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Lo siniestro

Por sábado 15 de julio de 2017 Sin Comentarios

lo siniestro

Por: Carlos Varela Nájera

¿Encontraré los nombres, encontraré las palabras para tildar de infame a esta perra que eligió a su esposo para engañar a su amante, y, que llevó al adulterio hasta su punto máximo? Mi amante, ¡la traidora!? (George Brassens).

En mi libro sobre la normalización del mal, acusó recibo de un aforismo Freudiano, no hay nada más siniestro que el hombre, como todo lo que dice Freud escandaliza a las buenas conciencias, sin embargo no de otra manera se puede explicar la incertidumbre de nuestra época, regulada por sujetos donde siempre el otro que nos gobierna es malo, esto no es alentador, el poder en manos de algunos sujetos los trastorna, algunos otros mejor que no lleguen, el poder produce esa rara satisfacción insana que atolondra, enloquece, aliena al sujeto en una fascinación siniestra.

Desde lo siniestro el otro se convierte en enemigo, en víctima, de eso no se escapan humanistas, ni racionalistas, tener cierto poder transforma al sujeto en un ser siniestro, apropiándose de los recursos, usando la fuerza de las instituciones para aplastar al otro, degradándolo a condición de víctima. Freud descubre que en toda infancia aparece una posición perversa polimorfa, la iglesia y sus corrientes psicológicas humanistas pusieron el grito en el cielo escandalizándose por eso que Freud topo como parte de la condición humana.

Hay una satisfacción en el dolor ajeno, en pocas palabras. Cuando se usufructúa un poder se victimiza al distinto, el otro aparece como enemigo, el mal hunde sus raíces produciendo lo siniestro en el sujeto, y aunque el discurso psicologista simplista, niegue el mal en lo humano como función siniestra, esta no deja de operar en el sujeto generándose un goce siniestro sin rostro.

El máximo bien que sería hacia dónde se dirige lo humano, choca con la barrera de la satisfacción en el mal del otro, dañarlo, explotarlo, asesinarlo, son las variaciones de lo siniestro que nos habita, esto tendría que psicoanalizarse, no demonizarlo, tampoco curarlo, ni normalizarlo; recordemos los campos de concentración, el máximo horror y satisfacción perversa para los verdugos y quién mandaba ejecutar esas órdenes.

Sobra decir que la iglesia obtiene el máximo beneficio del mal, al implicar al sujeto en la dimensión del pecado, y ese sujeto pecaminoso es maldito, de ello la iglesia resuelve exterminar al mal ubicándolo del lado de satanás, sin darse cuenta que en todo sujeto hay una especie de mal portátil, y si exagero las cosas, nuestra simiente genealógicamente estaría más cerca de satanás que del susodicho Dios, debido a que gozamos con el daño al otro, a mi semejante.

Existe un mal que nos habita en la estructura, nada tiene que ver con la religion, sino con el placer que nos habita y para conseguir nuestra satisfacción, también dañar al otro nos gratifica, esa es la condición perversa a la cual los bien pensantes se niegan a reconocer, así como en la antigua Roma la gente se satisfacía viendo a los sujetos ser devorado por los leones esa condición grotesca nos habita, cuando observamos el box o la lucha libre, formas ominosas de divertirmento, donde dañar al otro es la apuesta, existe por lo tanto una tendencia al mal en el sujeto que lo lleva a las guerras, a doblegar al otro en el nombre de su bien a producir siempre en el otro una víctima, eso desde el psicoanálisis jamás dejaremos de señalarlo frente a la hipocresía de la moral que los habita.

* Lic. en psicología y Doctor en educación

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