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PONCHÍN EL TEMERARIO COMENTARIOS AL LIBRO TRAVESURAS DE ROSA MORADA, DE ALFONSO PONCHÍN INZUNZA

Por viernes 1 de marzo de 2019 Sin Comentarios

GILBERTO JAVIER LÓPEZ ALANÍS

Ponchín el temerario, como el mismo se define en alguna página de este libro, nos relata sus travesuras y vivencias en un pueblo de la media tierra sinaloense; Rosa Morada, en el municipio de Mocorito, para ser exactos.

Ponchín hace uso de la memoria para armar unos relatos interesantes, llenos de giros lingüísticos regionales, aderezados de la picardía de unos niños que descubren el mundo a través de su entorno natural. Rosa Morada es el cosmos, el universo, el escenario de una infancia feliz; el Edén que no puede olvidarse, el terruño de la identidad; es la matria, donde como niño, se contempla al conjunto de la patria.

Nuestro autor recurre a su formación de ingeniero para describir su pueblo; dos calles, panteón, escuela, parroquia, arroyo y moradas de amplios espacios para que la luz invada las obscuras habitaciones donde los aparecidos y los espíritus malignos se difuminaban en los sueños. Aparte de que en ese espacio único y precioso, se organizaba la escuela de la vida, el Tecnológico Todil, como lo llama.

“Bien sabe la ardilla al palo en que se encarama”, con este y otros dichos o refranes Ponchin adorna la gracia del relato para lanzar la sentencia o la verdad del cronista: “Lo que ayer fue realidad, hoy es anécdota”.

“Les pintaré de cuerpo entero la vida rancheril”, anota Ponchín, esta es la parte medular de esta nueva crónica mocoritense, tal como actualmente la intenta Juan Salvador Avilés, Carlos Karam en San Benito, Jorge Soria desde Pericos, Francisco González en sus búsquedas genealógicas y otros cronistas de nueva factura; crónicas que alumbran con otras luces el acontecer del valle del Évora.

Alguna vez pronuncié la sentencia de que tenía que nacer la nueva crónica mocoritense, hoy veo sus frutos y lo celebro; nueva por los temas tan cotidianos y sentidos que nos dejan una grata impresión.

Ponchin aparte, nos da pistas sobre la candidez de unos rancheros que no conciben el pecado en términos católicos, aunque sus mujeres, recen a todas horas. Esta reminiscencia cultural es parte del encanto que permea el relato.

En el tema de las coronas de muertos Ponchín muestra su vena etnográfica; nos muestra con gracia el detalle de la elaboración de estas artesanías del día de muertos, que tanto gustaron y gustan a los deudos y que en la actualidad se siguen elaborando.

El relato no está afectado, no recoge terminología académica, ni quiere parecerse a otros, en los relatos de Ponchin la realidad es más hermosa que cualquier seudofantasía.

Estos recuerdos son la fuente nutricia de las historias verdaderas de los niños sinaloense, de una reciente época, las cuales deben conocer los del presente. Con los cronistas de Sinaloa, se tiene que hacer el esfuerzo de saber difundir su obra e incitar a una lectura que penetre en las mentes infantiles. En una antología de relatos sinaloenses para niños, alguno de estos, ya tienen un lugar, para solaz y esparcimiento de los futuros lectores.

En fin agradezco que Ponchín me haya invitado a comentar “Travesuras de Rosa Morada” porque por él me enteré que fue el inicial impulsor musical, de los Tigres del Norte. ¡Modesto el muchacho!

Muchas gracias.

* Director del Archivo del Estado de Sinaloa

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