y seguramente el que estaba con ella estaba intentando curarla… Seguramente… Por eso la abrazaba tan fuerte… Seguramente… Por eso ella gritaba así y los ojos se le iban para atrás igual que la cabeza por más que él la abrazara con todas sus fuerzas… Así era la canícula, los volvía locos a todos… Por eso se desnudaban y gritaban cosas raras… Los vimos en aquel cuartito cuando los calores hacían que las coralillo mismas buscaran sombra enredándose unas con otras… Así se enredaban ellos, como víboras en la canícula, como queriendo desprenderse de la piel… Pero creo que era porque él intentaba curarle la locura, por eso la abrazaba tan fuerte y desnuda, para que no se le escapara de las ropas…

—¡Allá hay un arroyo…!
—¡Dónde…!
—¡Allá… Se ve grande…!
—Ha de ser la gravera…
—No, esa está para atrás… Mejor nos hubiéramos ido para allá…
—Pues sí, pero ya ni qué hacer… Ya nos queda muy lejos…

Por fin la poza… A duras penas cabían dos o tres de nosotros… Primero saltó Manuel, siempre era el de la iniciativa… Después mi hermano… Como yo vi que se reían pues ya no lo pensé y salté también…

Ahí me di cuenta de qué se reían. La poza tenía apenas un medio metro de honda pero nos hundimos hasta los muslos en el lodo del fondo… Por eso se reían y no decían nada pa’ que los demás saltáramos también y nos enlodáramos… El agua estaba tibia… O tal vez caliente… Los calores de la canícula así la ponían… Caliente… Como la muchacha de la que hablaba el abuelo… “Esa chamaca nomás anda de caliente… Quiere que llegue alguien para que se lo quite…” Por eso sé que aquella vez que vimos a aquellos desnudos en aquel cuartito era porque la estaba curando… Era para sacarle la locura que le había dado por los calores terribles de la canícula… Se veía clarito que le había dado la locura porque se retorcía y gritaba cosas como si los demonios la tuvieran agarrada… Por eso él la tenía que abrazar para que los demonios se le salieran…

Por todo eso que les cuento, sé que lo que a mí me pasó la otra vez fue que me dio la locura de la canícula…  Cuando Carmela me dijo que la acompañara, primero me agarró calor… Muchísimo calor… Primero no sabía por qué, pero ya más despuesito empecé a pensar que era la canícula porque la panza me temblaba como aquella vez de la poza… Aquella vez que me subí la camisa pa’ taparme del sol y me veía mientras caminaba con la cabeza gacha para no quemarme los ojos con la resolana… Aquella vez cuando yo pensé que estaba jugando y la muchacha me agarraba y se reía… Yo me reía también, pero diun de repente me empezó a dar calor también… Era un calor diferente al que daba en la cabeza, ese calor que te quemaba la memoria y el pensamiento… Este era un calor que te quemaba la piel, te quemaba la boca y las piernas y te hacía reir igualito que la muchacha se reía cuando me agarraba… Era como volverse loco pero sentía bonito… Y pues cómo va uno a sentir bonito estando enfermo por la canícula… Sólo estando loco diatiro… Por eso me di cuenta que era la canícula la que me estaba enloqueciendo…

La canícula y los calores tan fuertes que llegan con ella… Por eso, por eso me empecé a reir cuando metía la mano por todos lados y yo sentía bonito… Cómo iba a sentir bonito, sólo que estuviera loco…  Lo mismo me pasó con Carmela… Y estaba bonita, la verdá’ pero cuando me dijo que fuera con ella al cuartito luego luego  pensé que era algo malo porque si no pues para qué se iba a tener uno que esconder sino pa’ hacer algo malo… Y como la vi roja roja de los cachetes, pensé que tenía calor… Mucho calor… De esos calores que sólo cuando está la canícula te agarran… Se empezó a levantar el mandil… Luego se levantó la enagua… Después el fustán y ahí me empezó a dar calor a mí… Fue cuando me puse a rezar… Me acordé que mi tía Paquita, me había enseñado que cuando uno siente esos calores es porque algo malo va a venir…

pag 6 el cuervo1—¿No has sentido calor…?
—Sí…
—En dónde…
—En todos lados, hace mucho calor… Ni abajo del almendro se siente fresco…
—No, no te pregunto eso… Eso es por la canícula… Pero la canícula trae otros calores… Esos calores son de  los que te pregunto, que si has sentido esos otros calores…
—No sé…
—Si no sabes es que lucifer te está tentando…
—¿Por qué…?
—Porque dudas…
—No dudo… Nomás que no sé de cuáles calores dices…
—Pues de los calores que te recorren el cuerpo, de esos calores que son pecado y que te inflaman la carne como un animal… Y te empiezan a salir tumores y a veces hasta gritan y se carcajean como locos… Cuando sientas esos calores ponte a rezar… Ponte a rezar mucho porque quiere decir que Lucifer te está tentando…

Así que me puse a rezar… Porque cuando estaba mirando a Carmela sentía que me agarraban esos calores que la tía me había contado… Lo supe porque no podía dejarla de ver y me empezó a agarrar la risa junto con los calores… Carmela se levantó el fustán hasta que se le vieron los calzones…

Y yo le dije que no, pero ella no me hacía caso… Le dije que era la canícula que la estaba volviendo loca y no me hacía caso… Le dije que Lucifer la estaba tentando y que teníamos que rezar… Y no me hacía caso, nomás se reía como loca… Por eso supe que Lucifer la estaba tentando y que la estaba volviendo loca con los calores…

No hablo de los calores de la canícula sino de los otros calores… Los calores que te recorren el cuerpo y que son pecado mortal… Por eso después me fui a confesar… Primero el Padre Miguel pensaba que era exageración mía y como que hasta se enojaba porque le estaba haciendo perder el tiempo y tenía muchos feligreses esperando el sacramento de la confesión…

Pero después de que le insistí que la Carmela se estaba volviendo loca y yo la traté de ayudar, comenzó a fijarse en lo que decía…

Después de que le dije que hicimos lo mismo que aquellos dos que vimos en el cuartito para que Carmela se curara, me empezó a preguntar cosas… Nomás pelaba los ojos cuando yo le iba contestando…

Los pelaba mucho, tanto que hasta los podía ver atrás del miriñaque del confesionario… Ellos piensan que no los vemos, pero si te fijas bien los alcanzas a ver… Y la apreté fuerte, le dije, muy fuerte…

La apreté más fuerte que el hombre a la mujer en aquel cuartito donde los vimos… Y yo ví la cara de loca que ponía aquella mujer y él la apretaba más fuerte hasta que ella se quedó desmayada y respirando con mucha dificultá’… Por eso hice lo mismo con Carmela…

Cuando me empezaron a dar los otros calores, cuando me empezaron a salir tumores y vi que Carmela se empezaba a carcajear como loca, la apreté más fuerte, más fuerte… Hasta que empezó a respirar con dificultá’…

Igual que aquella mujer… Carmela pelaba los ojos igual que el Padre cuando estaba oyéndome en el sacramento de la confesión…

Y cuando le dije que se había quedado quieta porque ya le había sacado los demonios por la locura que le había entrado con los calores de la canícula, el Padre Miguel me pidió que lo llevara a donde estaba Carmela…

Y lo llevé… Y ahí estaba… Tenía la cara morada… Por eso supe que habían sido los calores de la canícula que le habían metido los demonios… Por eso no entiendo por qué me tienen aquí… Yo la curé, le saqué los demonios de los calores y me puse a rezar…

Y ahora no me dejan salir… Ha de ser porque también los policías están enfermos por los calores de la canícula y no quieren que los cure… Vino el Padre Miguel y me dijo que voy a pasar muchos años aquí… Por eso sé que ya es la canícula porque siempre trae calamidades cuando llega con los calores…

*Cantante, compositor y escritor

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