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El repatriado

Por miércoles 15 de marzo de 2017 Sin Comentarios

Por: Gilberto J. López Alanís

el repatriadoEl tema de los repatriados, ha sido permanente en México, a tal efecto se han escrito ensayos, cuentos, sesudos tratados, testimonios y poemas. El contexto de cada ola de repatriación es diferente en intensidad y contenidos, los de hoy sufren las consecuencias de las acciones de la criminalidad y el narcotráfico que se manifiesta en la frontera norte de nuestro país; de los mexicanos repatriados sólo el 5% tienen los antecedentes antes enumerados.Esto no existió con los connacionales que se regresaron en la crisis económica de 1929 y sus años posteriores en la economía norteamericana, por ello el poema Canción del Repatriado de Enrique Pérez Arce, refleja otras realidades, muy diferentes a las actuales, sin embargo, algo quedó de aquello y las imágenes que el poema refleja, son resabios de una mexicanidad muy localizada. Enrique Pérez Arce, que fuera Director del Colegio Civil Rosales en 1922, hoy Universidad Autónoma de Sinaloa y gobernador del estado de 1950 a 1953, falleció en Tlaquepaque, Jalisco en 1963; su poema se encuentra publicado en el libro Colores de México, editado en el año de 1946 y reeditado por el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa en el año 2008. Aparte de incluir en la obra otros interesantes poemas, como el de La Tambora, la Canción del Repatriado, mantiene actualidad, no por el contexto actual de las deportaciones sobre los mexicanos y otros ciudadanos latinoamericanos, sino por el sentido profundo de las emociones que generan tales acciones represivas del gobierno norteamericano que hacen rasero parejo y no distinguen situaciones especiales; esta ceguera xenofóbica produce muchas injusticias.
Pérez Arce, hace hablar al repatriado con ternura y nostalgia:
“Por fin la herida espiritual se cierra/ y vuelvo, tras la larga desventura, / a gozar con recóndita ternura/ de la paz de mis cielos y el amor de mi tierra!”. Luego retrata el rudo urbanismo de las ciudades norteamericanas. “Por fin dejo esas hoscas y profanas/ y hostiles torres de Babel, que el alma/ sangran y estrujan, sin piedad, ni calma; /metrópolis lejanas/ que nuestro sol no alumbra con sus rayos; / donde por las mañanas/ no vibran los clarines de las dianas, / ni repican gloriosas las campanas, / ni se oye el canto agudo de los gallos/como en nuestras poblaciones mexicanas”. Sigue el bardo resaltando el oropel moderno de las urbes norteamericanas:

“Geométricas ciudades/ sin poesía, ni amor ni libertades; / plazas cartaginesas y sombrías, / como el metal, herméticas y frías, / en donde las neblinas/ dejan ver, melancólicas como ellas, /torres sin golondrinas, /crepúsculos sin pompas vespertinas, / noches sin más estrellas diamantinas/ que las cinematográficas estrellas!”. Este repatriado de los años treinta y cuarentas del siglo pasado fue un suspiroso de la romántica mexicanidad, tal como se muestra en lo siguiente: “Cosmópolís de hierro, sin ninguna/ Julieta y sin alondras musicales, / donde es toda canción inoportuna/ y donde las luces artificiales/ no se apagan cuando alumbra la luna, / ni perfuma el jazmín la noche bruna/ como en nuestros jardines tropicales”. “Nunca en las madrugadas/ románticas, quietas y encantadas, / una luna de plata/ a dos almas sorprende enamoradas, /besándose en las rejas historiadas, / bajo el ensueño de una serenata”. El paisaje contrastado entre lo que el repatriado recuerda y lo que ve a su regreso le hizo expresar lo siguiente: “Siempre gris el paisaje, / porque el soplo invernal de un viento aleve/ arranca de las copas el follaje, / y en tal desolación su blanco encaje / van tejiendo los grumos de la nieve!”. “Patios sin surtidores, / pozos sin arcaduces, / ventanas sin leyendas y sin flores, / mujeres sin prestigios andaluces, / cementerios sin cruces, / templos sin campanarios y sin fervores / ¡nunca podré yo amarlos!, / me es odiosa / su existencia febril; yo amo la calma / de mi provincia blanca y silenciosa / donde me es familiar cosa por cosa /y conozco el secreto de cada alma!”. Aquel fue otro repatriado, sufría de contraria inquietud, no añoraba lo que dejaba, sino lo que en algún tiempo había perdido. “Por eso a tu regreso Patria mía, /retorno palpitante de alegría!../
Vuelvo hacia ti, solar de mis mayores, / con más claras visiones de tu gloria, /con más hondo sentido de tu historia, / y con más esperanza y más amores!”“ Sentir quiero tus vivas emociones, / mirar tus campos y escuchar tu idioma, / y embriagarme otra vez con el aroma / de tus rosas, y con la miel de tus canciones!”.
“Porque yo soy así, quiero mis cosas / sobre todas las cosas; amo lo mío / con pasión, con fervor, con extravío; / a los rascacielos, prefiero el bohío; / y dejo el palacio de pulida piedra / por mis viejas tapias cubiertas de yedra / que besan las aguas azules del río!”.
A la cotidianidad del entretenimiento espectacular arraigado en los barrios americanos, donde los gladiadores modernos encendían la violencia contenida, opuso los festejos de la cultura ranchera. “Y al recio boxeador de puños anchos / opongo el jaripeo de mis ranchos; / y ante las danza loca de los coros / de negros y de negras en los foros / exalto las visiones placenteras / de mis ferias rancheras; / plaza de gallos y festines de toros, / música y banderas, sotas de bastos y caballos de oros”. “Y olvido a las paganas / diosas, renuncio a las profanas / vírgenes de ojos azules de crenchas de oro, / por mis buenas y dulces mexicanas / que en sus almas humildes y cristianas / guardan de altas virtudes un tesoro; / purísimas mujeres / de ojos profundos en el cielo fijos, / que compendian sus íntimos quereres / en la santa oración de sus deberes / con que arrullan el sueño de sus hijos; / mujeres, dulce Patria, que en los días / del sacrificio augusto, serán ellas / las heroínas místicas y bellas / de las más culminantes osadías; / que en tus luchas inmensas, / México huracanado y tormentoso, / serán junto del hijo y del esposo, / JOSEFAS de tus ínclitas defensas; / LEONAS que han de pelear hasta que venzas; / AGUSTINAS RAMÍREZ, que del foso / donde el patrio pendón flote glorioso, / recogerán tu honor, con manos tensas, / para guardarlo, con sublime gozo, / como un clavel de ensueño, entre sus trenzas, / o un fruto de su amor, bajo el rebozo!”. De aquellos repatriados, algunos de Mocorito, regresaron a la magia pueblerina, como la familia Morales Corrales de la cual mi pariente Francisco González acaba de hacer una remembranza.

* Director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa

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