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Tiempo y Destiempo

Por domingo 24 de febrero de 2013 Un comentario

Por Alberto Ángel “El Cuervo”*

Tiempo-y-Destiempo01Eran días de no pensar en nada más allá de ganar el partido… De anotar la primera carrera y festejar tirados a la sombra del mango… Eran días en los que todo parecía ¡Tan fácil…! Todo se remitía al partido de beis y el contar cuentos de espantos tirados panza arriba ahí frente a la casa quince… Esperando el turno para contar la historia propia, de cuando en cuando mirábamos hacia arriba buscando un mango que estuviera a tiempo de caer…

—¡Ese es mío, ese es mío… No sean cabrones…Ese es mío…!

—¡No, cuál tuyo, este yo lo estaba clachando desde que Turi estaba contando de la chaneca… ¿Verdád Lety que yo ya lo había apartado…?

–¡No, sí es cierto, ese mango ya lo había apartado el Chato, es de él, hay que ser legales…!

—¡Bueno, ya cállense y dejen terminar a Moni, ya no hay tiempo, ya nos van a empezar a llamar…!

Chato se quedó con el mango… Moni, como siempre, le dio a su cuento de espantos el final de la película que todos habíamos visto en la matiné… Ya no hubo tiempo para otro partido de beis porque efectivamente nos comenzaron a llamar y en ese tiempo, a las mamás no se les discutía… Ya habría tiempo al día siguiente para otro partido… Así eran los días… Desgastando el tiempo entre las competencias de puntería con la resortera pensando que serían para siempre… Las escapadas al arroyo de La Gravera… Tiempo de inocencia, tiempo en que la mujer era un integrante más del equipo de beis o alguien a quien molestar como parte de un cortejo púber… Y claro, en reciprocidad, ellas nos molestaban a nosotros… Como aquella vez en que estando el partido en una situación de verdadera alarma, novena entrada, dos “outs”, tres y dos, la cuenta para el bateador y la casa llena ganando solamente por una carrera… Y ellas tirando piedritas al cacher… No, no, no, eso sí fue verdaderamente grave… ¡Qué rápido crecimos…! Qué rápido pasó el tiempo aquel cuando lo único que nos importaba, era buscar la manera más divertida de gastar el tiempo… “Sabia virtud, de conocer el tiempo/ a tiempo amar y desatarse a tiempo/…” Eso decía el Maestro Renato Leduc…Y es que el tiempo, es algo que ha ocupado un lugar preponderante en los conceptos humanos desde el principio de su historia. Platón, el célebre filósofo griego, definía el tiempo como “La imagen móvil de la eternidad”… ¡Qué maravilla! Poder utilizar el tiempo como herramienta para medir el movimiento y así contribuir a disminuir la angustia existencial en muchos casos… Medir el movimiento de los cuerpos celestes, el movimiento cíclico de las estaciones, del día y la noche o el movimiento en general de la vida y la muerte.

Tiempo-y-Destiempo02Marcel Levy, nuestro jefe de grupo y fundador de los Scouts de Minatitlán, en un campamento nos hizo reflexionar acerca del tiempo y la manera de aprovecharlo… “Cierren los ojos y piensen que cada segundo que está pasando en este momento, no lo pueden detener… No lo pueden capturar entre las manos… No podemos hacer nada para detener el tiempo…” Y ante la imposibilidad de ello, nos hemos contentado los humanos con cuantificar el tiempo. En casi todas las culturas se palpa esa preocupación al observar la existencia de diversos calendarios dentro de los que destaca en importancia, no sólo para los mexicanos sino para la humanidad en general, el “Calendario Azteca”. El 17 de diciembre de 1790, a tan sólo medio metro de profundidad, en la plaza principal de la ciudad de México que hoy conocemos como el zócalo, se descubrió una laja cuadrangular de piedra basáltica que tiene en una de sus caras un cilindro de treinta centímetros de altura y de tres metros de diámetro esculpida al bajo relieve profundo. Esa piedra que explica “el método que tenían los indios para dividir el tiempo” eso decían los españoles que habitaban el México de entonces. La piedra, fue colocada a un costado de la catedral, recargada en una de las torres. Años después, en 1910, fue trasladada al Museo Nacional en la calle de Moneda. Sería hasta 1963 cuando la también llamada “Estela de los Soles”, encontrara su lugar permanente en la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia.

Según nos dicen los estudiosos de la materia, el Calendario Azteca nos muestra dos conceptos: El calendario solar y el adivinatorio. En esta magnífica pieza, podemos observar el orden de los días, los cambios de estaciones, el siglo… Y además se pueden fijar fechas pasadas y futuras con una exactitud sorprendente. Asimismo, es una escultura realizada para la adoración a Tonatiuh, el sol y los antiguos mexicanos utilizaban la estela o calendario para aprender a relacionarse con el astro-deidad. Era de gran importancia aprender acerca del compromiso de mantener en movimiento al Sol y su equilibrio cósmico. Por ello, en esta monumental obra mexica, se encuentran los tiempos de rotación de los planetas que se observan a simple vista como Venus, Júpiter, Saturno y Marte así como las fases lunares y la conjunción de todos los cuerpos celestes. Todo esto, permitió que los sabios mexicas pudieran predecir fenómenos astronómicos como los eclipses y la aparición de los cometas. A través del Calendario Azteca, explican los antiguos mexicanos la manera en que el hombre se integra al universo en movimiento comprometiéndose a conservarlo en todo su esplendor por medio del quehacer humano de todos los días de todos los siglos, en todos los rumbos, lugares y espacios.

Tiempo-y-Destiempo03Si comparamos el pensamiento mexica con lo expresado por Platón, parecería compaginarse en tiempo y espacio de tal modo que bien podría pensarse que son conceptos expresados por una misma persona. Y es que la cosmogonía del antiguo México es digna de juzgarse como un verdadero tesoro de la sabiduría universal. Se compone el calendario azteca de 20 meses de 18 días cada uno y además, se tenían al final del año, cinco días conocidos como Nemontemi (inútiles), lo que da como resultado un año de 365 días. Tiene la estela del sol, un círculo con los veinte días representados por figuras de animales que daban nombre a cada día. Así, el primer día de cada mes es llamado Cipactli (caimán), para terminar con el día 20 llamado Xochitl (flor). Los años, también tenían un nombre, mismo que tomaban del día con el que comenzaban. Pero solamente eran cuatro los días que se utilizaban para nombrar los años: Calli (casa), Tochtli (conejo), Acatl (caña), y Tecpatl (pedernal). Estos nombres se combinaban con trece números de un calendario ritual paralelo y de esta manera había 52 distintas combinaciones posibles de tal manera que el siglo mexica estaba constituido de 52 años que llevaban nombres tales como: uno casa, dos conejo, tres caña, etc. La medición del tiempo por medio del llamado calendario azteca, es asombrosamente exacta. Según un cálculo matemático que fue realizado por un grupo de científicos contemporáneos, el año solar de los mexicas, tenía un error de dos diezmilésimas de día solamente, es decir solamente 8.64 segundos por año. Verdaderamente asombroso ¿no? En fin, el tiempo pues, para los antiguos mexicanos, era la conceptualización de la medida del movimiento, de la dinámica de la vida misma para ubicar al hombre en el nacer, morir y renacer eternos. Y haciendo conciencia del devenir del tiempo, no puedo evitar en pensar en Leonora del Carmen, mi bella nietecita, hija de mi hijo y su esposa Dorothé… Mi hijo Alberto, a quien algún día siendo niño, le escribiera esto para cuando le llegara el turno de ver a su hijo entre sus brazos:

Tiempo-y-Destiempo04Tuve por amigo un niño que emocionado corría
por esos rincones bellos de un mundo de fantasía
que si la luna es de queso, que si las nubes te aguantan
que si ¡a poco el indio muere cuando el tecolote canta…!

Que si los ángeles vuelan, que si los papás se espantan
que a dónde va la mañana cuando la noche la alcanza…

Yo le contestaba en veces y en veces le sonreía
una nostalgia sonrisa, una sonrisa nostalgia.

Y es que al ver aquel chiquillo preguntando todo y nada
desandaba yo el camino que a mi paso se formaba
y volvían los años viejos como por arte de magia
trayéndome a los abuelos y alguna lágrima anciana…

Una mañana, mi niño, mi amigo aquel que corría
dejó de pertenecer al mundo de fantasía
quise mirarlo de nuevo recién parido en la cuna
quise volver a contarle que de queso era la luna
que los ángeles volaban, que las nubes se comían
pero mi niño tan sólo me miraba y sonreía…

No era ya más nunca un niño, la mente lo comprendía
pero el corazón a gritos mi amigo niño pedía…

Me adormecí con el llanto, al fin me venció el cansancio
y contemplando aquel joven que de mi niño quedaba
me puse a soñar despierto, el soñar no cuesta nada
y soñaba con el niño mientras al joven miraba…

El tiempo llegó de prisa, mi niño aquel que jugaba
ya tiene su amigo niño y tiene la misma mirada…

Yo me sigo haciendo viejo… Él, todo un hombre, ni hablar
para mí, mi amigo niño… Niño hasta siempre jamás.

En reflexión alrededor del tiempo y su devenir inevitable…

*Cantante, compositor y escritor.

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