Editorial

Editorial: N° 16

Por domingo 12 de septiembre de 2010 Sin Comentarios

Las estadísticas públicas y priva­das siguen marcando a México como un país sin lectores y sin li­brerías, pues los datos arrojados a nivel nacional e internacional, señalan que no se lee más de dos libros por año por persona y que existe, en promedio, una librería por cada cien mil habitantes a diferencia de España y Argentina donde el promedio oscila entre doce y quince mil habitantes por librería.

Son datos que alarman y que ha pro­vocado que las autoridades de la federa­ción y de los estados establezcan líneas de trabajo que permitan enfrentar y su­perar el problema, principalmente en el sector que se encuentra en la educación primaria y secundaria.

La conveniencia de desarrollar hábi­tos de lectura, por fortuna, no está cues­tionada por nadie. De hecho es algo en lo que todos, o casi todos, estamos de acuerdo; no sólo en el ámbito escolar, sino en todo el conjunto social.

Alfabetización, lectura y educación en general han sido aspiraciones funda­mentales desde que finalizó la Revolu­ción Mexicana, pero de ello ha transcu­rrido casi un siglo. Por ello, desde todas las trincheras, se debe trabajar para avanzar en esta tarea, convencidos de que un país con lectores y con librerías es un país con buenos ciudadanos, y vía para lograr el aumento de la calidad de vida.

Todos sabemos que la lectura es un hábito necesario. A pesar de su impor­tancia, los mexicanos todavía nos man­tenemos insensibles ante la lectura y parafraseando a Octavio Paz, leer, para la mayoría, sigue siendo una excentrici­dad.

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